lunes, 22 de febrero de 2010

¿Cintas rojas por votos?

(Publicado en la Tribuna de "La Rioja" el 21 de febrero de 2010.)

Ahora que estamos a alrededor de un año y medio de las elecciones municipales y autonómicas, se prepara en toda España un aluvión de inauguraciones. Un ejemplo paradigmático es Arnedo, donde se inaugurará en un mes la plaza de toros multiusos 'Arnedo Arena' en un gran festival de loas al actual equipo de gobierno del Partido Popular. Esto va sumado a la corrida de toros de José Tomás poco después y a las múltiples obras que harán que para los próximos comicios Arnedo parezca un campo de batalla (piscinas, Plaza España, Paseo de la Constitución, etc.).

Este tipo de inauguraciones no son diferentes a las que se practican en todos los municipios de España, donde se confía en atraer votantes a través de la provisión de bienes públicos. Las obras, además, tienen como atractivo que son tangibles frente a las políticas de demanda, que se ligan con rebajas fiscales y cheques. Valórese que todo constante, un polideportivo municipal al lado de casa tiene más impacto electoral que la promesa de una rebaja de las tasas municipales. Sin embargo, tan importante es la provisión de los bienes como el tiempo en el se provee. Se espera que, cuanta mayor cercanía tenga con la elección, más probable sea el efecto esperado. Es, por tanto, un comportamiento estratégico lógico de los equipos municipales (de cualquier color) concentrar todas las inauguraciones en la segunda mitad de la legislatura. Arnedo no es, pues, ninguna excepción. Aunque sí es significativa por su importancia electoral.

La abrumadora victoria del PP en Arnedo las pasadas elecciones tiene mucho que ver con una triple dinámica, precisamente ligada con este elemento. El PP ganó porque: 1) realizó obras públicas de manera masiva que lo hizo permeable a todo tipo de electores, 2) venía de un gobierno en coalición con el PR y este socio minoritario les sirvió de pararrayos de la oposición, absorbiendo todo el desgaste y 3) el mensaje de que lo mejor para Arnedo es que haya el mismo gobierno a nivel municipal y autonómico caló, dada la interesada sequía de financiación autonómica durante el mandato del anterior alcalde socialista. Esta estrategia fue muy exitosa, y prueba es la mayoría absoluta a nivel municipal y su aumento en el autonómico. Y eso que Arnedo se ha considerado siempre como de izquierdas (es el único municipio en La Rioja donde gana siempre el PSOE, salvo en las municipales). El Partido Popular sabe, por lo tanto, que no puede confiar (sólo) en el voto ideológico tradicional o la afinidad con el candidato, como en otros municipios. La victoria se la juega en 'vender' obras que capturen un electorado lo más transversal posible.

Por lo tanto, y dada la especial configuración del escenario (poderosa base del PSOE pero gobierno del PP) las obras tienen aquí una trascendencia capital. ¿Será suficiente? Mi intuición es que no está claro. El Partido Popular ha cometido algunos errores: la subida de las tasas municipales, la salida de su concejal de Hacienda, que le pasarán factura. Gobernar en solitario no permite escudar la responsabilidad política detrás de otros partidos. Además, algunas obras provienen del Plan E (pagadas por el Estado) y no son responsabilidad del Ayuntamiento. Esto hace que ni mucho menos Arnedo sea un escenario con un claro ganador. ¿Lo tienen claro los partidos? Los ciudadanos cada vez más. Próximo capítulo, en el 2011.

martes, 16 de febrero de 2010

Pactitis

Estos días ha causado un gran revuelo la polémica sobre la propuesta del Rey de llegar a un Pacto de Estado sobre la economía. En este país se tiene muy mitificado el elemento balsámico de los pactos como una suerte de solución de todos los problemas. Y como si los famosos Pactos de la Moncloa no hubieran sido una excepción motivada por la necesidad de afianzar la democracia en un tiempo de crisis económica, se los invoca cíclicamente como se hace con los muertos vivientes.

