martes, 29 de junio de 2010

Prohibir el burka no soluciona nada

La polémica sobre la prohibición del burka y el niqab está de rabiosa actualidad y el tema continuará coleando a medida nuevos municipios continúen vetando su uso en las instalaciones públicas. De hecho, fuentes ministeriales han asegurado que en la “Ley de Libertad Religiosa” se realizará una limitación de su uso. Incluso el Partido Popular, que siempre va un paso más allá en estos temas, ha planteado incluso la completa supresión del burka en las calles. La medida de la prohibición ha suscitado, por tanto, un consenso entre partidos de muy diferentes ideologías. Pese a esto, y sin querer entrar en el fondo del significado que tiene el burka y el niqab dentro y fuera del Islam, creo que la prohibición tiene poco fundamento y hasta puede ser contraproducente.

El primer argumento por el que se debería prohibir el burka en las instalaciones públicas es, según sus promotores, el de la seguridad. Entiendo por lo tanto que se refiere a dos dimensiones. Por una parte, al hecho de que los ropajes puedan facilitar el camuflaje de armas, explosivos u otras sustancias peligrosas que no puedan ser detectadas por las autoridades. La segunda dimensión es la de la identificación de la propia persona, que resulta prácticamente imposible con el atuendo islámico. Sin embargo, la prohibición del burka y niqab tiene difícil cabida aquí. Respecto al primer elemento: ¿Por qué un burka es más fácil transportar y esconder armas que, por ejemplo, en una gabardina, un hábito de sacerdote o una mera mochila? Si este es el problema; ¿No es más lógico hacer controles en los accesos, como en cualquier estación de tren o aeropuerto, que prohibir una tipo muy concreto de prenda? De hecho, el burka o niqab es mucho más minoritario en comparación con las personas que entran con mochila en un ayuntamiento y que podrían potencialmente podrían transportar sustancias peligrosas. Y respecto a la identificación de los ciudadanos, creo que no sería nada difícil el hacer a la portadora del burka que mostrara el rostro cuando tiene que identificarse ante el funcionario público. Porque un policía puede pedirte que te identifiques en cualquier momento, y no pasa nada. Para eso no hace falta prohibir el burka.

Hay un segundo argumento, que es el de los laicistas, que piensan que es lógico que quien esté en una instalación pública no exhiba ningún tipo de símbolo religioso. Este argumento tendría su cabida si se tratase de un modo ecuánime a todas las confesiones religiosas, pero como sabemos no es el caso. ¿No tenemos a los concejales yendo en las procesiones de semana santa y la guardia civil escoltando el Sepulcro? De hecho, se prohíbe el burka pero no se prohíbe el portar ningún otro símbolo religioso, como los sombreros negros del judaísmo o los crucifijos de los cristianos. Ya me he posicionado un montón de veces a favor de la separación Iglesia-Estado, pero dudo que esta medida vaya en esta dirección. A mi modo de ver sólo se pude justificar en base a dos principios. O el individuo es Estado, y por lo tanto, no puede llevar ningún distintivo religioso (sería el caso de los funcionarios, que deberían ir uniformados). O bien el individuo está bajo un régimen de tutela especial por parte del Estado (como en los niños en las escuelas, por ejemplo, en el que el Estado ejerce de tutor). Este último punto sería más polémico, pero desde luego no se ajusta a la prohibición actual.

El último argumento es el de que el burka debe ser prohibido por ser un símbolo de explotación y dominación de la mujer. Aunque prohibir los símbolos es relevante, en este caso puede ser muy peligroso. Si se prohíbe el burka, la mujer es probable que termine sin salir de casa por presión del marido y no vaya ni a la escuela, ni al mercado y a las oficinas de atención al cliente. En resumen, que no se soluciona el problema, sino que se lo invisibiliza. ¿No será mejor mantener interlocución con los miembros moderados de esas comunidades? ¿No será mejor hacer obligatoria para estas mujeres la educación, así como talleres especiales de adaptación? ¿No será mejor ofrecerles ayudas a la emancipación si así desean hacerlo, en la línea de lo que se hace con las mujeres maltratadas? Desde luego, la prohibición es una estrategia que lejos de solucionar nada, sólo oculta el problema y de paso, permite arañar algunos votos xenófobos.


