jueves, 25 de septiembre de 2008

El poder de una imagen

Hace unos días me acerqué al Palau de la Virreina para ver la exposición “Spots electorales: El espectáculo de la democracia en la TV mundial desde 1979”. La exposición se basa en una serie de salas en las que se reproducen de manera ininterrumpida spots electorales de diferentes países y clasificados en función de diferentes temáticas (apelan a la participación, contraste con alternativa, animación, musicales, satíricos…) La verdad es que es una visita muy recomendable. Además de contrastar la creatividad de publicistas, mensajes, ideas… en países de los cinco continentes.

A veces uno piensa ¿De verdad este tipo de anuncios en televisión poseen algún tipo de influencia? Las teorías de la participación política (en un sentido amplio) dicen que ésta depende de tres conjuntos básicos de factores: la capacidad de participar, la motivación para participar y los incentivos para participar. La capacidad hace referencia a los recursos individuales que posibilitan la participación (educación, tiempo libre ingresos…). Es decir, que “nadie es un patriota con el estómago (y el cerebro) vacío”. La motivación refiere a si el individuo considera que su acción tendrá un efecto, si se considera conectado con el sistema político. ¿Considero que la política tiene capacidad real para influir en mi comunidad o entorno social? Y por último, los incentivos hacen referencia a si el contexto facilita o no la participación (o bien si han sido movilizados por algún actor político). Siempre será más fácil que los individuos participen en una manifestación si algún actor social o político les convoca que si han de hacerlo espontáneamente. Donde capacidad y motivación son elementos que hacen posible la participación política, los incentivos lo que hacen es facilitarla.

En el contexto de unas elecciones, los actores políticos (principalmente, los partidos) buscan incentivar a los ciudadanos a apoyar a sus listas. Para ello recurren a las campañas electorales. En una lucha de amplio espectro, los partidos tratan de controlar la agenda de los temas de la elección en función de aquellos que les benefician más. Quieren poner de relieve los errores del adversario para desinflar a sus seguidores. Buscan tocar la fibra sensible de las preocupaciones de los ciudadanos para captar votantes. Y dentro de esta estrategia electoral (y sobretodo, de marketing) los spots electorales son una pieza más junto con carteles, cuñas en periódicos y radios, mítines, coches con megafonía, comidas populares, y un largo etcétera. Los spots, de hecho, se acomodan a unas reglas que vienen muy pautadas. Hay un tiempo determinado asignado en los canales de televisión pública y privada, a unas horas de emisión dadas, y con una duración determinada. Un punto en el que los profesionales de la imagen y la comunicación se encargan de concentrar el mensaje, envolverlo en papel de regalo y presentarlo al votante.

La mayoría de los ciudadanos tienen una ideología que los sitúa dentro de unas opciones restringidas. Sin embargo, esto permite más saber que partido no se votará que saber si el ciudadano votará a uno o a otro (cercanos ideológicamente) o si optará por la abstención. La sociología clásica veía claro que el voto obrero solo podía ir a partidos de izquierda. Pero aquello de que “eres más tonto que un obrero de derechas” ha perdido vigencia ante el empuje de los hechos. ¿O es que en Madrid no hay obreros? La clave para saber quien ganará una elección está en saber quien movilizará más a sus potenciales votantes y logrará desmovilizar a los ajenos. Candidatos, temas de la elección… se han vuelto cruciales. Elementos cambiantes a corto plazo. Y por esto mismo, la comunicación política es tan relevante. Una imagen vale más que mil palabras. Ya decía Maquiavelo “los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos, porque muchos son los que ven y pocos los que tocan. Todos pueden ver lo que pareces, pero pocos saben lo que eres.”

viernes, 19 de septiembre de 2008

Injusta Justicia

Con toda la polémica que se ha levantado sobre el caso “Mari Luz”, y coincidiendo con el pacto que han alcanzado gobierno y oposición, el funcionamiento de la Justicia en España ha entrado en el debate público. Algo, que por cierto, ya tocaba. Y aunque soy muy escéptico sobre las medidas que se puedan adoptar, hay dos conclusiones claras. La primera es que la Justicia carece de medios en España y ello repercute severamente en su ejercicio. Y la segunda es que, tras la renovación pactada del CGPJ, su propia independencia puede estar en un brete. Creo que conviene diferenciar ambas cuestiones para intentar ser riguroso.

Si uno se acerca al lavabo de cualquier Audiencia Provincial, es posible que se sorprenda al verlo lleno de cajas de expedientes. Los tribunales en España están claramente desbordados por la falta de personal y recursos. Sobre el personal, casi el 80% de la Audiencia de Barcelona (por poner un ejemplo) está con contratos temporales. Y no sólo el auxiliar, sino que los propios jueces se acogen a un régimen de estancia transitoria. La media de expedientes que se tramitan a la vez ronda los 4000. Y uno esperaría cierta capacidad de organización telemática (ningún ser humano podría retener tanta información) pero lo cierto es que se carece por completo de un registro informático. Así, faltan a la vez los recursos materiales y los organizativos para permitir racionalizar el funcionamiento de la Justicia. Evidentemente, la Justicia es lenta porque debe garantizar los derechos individuales. Pero esta lentitud lógica del carácter del Derecho lleva a la exasperación cuando se combina con esta falta de recursos. Si a esto le sumamos el que el número de contenciosos se incrementa exponencialmente, estamos ante una situación kafkiana. La competencia en Justicia, compartida por las CCAA y el Estado, sólo sirve de excusa para tirarse la pelota entre las administraciones. Después de todo ¿Qué político daría más recursos a una justicia que, en teoría, sirve cómo contrapeso a su poder?