Decía Karl Marx que la historia se repite siempre dos veces, una en forma de tragedia y otra en forma de farsa. Eso es un poco lo que ocurre con esta llamada al pacto del monarca, en teoría, como respuesta al gran clamor social que pide el acuerdo entre los dos principales partidos. El Rey, que arbitra y modera, pero no gobierna, ha hecho públicas sus rondas de contactos con agentes políticos y sociales. La pregunta que deberíamos hacernos es; ¿Por qué con este tema y no con otros? ¿Por qué ahora? Podemos pensar que serían tan necesarios pactos de Estado en educación o política exterior como en economía. Sin embargo, este parece el tema más urgente tras los pésimos datos de los últimos días y el ataque especulativo de hace dos semanas contra la bolsa española. Pero ocurre que los pactos tienen un problema básico; encapsulan el conflicto y la posibilidad de que haya alternativas en la gestión. Sustraen la responsabilidad de los gobiernos para asimilarla al conjunto de integrantes del pacto. ¿Y es esto deseable?

Yo creo que no lo es por varias razones. La primera es que existen recetas contrapuestas entre los partidos de izquierda y de derecha para salir de la crisis. Los primeros están a favor de mantener el gasto social como estabilizador automático de la demanda y políticas de gasto público para estimular la economía. Una receta keynesiana. La derecha propone una bajada de impuestos y recortes del gasto para evitar el efecto expulsión de la inversión privada. Una receta a la Friedman. Son propuestas válidas, pero lógicamente incompatibles. ¿Cómo esperar llegar a un acuerdo a falta de un imperativo histórico similar al de 1978? La segunda razón evidente es que la democracia tiene un componente de contraposición de diferentes alternativas. El gobierno tiene un mandato para aplicar sus políticas económicas. Acertadas o equivocadas. Como lo han tenido todos los gobiernos. Y si no gustan, hay la posibilidad de elegir a otro partido. Otra cosa a discutir es la falta de alternativa, o que esta disguste aún más, que es quizás la particularidad de este momento. Pero dudo mucho que eso pueda solucionarse con un Pacto. Ahí quizás habría que hacerse una reflexión de otro tipo…

En cualquier caso, no se llegará a ningún pacto entre los dos grandes partidos porque prima la lógica electoral: uno espera que las cosas se arreglen a tiempo y el otro que, al menos, sigan igual. Bueno, cada cual ha comprometido su capital político. ¿Es malo que no se llegue a acuerdos sobre temas comunes? No debemos dejarnos engañar por el discurso tecnocrático. No hay necesariamente una única solución ni tiene por qué haber varias que sean compatibles entre sí. En economía, no hay varitas mágicas, sino que hay diferentes palancas que deben activarse, siempre con moderación. Y no hay puntos comunes más allá de los acuerdos entre partidos. Y eso, medidas económicas con acuerdos puntuales es lo que se obtendrá (espero que sí, por nuestro bien) de esta ronda de contactos con el gobierno. Es decir, nada diferente de la aritmética parlamentaria tradicional. Porque ni se puede más, ni es deseable. Porque querer encapsular la democracia (que es tensión entre ideas contrapuestas) en el reino del tedio (que es el Pacto para todo) puede generar un efecto nocivo. Que no se empiece a acusar como culpable al gobierno, sino al sistema.

Y el Rey ha patinado con este tema. Si se ha comprometido a intentar el acuerdo, ¿Será lícito culparle si no se da? Por mí el Jefe de Estado puede reunirse con quien quiera, pero si es irresponsable políticamente, al menos que no hable de política más allá de la discrección de sus funciones. Esto no son los años 70. Quizás el gobierno está solucionando mal la crisis, pero a él al menos lo voto. A él… ya veremos.

viernes, 12 de febrero de 2010

Jueces estrella

Como sabréis, la potencial inahibilitación del Juez Garzón continúa adelante. El argumento jurídico que hay detrás es la potencial prevaricación del juez al declararse competente para juzgar los crímenes del franquismo. Denostado por la izquierda cuando investigaba la guerra sucia contra ETA, y ahora por la derecha, este polémico Juez-estrella es el pim-pam-pum de la democracia de los últimos 20 años. Y aunque se editorializa mucho a favor y en contra del propio Garzón, parece que nadie analiza las corrientes de fondo, más allá de mi ignorancia manifiesta en cuestiones jurídicas.