sábado, 26 de junio de 2010

Gent du Pays

San Juan es siempre un tormento lleno de petardos y hogueras en Barcelona. Playa masificada, borrachos por la calle… Sin embargo, da la casualidad de que esta festividad es también da del “Día Nacional de Quebec”, víspera de cuya fiesta hemos podido disfrutar en la propia capital. Tras nuestra breve expedición cetácea tocaba el turno de imbuirse de las esencias de esta tierra. Hay muchas cosas que me han llamado la atención. Por un lado, la ciudad entera y sus habitantes se han llenado de flores de lis, que es el símbolo de Quebec, y de prendas azules y blancas. Banderas, pitos y gritos de “Bon Saint-Jean” (léase alargando la a hasta quedar ronco).
La gente verdaderamente siente los colores de esta tierra de una manera muy inclusiva y reivindicativa más que otra cosa, de la singularidad de esta tierra, que de su enemistad con Canadá. Durante todo el día fueron llegando autobuses de turistas y gentes de toda la provincia. Un detalle curioso fue que una bandera de España ondeaba en el edificio de la Asamblea Nacional, probablemente, por la visita de alguna delegación esos días. El plan era congregar a las huestes en torno a tan insigne edificio y dirigirnos a las “Plaines de Abraham” (ya os hablé de ellas, ese parque inmenso donde se libró la batalla que hizo que Quebec fuera inglesa). En aquel lugar había montado un inmenso escenario y, como dijeron después por megafonía, nos habíamos congregado en el recinto unos 100.000.
Como no se podía pasar bebidas al interior, nos tuvimos que sentar en la zona cercana a tomar algunos tentempiés. Como podréis suponer, en el minuto 2 ya estábamos con banderas por todas partes gritando las bondades de aquella tierra. La gente era muy amable y había un ambiente festivo estupendo. El momento álgido sería a las 22:00, cuando se cantaría el mítico “Gent du Pays”, que es el himno de Quebec. Un himno, por cierto, que es una suerte de cumpleaños feliz… Sin embargo, el destino es caprichoso, y en un intento de infiltración que no viene al caso terminamos dispersándonos por todas partes. Por una vez, eché en falta el móvil. Cantamos el himno cada cual por nuestra parte y ya no logramos encontrarnos hasta el día siguiente. Aunque en mi caso sí que pude reencontrarme con parte del grupo y ver la gran hoguera que hicieron en un lado del escenario. ¡Con tanta gente era imposible ver a nadie! Bueno, una “poutine” (el plato de patatas fritas con queso y salsa marrón) y para casa, antes de que termine pasado por agua. Hacia las 2:00 se puso a jarrear de una manera brutal.
Al día siguiente contamos nuestras andanzas y ya en Montreal aproveché para pasarme por la zona de la Villa Olímpica, donde había más conciertos al aire libre. Alucinante la cantidad de gente, el genuino sentimiento de país. Es una fiesta diferente a la que hacemos allí, pero muy bonita e integradora. Ahora empieza el Festival de Jazz, que también tiene un montón de conciertos en la calle y atesta el centro de la ciudad con propios y extraños al género. Refresca un poco por las noches, pero la ciudad está preciosa.

viernes, 25 de junio de 2010

¡Ballenas!

Siguiendo con mi tarea de cronista, relato a continuación mi devenir de la última semana. El pasado viernes presentamos en el seminario conjunto de la Universidad de Montreal y McGuill el trabajo que estamos haciendo estos días y el sábado fuimos invitados a una barbacoa en casa de André Blais para festejar el evento. Nos lo pasamos en grande aquella calurosa tarde de sábado y, aunque nos llovió un poco, el ambiente fue muy cordial y distendido. De hecho, la familia Blais es encantadora. Pues bien, el plan era el siguiente. El domingo saldríamos hacia Quebec ville con un “Amigo express” y, desde allí, acompañados por Sanjaume, Pere (nombre en clave: “¿Echamos unas birritas?”) y Etienne (el auténtico sherpa quebecois), alquilar nuestro coche y dirigirnos al nor-este. El lugar de destino: Tadoussac y Les Bergeronnes. El objetivo: ver ballenas.