Lo que entronca con la segunda cuestión, el órgano de gobierno de los jueces. El Consejo General del Poder Judicial es un órgano que la Constitución reconoce como político. Se encarga, no sólo del régimen sancionador, sino de controlar salarios y destinos de los jueces. Antes de 1985, eran los propios jueces quienes elegían sus miembros. Sin embargo, el PSOE reformó la ley para que fueran nombrados en función de las mayorías parlamentarias. Y ello tiene sus claroscuros. Porque aunque gracias a eso se pretendía desactivar el corporativismo de la judicatura, lo cierto es que pasaba a poner este órgano en manos de los partidos políticos. De hecho, ya se ha visto como el Consejo en funciones ha servido como un ariete más de la oposición contra el gobierno. Y ahora los partidos se lo han repartido, fijando como miembros a jueces afectos a ellos o de sus organizaciones satélites. Y eso que más de la mitad de los jueces no pertenecen a ninguna asociación. Pero no había espacio para la independencia, sino para un equilibrio (y una mayoría dependiente de los vocales de CiU y PNV) que satisficiera a todos. El mismo órgano que asigna a los jueces que juzgan la corrupción de nuestros políticos, tiene a sus vocales designados por ellos. ¿Separación de po… qué?

La mayoría de nuestra judicatura la forma gente competente, honrada e independiente. Aunque los medios que tienen son escasísimos y eso compromete muchas veces su eficacia. Pero en su cúpula la situación está mucho mas politizada y es mucho más amenazante para la calidad de nuestro sistema político. Una Justicia independiente es la garantía de una democracia sana y libre. El poder requiere de contrapesos aunque mucho me temo que en nuestro país no estamos en la mejor de las situaciones. Lo peor de todo es que, realmente, nadie moverá un dedo allí arriba para cambiar esta situación. Ya les va bien así.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Micro-economía y ahorro.

“Piensa globalmente, actúa localmente”. Así me decía un viejo profesor de economía del instituto cuando salía el tema del medio ambiente y los recursos escasos. Como ahora toca apretarse el cinturón, creo que podría ser interesante pararnos a reflexionar sobre como podemos contribuir a reducir nuestro consumo. Desde luego, los estudiantes somos los que menos vamos a sentir la crisis (casi todos mantenidos), pero creo que es un imperativo moral intentar aliviar la carga económica que le suponemos a nuestra familia. Y si nos costeamos los estudios, que menos que ahorrar un poco. Pensemos por un momento los escenarios en los que nos movemos…

En el hogar (sea piso/ residencia) hay maneras de ahorrar tan sólo siendo un poco cuidadosos con algunas cuestiones. Por ejemplo, estar mucho más atento con las luces encendidas o con los grifos que gotean. Es un buen medio para redondear las facturas y, de paso, colaborar con el medio ambiente. Hay que aprovechar bien las horas de sol y hacer duchas más fugaces. Respecto a los aparatos electrónicos, muchas veces tenemos varios encendidos a la vez sin necesidad. Nos ponemos a trabajar con el ordenador, pero dejamos de fondo la televisión o la radio. Lo lógico sería dejar encendido solamente el que utilizamos; más aún si se puede poner música o radio desde el ordenador. Un sólo aparato consume menos electricidad. Además de acostumbrarnos a apagar totalmente el televisor (porque dejarlo con la luz roja implica electricidad que se desperdicia).

En la cocina, es bueno aprovechar el “calor residual”. Es decir, que apaguemos el fogón antes de que la comida esté lista, porque éste sigue caliente y permite continuar cocinando sin problemas algunos minutos. De la misma manera, hay que intentar reciclar el aceite, sobretodo el de freír, para no estar consumiéndolo de manera inútil. Recordad que tirarlo por el fregadero contamina mucho. En el supermercado también tenemos una oportunidad de oro para ahorrar algunos euros. En primer lugar, hay que pasarse a las “marcas blancas”. Son de la misma calidad (en algunos casos, casi superior) pero con una diferencia de entre uno y tres euros menos que las de marca. Y marca blanca hay en todos los productos, desde limpieza hasta alimentación. Entiendo que se pueden hacer algunas excepciones (hombre, tampoco voy a hacerme fan de la “Coca-trola”) pero con un poco más de atención en la compra se puede ahorrar a base de bien. De la misma manera, hay que dejar espacio a la imaginación. Uno no necesita comprarse bolsas de basura si puede reutilizar las del Mercadona a tal fin. Y no hay que ser perezoso. Llevarse un bocata/ tapper hecho de casa te puede salvar el día.