El primer gran problema es la aberración constitucional que supone la existencia de la Audiencia Nacional. Heredera del Tribunal de Orden Público del franquismo, se trata de una instancia de enormes poderes en casos de tráfico de drogas, terrorismo o corrupción. Por lo tanto, una concentración mayúscula de atribuciones. La lógica que subyacía detrás de su creación era la de sacar de los tribunales del País Vasco los casos de terrorismo y en ese sentido, ha cumplido sus atribuciones. Sin embargo, no es menos cierto que su jurisdicción universal (hace poco revisada) hacía que lo mismo se considerara competente para juzgar a Pinochet, que a Franco o al ejército israelí. Crímenes de “lesa humanidad” que ha considerado caen sobre sus atribuciones y que ha generado no pocos quebraderos de cabeza políticos. Pero hay un resultado todavía peor, la creación de toda una plétora de jueces estrella.

Y me refiero a los Cea Bermúdez (ej, 11-M), Grande-Marlaska (ej, Caso de Juana) o el propio Garzón. Unos jueces que se han convertido en actores políticos de calado más allá de su ejercicio, a mi juicio imparcial, del código de justicia. Unos jueces bonapartistas que disponen de una concentración enorme de información y poder que hace que sean una pieza más en el tablero de la política. Por lo tanto, figuras visibles objetivo de presión política y mediática en función de intereses diversos. Ellos controlan algo tan importante como los tiempos y la iniciativa judicial. ¿Cuándo destapo el sumario del caso Gürtel? ¿Conviene sacar el tema de las fosas sobre la Memoria Histórica? ¿Acepto como testigos a etarras en el caso del 11-M? ¿Fuerzo la alimentación de un etarra en medio de una tregua? Sin lugar a dudas, un poder inmenso.

No se entienda mi crítica como una descalificación a la judicatura, que evidentemente influye en la política con sus decisiones. Eso es lo normal en un estado de derecho. Lo que ya no es tanto es el desmesurado poder que se acumula en manos de los “jueces-estrella” que dejan de influir indirectamente para convertirse en el propio sujeto político. Al margen de la propia jerarquía judicial ordinarial. Lo que es, sin duda, una anomalía que parece que nadie se cuestiona. Así que la reflexión, quizás, no debería ser tanto sobre la inahibilitación de Garzón como a si sería higiénico para la democracia el darle un cerrojazo a la Audiencia Nacional.

viernes, 5 de febrero de 2010

Algunas reflexiones de un doctorando

Durante esta etapa de formación como doctor una de las cosas que más noto es la desconexión que existe entre el endogámico mundo de la Academia y el mundo real. Un ejemplo fue ayer durante el seminario de tesis. La presentación de Irene Lapuerta trató sobre cómo las mujeres utilizaban de manera distinta la reducción de jornada (que permite ampliarla de nuevo en un momento dado) y el contrato a tiempo parcial (que era permanente) tras tener su primer hijo. Esta cuestión, que tiene una relevancia práctica indudable para fomentar la natalidad y los derechos de maternidad fue descalificada por el Sumo Sacerdote de la Sociología. Calificó que este tema era un mero informe para la Generalitat, pero que no estaba conectado con los grandes temas de la literatura. Aunque es cierto que el marco teórico debía desarrollarse; ¿Es que hay que distinguir entre lo que tiene una traducción práctica y un interés social respecto de uno teórico?

Eso lo noto un poco, también, sobre mi propio campo de estudio: los sistemas electorales. A veces partimos de asunciones teóricas que nos sitúan en un plano bien lejos de la utilidad práctica del tema o, a veces, incluso de la realidad. Los sistemas mayoritarios fomentan un sistema de dos partidos dice la Ley de Duverger cuando se cumplen sus supuestos… ¿Cómo va a ocurrir esto si son los de racionalidad a corto plazo de los votantes e información perfecta? ¿Cómo se ha de cumplir la teoría si en la práctica los votantes tienen de todo menos información y racionalidad (en el buen sentido)? Supongo que son dos debates distintos los que mezclo aquí: la traducibilidad del conocimiento generado por la Academia a la sociedad (el plano de Irene) y la propia consistencia de las teorías para explicar la realidad sobre la que, se supone, queremos de alguna manera influir (para mejorar). Publicar, claro está, es importante. Pero, ¿Quién lee nuestras publicaciones fuera del mundo de los académicos? ¿No es lícito el pretender que nuestro conocimiento (y pasión por la ciencia política) mejore la sociedad? Desde luego para esto último como está configurada la cosa no vamos bien…