El domingo salimos hacia media tarde para Quebec y, ya puestos, aprovechamos para ir a la fiesta del “reaguetton” (para vergüenza de propios y extraños), que era en la famosa macro-discoteca “Chez Dagobert”, el típico lugar donde la música te taladra el cerebro mientras sueltan espuma con forma de nieve del techo. Evidentemente, nuestro tanteo turístico nos retrasó la salida, que ejecutamos finalmente hacia las 11 de la mañana. En el coche fuimos un poco apretados, pero nada grave. Nos paramos a comer en el entorno idílico de un lago digno de las mejores películas. Quizá lo más curioso del viaje fue tener que coger un trasbordador de coches que cruzaba la desembocadura del río. Lo extraño es que no se hace un puente por una cuestión competencial. Como las aguas corresponden al gobierno federal y la tierra al provincial, y dado que debe obligatoriamente debe haber un medio para cruzar el río, Canadá debe mantener un sistema de trasbordadores para atravesar ese punto ante la negativa del gobierno provincial a hacer el puente. En suma, chanchullos competenciales que hacen ineficiente la ruta pero que nos hacen disfrutar gratuitamente de un paseo en barco.

Nos alojamos en la “Maison de Mieux-etre”, que era la vieja casa de un matrimonio de abuelos, con derecho a desayuno. Los ancianos fueron muy amables y desde allí mismo pudimos reservar la zodiac que nos llevaría al día siguiente a ver a las ballenas. Tras emocionarme viendo a las vaquitas (¡Que son más peludas que las nuestras!), nos acercamos a “Les Bergeronnes”. El pueblo eran literalmente tres calles con un simpático olor a marismas que invitaban al suicidio. Tras cenar por allí y pasear un poco, nos fuimos al albergue a tomar unas cervezas. No hubo más remedio que ponerse con los abrigos porque había un millón de mosquitos a los que, para nuestra desgracia, les dimos de comer a ellos y futuras generaciones. A dormir, que mañana tocan ballenas. Dicen que no aparecen siempre. ¿Y si el viaje hubiera sido en balde? Tengamos fe.

Nos despertamos al día siguiente pero por desgracia no pudimos asearnos demasiado. Un sujeto de Ottawa se fortificó dentro del baño. El desayuno fue exquisito. Gofres artesanos, mermelada, zumo natural… ¡Qué maravilla! ¡Y qué prisa! Tomamos el coche para llegar al punto de partida de la expedición. Cuando llegamos allí, nos vistieron como si fuéramos astronautas y nos montamos en un autobús. Un señor barbudo con pinta de viejo lobo de mar nos esperaba en la zodiac para llevarnos, no mar a dentro, sino río a dentro. ¡De verdad hay ballenas aquí? No se ve nada… ¡Y sí! Se ve como ballenas blancas y grises salen a distintos lados de la barca. Durante casi tres horas estuvimos dando vueltas persiguiendo a los simpáticos cetáceos… Fue una pena no poder ver a la ballena gris, que es la auténtica gigante de los mares, pero podemos considerar el objetivo cumplido. Una cosa que no creo que vuelva aver en mi vida.
Tras volver al albergue, recogimos todo y nos marchamos hacia Tadoussac. Allí visitamos la zona de la playa y el paseo marítimo. ¡El agua estaba congelada! Tras pasear y comer, nos pusimos de vuelta para casa. Paramos un ratito en la Catedral de Santa Anna, que tocaba de camino, para purificar nuestras almas pecadoras, aunque también visitamos las sidrerías de la isla de Orleans. Poco nos duró la pureza. Al día siguiente tocaba la víspera de la Fiesta Nacional, Saint- Joan baptiste, y se mascaba la tragedia…

domingo, 13 de junio de 2010

¿Es el Estado Autonómico perjudicial para la economía?

