Por segunda vez en tiempo reciente ha saltado a los medios de comunicación la imagen del hemiciclo del Congreso de los Diputados completamente desierto. Incluso la semana pasada la ausencia de un diputado del PP impidió hacer una pregunta parlamentaria a Solbes sobre el dato de paro. Desde algunas tribunas se acusa el descaro de sus señorías a la hora de faltar a sus deberes. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de demagogia en estas acusaciones?
Conviene comenzar por aclarar una premisa: el que un diputado no se encuentre en el Pleno no signifique que no esté trabajando. Primero, porque en paralelo a estos se desarrollan las comisiones, que se realizan en otras dependencias y que estudian los proyectos y propuestas de ley. Si cada vez que hay Pleno tuviera que detenerse el trabajo de las comisiones (que no necesariamente son plenarias, también tienen mucho de discusión informal), el proceso legislativo todavía sería más lento. Y segundo, porque muchos diputados tienen otras atribuciones a parte de su escaño: son ministros, jefes de organización del partido... Luego el que se solapen en la misma persona varios cargos hace que sea más difícil que acuda a todas las sesiones, sobretodo si no son de control (las políticamente más combativas) o si no es para votar. Dicho lo cual, podemos distinguir entre unos diputados que se ausentan justificadamente y otros. Luego, convendría que el justo escarnio público caiga sobre aquellas señorías que sean más sinvergüenzas. Y de la misma manera, que se habilitaran los controles internos necesarios para que la ausencia en un Pleno deba ser justificada, aunque sea por canales informales (por ejemplo, mediante el aval del jefe del grupo parlamentario).
Pese a esto, ello no quita para que sus señorías deban ser tildadas de irrespetuosas. En un país en el que la mayoría de la gente (y también de medios de comunicación) valoran a la clase política como corrupta o ineficaz, lo que menos falta hace es que se refuercen estos clichés injustos con imágenes como las de estos días. Para colmo, esta tarde acudió al hemiciclo como invitado el presidente del parlamento de Andorra y se encontró con un panorama desolador. ¡No sólo se daña la imagen interna de nuestra política, sino también cara al exterior!. Pepe Bono se limitó al chascarrillo de que “la opinión de los presentes es más importante que la de los ausentes”. Es evidente que este problema ya ha aparecido otras veces, pero que duda cabe de que si Manuel Marín hubiera estado al frente no hubiera vacilado en pedir perdón a la sociedad española. Ya lo hizo en otras ocasiones, consciente de lo necesario que es poner en valor la Política ante la ciudadanía. Esperemos que si arrecian las críticas, al menos, se decidan a tomar alguna medida al respecto. Aunque puede que si ni ellos mismos se preocupan de la imagen que trasmiten es porque tienen la que con justicia merecen.
Conviene comenzar por aclarar una premisa: el que un diputado no se encuentre en el Pleno no signifique que no esté trabajando. Primero, porque en paralelo a estos se desarrollan las comisiones, que se realizan en otras dependencias y que estudian los proyectos y propuestas de ley. Si cada vez que hay Pleno tuviera que detenerse el trabajo de las comisiones (que no necesariamente son plenarias, también tienen mucho de discusión informal), el proceso legislativo todavía sería más lento. Y segundo, porque muchos diputados tienen otras atribuciones a parte de su escaño: son ministros, jefes de organización del partido... Luego el que se solapen en la misma persona varios cargos hace que sea más difícil que acuda a todas las sesiones, sobretodo si no son de control (las políticamente más combativas) o si no es para votar. Dicho lo cual, podemos distinguir entre unos diputados que se ausentan justificadamente y otros. Luego, convendría que el justo escarnio público caiga sobre aquellas señorías que sean más sinvergüenzas. Y de la misma manera, que se habilitaran los controles internos necesarios para que la ausencia en un Pleno deba ser justificada, aunque sea por canales informales (por ejemplo, mediante el aval del jefe del grupo parlamentario).
Pese a esto, ello no quita para que sus señorías deban ser tildadas de irrespetuosas. En un país en el que la mayoría de la gente (y también de medios de comunicación) valoran a la clase política como corrupta o ineficaz, lo que menos falta hace es que se refuercen estos clichés injustos con imágenes como las de estos días. Para colmo, esta tarde acudió al hemiciclo como invitado el presidente del parlamento de Andorra y se encontró con un panorama desolador. ¡No sólo se daña la imagen interna de nuestra política, sino también cara al exterior!. Pepe Bono se limitó al chascarrillo de que “la opinión de los presentes es más importante que la de los ausentes”. Es evidente que este problema ya ha aparecido otras veces, pero que duda cabe de que si Manuel Marín hubiera estado al frente no hubiera vacilado en pedir perdón a la sociedad española. Ya lo hizo en otras ocasiones, consciente de lo necesario que es poner en valor la Política ante la ciudadanía. Esperemos que si arrecian las críticas, al menos, se decidan a tomar alguna medida al respecto. Aunque puede que si ni ellos mismos se preocupan de la imagen que trasmiten es porque tienen la que con justicia merecen.
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