Pero hay una pequeña válvula de escape para esta frustración, que aunque muchos no se toman en serio, para mí es un balón de oxígeno. La docencia. Para mí hay pocas cosas tan realizadoras como estar transmitiendo conocimientos para que ellos sí apliquen lo que aprenden a la vida real. Para que sean más libres para pensar por sí mismos, creciendo en conocimientos sustantivos tanto como en actitudes frente al trabajo. Luego, claro, hay que luchar en el aula contra esas pequeñas cosas de cada día, a veces sinsabores pero otras alegrías. Pero es un reto de verdad estimulante. De hecho, aunque salgo agotado de las clases, también salgo con el cerebro echando chispas. Plenamente activo. Y eso me gusta.

Las universidades hasta hoy se basaban en la investigación y la docencia. Ahora se nos pide que nuestro conocimiento tenga también una traslación a la sociedad. ¿A través del mundo privado? ¿Organismos semi-públicos? ¿Participando en foros sociales? ¿Desde la base de movimientos sociales, asesorando a partidos o normativas? ¿Escribiendo libros divulgativos? ¿Enseñando? Algún día tendremos que afrontar este debate. Pero de momento, me voy a clase.

jueves, 4 de febrero de 2010

A mi querido Emilio Botín

No sabía sobre que escribir hoy en el blog, pero creo que esta noticia lo merece. “El presidente del Santander, Emilio Botín, ha lanzado varios mensajes de respaldo a las medidas puestas en marcha por el Gobierno para hacer frente a la crisis.” Estupendo. Estas declaraciones las hace Emilio Botín el mismo día que sabemos que su Banco Santander ha ingresado el año pasado 9000 millones de euros, manteniendo intacto su margen de beneficio. Hijo de puta. Lo siento, pero creo que si a Esperanza Aguirre se le escapa alguno de vez en cuando, yo también tengo derecho.

Estaba un poco dándole vueltas al Fondo de Garantía que le dio el gobierno español a los bancos. Es cierto que se trataba de un préstamo, y que por ello se supone que algún día recuperaremos todo el dinero. Por otra parte, quizás se tenía las manos atadas a la hora de hacerlo, pero tengo un par de dudas. La primera es si este crédito me lo hubieran dado a mí si tengo mi empresa en apuros o no puedo financiar mi hipoteca por estar en el paro. Sospecho que no. Y la prueba más palpable es la inoperancia que han tenido los créditos del ICO (que conozco de primera mano) en transferir financiación a las PYMES, que es el verdadero corazón productivo de nuestro país. Eso sí, las grandes empresas no han tenido muchos problemas…Lo que liga un poco con mi segunda duda. ¿No estamos en un sistema capitalista? Hasta lo que yo se, sí, lo que implica un adagio muy sencillo: “el que paga manda”. Puesto que hemos hecho este préstamo, a mi modo de ver podíamos haber hecho dos cosas. Una es coger e imponer condiciones muy duras a los bancos para que ese crédito llegue a familias y empresas. Un compromiso de palabra (como parece haberse hecho) pesa poco cuando hablamos de empresas privadas, que justamente persiguen su propio beneficio. La otra opción es comprar. Comprar participación en los bancos y sentar a representantes del Estado en los Consejos de Administración. Y que, precisamente, de esos 9000 millones de euros, un porcentaje fuera legítimamente del Estado.

¿Sería tan descabellado? No lo se. Otros países tienen participación en la banca o las industrias nacionales (Francia, Alemania, Reino Unido, EEUU) y se parecen poco con una república soviética. ¿No se podría hacer que el Banco de España que actuara como prestamista con tipos de interés más bajos? Al fin y al cabo, el dinero debe fluir, pero no hace falta hacer negocio de ello. El intermediario podría tener una función social y no especulativa. Porque los bancos son los grandes fenicios de nuestro tiempo. Al fin y al cabo, no generan actividad productiva.