(Tribuna de opinión publicada en el diario de "La Rioja" 13-07-2010)
A propósito del muy relevante tema de cómo salir de la crisis económica, hay un argumento que ha ido cobrando fuerza en los medios de comunicación, espoleado particularmente por el partido neo-centralista UPyD. La idea es que parte de la culpa de la crisis la tiene el despilfarro y la burocracia generada por el Estado Autonómico y, por lo tanto, que la recentralización de competencias y recursos en la administración central sería algo positivo para superarla. Sin embargo, la evidencia no avala esta tesis y muestra hasta qué punto hay más prejuicios que razones en estos argumentos.
En primer lugar, el argumento de la recentralización es un argumento regresivo en comparación con nuestro entorno. La mayoría de países europeos están avanzando hacia una mayor descentralización, como es el caso de Italia, Reino Unido o incluso la antaño muy centralizada Francia. ¿Cómo es posible que se dé tal dinámica de modo coordinado en casi toda Europa? ¿Todos están equivocados? Lo cierto es que estas reformas evolucionan en la línea de lo certificado por la OCDE y el Banco Mundial. En un entorno de economía globalizada pero con tejidos productivos regionalmente concentrados, cuanta más autonomía y flexibilidad tengan los países, mejor podrán aprovechar las oportunidades para la exportación o innovación. Y justamente los riojanos sabemos lo que se puede hacer con un gobierno autonómico para la promoción internacional de nuestra producción agrícola e industrial. No es extraño que justamente las mayores potencias industriales sean países descentralizados, tales como Alemania, EEUU, o incluso entren los emergentes, como India o Brasil. Si fuera una rémora para el crecimiento, ¿no tenderían a centralizarse?
Pero vayamos al caso de España. Un argumento muy recurrente es que no hay correspondencia entre el presupuesto administrado por las autonomías (35%) y el de funcionarios a su cargo (50%), por lo que habría despilfarro. El dato es cierto, pero propongo mirar las cifras más de cerca. Si se descompone el tipo de funcionarios de las CCAA se da la curiosa situación de que el 76% de ellos son docentes no universitarios y médicos, con otro 5% de jueces y policías. Es lógico, por tanto, que haya más funcionarios que gasto, porque las competencias de sanidad y educación se llevan el bocado del león, no porque las autonomías despilfarren. A menos que se quiera reducir los médicos y maestros en España, algo que no recomiendo, estando como estamos en 3,2 médicos por mil habitante (puesto 30, detrás de Portugal o Grecia) y 6.487 docentes por mil habitantes (puesto 71, todavía peor). De hecho, la carga de la prueba siempre se coloca en las autonomías, que se supone malgastan más que la administración central. Es curioso que se diga que hay órganos duplicados por las regiones que deberían desaparecer y nadie repare que ministerios como Vivienda, Cultura o Medio Ambiente están casi vacíos de competencias. ¿No sería lógico que fuera la administración central la que los suprimiera para evitar estas 'duplicidades'?
Un último argumento también recurrente es el de que las autonomías, con su exceso de normativas, ponen en peligro la unidad de mercado. Este argumento es difícil de sostener por varias razones. Primero, porque no toda la normativa autonómica tiene por qué afectar a regulaciones de mercado. Segundo, porque regular el mercado no tiene por qué ser nocivo para la economía. Y tercero y crucial; ¿Alguien se cree que en un área económica común como es la UE, con casi plena potestad sobre mercados y la competencia, se toleraría que las autonomías rompieran la unidad comercial?
Es evidente que hay que hacer un esfuerzo para mayor coordinación entre niveles de gobierno y transparencia de las administraciones. Es evidente que hay fallos que deben corregirse. Nadie puede negarlo. Pero no hay nada más peligroso para este debate que ponerse las gafas ideológicas de una determinada concepción de España para cargar contra el Estado Autonómico. Lo conveniente es cargarse de razones y no de prejuicios. Muy en especial en un país en que las épocas de centralismo han coincidido con las de mayor miseria y desigualdad.

miércoles, 9 de junio de 2010

Tragedia

Por definición, una tragedia es aquella situación en la que uno sólo puede optar entre dos males inevitables. En la que haga lo que haga, está abocado al abismo. Esta situación se asemeja mucho a la que está pasando ahora mismo el Gobierno Zapatero. Y creo que toca explicitar algunos de los problemas que le han venido impuestos y que le han abocado a esta situación. Dejemos de lado los errores, que creo que ya he subrayado bastante en las últimas entradas (aunque algunos nos han llevado hasta aquí). Veamos de momento la espada y la pared.