En nuestras actividades de ocio es donde tenemos un margen mayor y que repercute más sobre nuestro presupuesto (dura vida estudiantil, ya sabéis). Y no es necesario hacerse ermitaño para ahorra, sino sólo cambiar algunos hábitos y racionalizar el gasto. Por ejemplo, en el cine. Se puede ir con frecuencia, pero con cabeza. Es decir, evitando ir en fin de semana y procurando ir el día del espectador. Esperar unos días a que el descuento esté en vigor no supone tanto sacrificio. Por ejemplo, en las noches. Estamos de acuerdo en que hacer “botellón” es la manera más apropiada de ahorrar (te compras la bebida y la consumes en casa antes de salir). Pero con frecuencia nos encontramos que se alarga la noche, nos cierra el metro y terminamos cogiendo taxi. ¿Por qué, en vez de hacer esto, no se cena a un horario más continental? Si se cena a las 8 y media, desde las nueve y media hasta las doce hay margen de sobra para tomar unas copas y luego coger el metro. Y aunque se sea mucha gente y el ahorro por cabeza sea menor, ahorrarse un par de euros cada noche por simplemente cenar un poco antes no creo que sea algo descabellado. Porque grano no hace granero pero…

En fin. Creo que esta “psicosis” de la crisis económica puede ser un buen momento para que nos replanteemos algunos hábitos de consumo y los reorientemos. ¿Tienes ideas sobre cómo ahorrar? ¿Se te ocurren otras propuestas? Ahorrando un poco más de dinero, se puede aliviar nuestra cuenta del banco y hacer que haya margen para más cosas. No es tiempo para ser avaro, pero sí para darle al dinero el valor que tiene.

martes, 16 de septiembre de 2008

Tiempos interesantes

Hola, amigos de la blogosfera. Con esta entrada quiero inaugurar el nuevo curso. El nuevo curso académico, el curso político y sobretodo, el curso de mi blog. Ya se han acabado las vacaciones. Al tradicional síndrome de la vuelta al trabajo y la cuesta de septiembre, se nos junta la crisis económica. Todo en un contexto a la vez de cambio y de continuidad.

En este curso empiezan en serio las andanzas del gobierno socialista, los mismos que obtuvieron la victoria en las elecciones de marzo y ahora no saben muy bien que hacer con ella. Porque ahora han cambiado al menos tres cosas; la crisis económica que desgasta al Ejecutivo, el elevado coste de los apoyos parlamentarios (a sólo 7 escaños de la mayoría absoluta, pero mucho más caros que la pasada legislatura) y un Partido Popular que modera su imagen a la espera de que los socialistas se quemen solos. Pero otras cosas no cambian. Sigue el choque de legitimidades instigado por la consulta de Ibarretxe (cómo hace 4 años con el “Plan”) y Cataluña vuelve al ojo del huracán (cómo hace dos con el Estatut) por el tema de la financiación autonómica. Mientras, en el exterior, algunas situaciones siguen su curso y otras se descontrolan. China, tras los JJ.OO. consolida su vocación de superpotencia, EEUU revisa estas elecciones presidenciales la pesada herencia del post-bushismo y se incrementan las tensiones internas en Bolivia, Venezuela o México. Cambio ha sido la inesperada “Guerra de agosto” de Rusia contra Georgia, aunque no la respuesta timorata de la ONU. Pero con mucho, el cambio más importante es la crisis financiera internacional que ha dejado tocado la mitad de los grandes bancos americanos y que traerá un revolcón importante a las economías europeas. Este curso vamos a hablar mucho de economía.

En el plano académico también llegan los cambios. Terminado el master, empieza la aventura del doctorado, en lo que se perfila como una dura prueba. Dura por lo que implica consagrarse tres años (mínimo) a la investigación. Pero sobretodo dura, por la precariedad a la que te ves abocado. ¡Recemos todos al poderoso dios de las becas, que nos toque con su dedo de Gracia! Aunque, la recompensa que supone el generar conocimiento útil para el saber humano compensa con creces el pasar esta dura prueba. Nadie espera hacerse rico con el doctorado, pero si que se aspira a trabajar de lo que te gusta. Eso si que no tiene precio. Pese a este cambio mayúsculo que empieza ahora, algunas cosas siguen igual. La Ciudad Condal sigue siendo el marco de referencia para esta nueva etapa. La Residencia, la base logística. Y los compañeros y amigos, que ya van volviendo de sus casas, el recordatorio de que en este largo sendero uno se topa con buenas compañías. Esperemos que este curso depare nuevas y buenas experiencias juntos.

Empieza un curso nuevo. En China se suele decir, para desearle lo peor a tu enemigo que “ojala te toque vivir tiempos interesantes”. Así son los tiempos de cambio, cuando el mundo viejo choca con el nuevo. Si, me temo que nos ha tocado un curso que, casi seguro, será interesante. ¡Adelante, que comience la función! Ya lo decía Rojas Marcos, “la vida es cambio y el cambio es la vida”.