Cuando comenzó la crisis, y después de aprobados los planes de rescate bancario con mejor o peor fortuna, el gobierno optó por las políticas de estímulo de la demanda a través de ayudas al automóvil, plan E… que estimuló la economía y que retrasó el crecimiento del paro. Ya he criticado como se ejecutaron esta medidas, pero está claro que tuvieron un impacto positivo, por encima incluso de lo previsto. Evidentemente eso genera déficit y deuda pública, lo que no es un problema cuando media Europa se ha lanzado a políticas de cuño neo-keynesiano. Pero de repente, llega la crisis de Deuda, que azota a Grecia y Portugal, y los ataques especulativos colocan a España en el ojo del huracán. ¿Qué hacer? Por una parte, si se retiran los estímulos económicos, es decir, si no se compensa la demanda privada con la pública, la salida de la crisis será mucho más tardía. Por la otra, si no se hace, los intereses de la deuda siguen subiendo, agrandando cada vez más el déficit y causando problemas de financiación al Estado, pero también a las casi tan endeudadas familias y empresas. La Unión Europea manda, y la decisión es retirar los estímulos y encoger la deuda. Amén, pero lo dicen tarde y obligan a un ajuste durísimo para alcanzar el 6% de déficit en 2012.


Y ahora nos ponemos (tardíos) con la reforma laboral. Y de nuevo el gobierno se ve abocado a la tragedia. La UE, los mercados (y el sentido común) obligan a la reforma. Pero el Gobierno se la había jugado a la negociación colectiva, algo muy complicado en tiempo de crisis. Los sindicatos no pueden ceder en el coste del despido y la patronal exige menos cotizaciones sociales. Imposible desenrocar la situación. Y el gobierno tiene que poner fecha y lanzarse a la piscina. Desde este momento, el acuerdo es aún más difícil. La CEOE sube el listón porque sabe que las reformas irán a su favor y los sindicatos amenazan con la Huelga General, algo estéril porque estamos intervenidos. ¿Qué hacer? Si dejas que la negociación continúe, la situación es muy difícil que se mueva y no habrá reforma laboral a tiempo. Si haces la reforma por decreto, entonces es cuando te comes la huelga general, lo que más miedo le da al gobierno. Al final se optará por lo último, pero resulta un poco frustrante que al final se tenga que hacer lo que se dijo hace tiempo y justamente, con el resultado de lo que más querías evitar.


Estas son las espadas de Damocles que penden sobre el gobierno. ¿Y sobre los españoles? Pues al menos otras dos. La primera es que al final se tienen que hacer ajustes duros, comiéndonos los de abajo las suelas de los zapatos, mientras que el gran capital internacional (las mismas agencias de calificación que rebajan el rating a España y que calificaron de seguras las subprime) se va de rositas ¿Qué hacer? Nada se puede, si no es de manera concertada a nivel global. Injusto, sin duda. Pero que alguien de la alternativa. Y hay otra situación también trágica. Nadie confía en que el Gobierno, como ha hecho hasta ahora, pueda sacarnos de la crisis. Pero lo cierto es que el Partido Popular no hace más que demagogia e irresponsabilidad, no tienen ni idea de cómo salir de esta y puede que lleguen al poder corruptos hasta los tuétanos. Si el Gobierno no cambia el rumbo lo que muchos españoles se encontrarán ante las urnas será la disyuntiva entre incompetencia y corrupción. Y nada sería más triste.

domingo, 6 de junio de 2010

Cocó- aventuras en Quebec (II)

En el capítulo anterior, la incertidumbre se adueñaba de nuestros dos protagonistas. Con Cocó, el gordo gato desaparecido; ¿Tienen los días contados en el piso? ¿Vendrá la dueña con su moto sierra mecánica y pondrá fin a sus pobres existencias pre-doctorales? Todas estas preguntas, junto a por qué la tostada siempre se cae por el lado de la mantequilla, se agolpaban en nuestra cabeza. En el despacho, una velita a San Paco Lobatón. Los dueños llegaron ayer y nos acaba de llegar un correo electrónico. ¿Muerte? ¡No! ¡Alegría mayúscula! Han encontrado al gato un par de casas más allá de la nuestra, entre los escombros de una vieja “maison” incendiada. Al menos ahora les toca a ellos probar suerte, nosotros nos largamos de la ciudad…

Stephanie intenta que le vea, pero el bicho no le hace ni caso. Por lo visto Cocó está aterrado. ¿Será ingrato? ¡Le hemos dado de comer! Bueno, es verdad que Cocó se nos ha caído algunos pisos abajo, pero nada grave. ¡Para algo tienen 7 vidas! Los dueños visto el panorama y que sólo tienen 7 días de estancia (se alojan bajo nuestro piso, luego la hipótesis de la moto sierra sigue en pie), no reparan en medios y deciden contratar los servicios de un trampero profesional. Se trata de gente especializada en capturar tejones y demás bichos que se meten por las casas, por lo visto, algo común en el país. Uno sólo se lo puede imaginar con una gorra de castor a lo David Crocket. En nuestra ausencia se hicieron con una trampa al más puro estilo “Tom y Jerry”, esperando que Cocó se metiera en la caja para comer. Pero nada, que el bicho no sale. Nosotros seguíamos por Quebec, pero yo a estas alturas era optimista. Si hay que entrar con los GEOS se entra, pero por la gloria de mi madre que esa bola de pelo vuelve a casa.


No hizo falta. Según relató la dueña en un correo electrónico, le fue un día a ver y el bicho salió por su propio pie a ponérsele en el regazo. ¡Qué bonito! Casi dan arcadas del amor. Pues nada, ya estamos de vuelta en casa y el bicho en teoría debe estar dentro. ¿Dónde se ha metido? ¡Ah! Es que le encanta meterse en mi habitación, porque es la más fresca. El bicho sigue con miedo, pero lo importante es que tenga presente dos cosas. 1) Que no va a ver la luz del sol nunca más hasta que nos vayamos y 2) Que estamos dispuestos a utilizar las más sofisticadas técnicas de reeducación nacional-socialista para asegurarnos de ello. Y sabiendo que al menos está en casa, ya podemos dormir tranquilos… ¡Miau, miau! El gato se pone a maullar a las 4:00 de la mañana, cuando sale el sol para que le abramos. Querido Cocó, no estás facilitando la reconciliación… Tras dos días despertándome tres veces por noche, con el estupendo humor que me caracteriza cuando estoy mal dormido, tomamos medidas ejecutivas. Al baño. Y el bicho aprende. Los otros días, o me acostumbré a sus maullidos o el dulce Cocó aprendió a tener la boca cerrada.


Pero si hay invitados, como Marc o Sandra, el bicho vuelve a intentarlo. ¡Gracias por hacerles la vida más llevadera! Qué bonito es que te despierten a las 4 de la mañana cuando estas durmiendo en el sofá del salón. ¡Al baño o a la sala de los niños! Siento herir las sensibilidades de los ecologistas, pero aún opto por la comodidad de una persona antes que la de un gato. Supongo que su dueña no estará de acuerdo pero ojos que no ven… Pero Cocó tiene otra simpática costumbre. Ahora goza sacando las tierras de las macetas y haciendo dentro sus necesidades. ¡Esto mejora por momento, en especial con el dulce olor que deja por doquier! Le hemos presentado a la Señorita Palo Skova y creo que ha captado el mensaje. Pero nunca se sabe. Porque las aventuras continúan con Cocó, y aunque ahora no sé dónde anda, seguro que está tramando algo. Lo que reafirma, por cierto, mi idea inicial. Que puestos a elegir me quedo con un pez o una tortuga, que al menos ni se te fugan ni hacen ruido…

viernes, 4 de junio de 2010

Cocó-aventuras en Quebec (I)

Lo reconozco, yo soy fan de dos tipos de animales domésticos. O bien de los perros, esos babosos, dependientes y fieles bichos, o de los peces, que no dan ninguna molestia y son tan idiotas que si les das comida de más se matan de empacho (claro, con memoria de 3 segundos no se acuerdan de si tienen hambre o no). Pero de todos los animales domésticos, con los que peor experiencia he tenido ha sido con los felinos. Esas bolas de pelo, ingratas y rebeldes, sólo son simpáticas cuando son domésticas del todo. Y ni siquiera del todo. De los varios gatos que he tenido a lo largo de mi vida ninguno ha durado más de tres meses. Así que, puestos en antecedentes con total sinceridad, hablamos de Cocó.

Cocó es el miserable y gordo gato que tenemos en Montreal. Las condiciones eran de hacernos un “descuento de gato” si nos quedábamos a cargo de la bestia mientras los dueños se van a dar vueltas por el país. “Vale” nos dijimos “No puede traer ningún problema. Le damos de comer y no molestará mucho”. Craso error. El primer día, tras apenas verlo, se puso a maullar a las 4 de la mañana. “Como el bicho entra y sale de la casa” nos dijimos “Le abrimos y ya volverá”. Error número dos. El bicho salió pero ya no quiso volver a entrar. No al menos las veces que volvíamos de la universidad y le esperábamos con la puerta abierta. Empezamos a dejarle la comida en la terraza, generando un efecto positivo y uno negativo. El positivo, claro, es que teníamos la certeza de que Cocó no se moría de hambre. El negativo es que nos convertimos en el bufet libre de todos los gatos y pájaros del vecindario. ¡Pasen y vean, que estos dos idiotas nos dan de comer por la patilla!


Cuando le comunicamos a los dueños que el bicho no estaba en casa, empezó el bombardeo. Marc, el oficial de enlace, empezó a recibir prácticamente correos electrónicos diarios de Stephanie (la dueña del piso y que quiere al gato como un hijo, glups). “Intentemos arreglar esto”, nos dijimos tras un mes ininterrumpido en el que nos daban la tabarra. Estrategia 1: Dejar la comida y, entrando desde el patio por la escalera de incendios, emboscar al gato en la terraza. Casi lo logramos en un movimiento envolvente cuando, cogido del pescuezo, se me escurre de las manos y se precipita al vacio. El mundo se detuvo por unos segundos y me imaginé un estupendo puding de gato, pero el bicho aterrizó bien, aunque varios pisos más abajo. Fracaso. Y tres días después, una nevada. ¿Estará el bicho hecho un cubito de hielo? Estrategia 2: Marc, en un arrebato de ingenio, tiene un plan. Como la puerta de detrás es corredera, atamos un cordel y nos escondemos. Apagamos las luces y dejamos la comida dentro. Cuando entre el bicho pegamos un tirón y ¡Zas! Cocó capturado. Comienza el periodo de guardias. Durante varias semanas, tras la cena, a sentarse a oscuras en un sucio sillón, sujetando con fuerza el cordel para capturar al gato.


¡Éxito! Menuda alegría cuando capturamos al gato, tras interminables noches quedándonos fritos en el sillón. Foto a los dueños y tranquilidad, por fin… Pero lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. ¡No era el gato correcto! ¡Habíamos capturado a un gato de la zona, muy parecido! ¡Un falso Cocó! Tras dejarnos la casa llena de meados lo mandamos a freír espárragos y reiniciamos el plan. Si ya había funcionado una vez… Pues nada. Capturamos al mismo gato otra vez y a uno pelirrojo medio-persa. Ya empezamos a pasar del tema. ¿Qué podíamos hacer? Le seguíamos dejando la comida fuera, pero no había rastro del bicho. Como de verdad se haya convertido en un helado de Cocó… Ah, pero ahí no acaba la cosa. Los dueños vienen de visita, y están al corriente de la situación. ¿Lograrán meter al gato o encontrarán su cadáver y nos echarán del piso? La respuesta a estas preguntas, en el siguiente episodio. Continuará... (¡Para mi desgracia!)