¿Me he vuelto comunista? ¿O es simplemente que estoy harto de que me tomen el pelo? ¿Es que en este país a la banca y a la Iglesia no hay quien las toque? Se dice en ciencia política que tenemos “dependencia de la senda”. O lo que es lo mismo, que uno puede operar dentro de los márgenes de las decisiones que adoptó o no en el pasado. Del Franquismo heredamos muchos de los males de nuestro país, pero parece que nadie quiere asumir los costes de meterles mano. Electorales no serán, porque mi opinión no es aislada. Otra cosa es que en este país, como se dice en mi tierra, falten pelotas. Aunque se me ocurren algunas cosas que hacer con las de Emilio Botín…

martes, 2 de febrero de 2010

Avispero mortal

A raíz del último ataque de los talibanes contra las tropas españolas destacadas en Afganistán (con muertos, desgraciadamente), ha vuelto a salir a la luz el debate sobre la conveniencia de participar en el conflicto. El argumentario de los partidos españoles es previsible. IU es pacifista, y por tanto está en contra de cualquier operación exterior. Mientras, el PP está a favor, pero pide que se le llame guerra para igualarla con la de Irak (incorregibles). Veamos los antecedentes.

Tras el 11 de septiembre de 2000 y el ataque de un enemigo invisible, el infame Bush se lanzó al ataque de Afganistán, derrocando con relativa facilidad al régimen talibán. Aquel estado, manejado con puño de hierro por el Mulá Omar, era acusado (justamente, creo) de albergar terroristas radicales, con el concurso de su aliado paquistaní. Ignoro si alguien esperaba que el mundo fuese más seguro tras la caída de los talibanes, habida cuenta de que se atacaba a los que cobijaban pero no a los que financiaban e inspiraban(Como es Arabia Saudí) al integrismo radical. Con el concurso de la OTAN, las potencias Occidentales y la carta de naturaleza posterior de la ONU, los talibanes cayeron. El apoyo a la Alianza del Norte (que tan inoportunamente perdió a su líder militar, Massoud “El Leon de Panjshir”) hacía preveer que los EEUU lograrían triunfar allí donde los británicos y los soviéticos rusos habían fracasado. Nada más lejos de la realidad. Se desplegaron tropas occidentales para controlar la zona, pero la autoridad se atomizó. Los señores de la guerra tomaron el control de sus feudos mientras que cada vez menos tropas (e interés incluso) estaban disponibles una vez abierto en 2003 el frente de Irak.

Se instauró un gobierno títere de Karzai que ha demostrado ser muy dúctil a los intereses de sus patrocinadores, pero que no ha querido atajar la corrupción que impregna toda su administración. Un gobierno, por cierto, cuya autoridad no llega más allá del horizonte visto desde un minarete de Kabul. Las últimas elecciones fueron un claro pucherazo (aunque probablemente, otra cosa no era posible) y no han incrementado la legitimidad de una autoridad inoperante. Y mientras, lo cierto es que la guerra se está perdiendo. La virulencia de los ataques de talibanes se ha multiplicado pese a las tropas de refuerzo que han enviado en fecha reciente cada vez más países. Y eso se suma a la estrategia pactista que ahora trata de aplicar los EEUU, mediante sobornos y concesiones a los talibanes moderados (si es que hay tal cosa) para integrarlos en el sistema. Algún día las tropas occidentales tendrán que salir del país, y es posible que si todo sigue igual, pase algo similar a la guerra de Vietnam o Camboya. Tras la guerra, los gobiernos títeres se desploman, volviendo quienes estaban antes (o peores) con más fuerza si cabe.

Está claro que la guerra de Afganistan no es la salida para combatir el integrismo islámico. De hecho, es una guerra que no se puede ganar. Para eso habría que haber empezado por atornillar las tuercas a los sauditas, trabar alianzas y potenciar a los demócratas moderados de los países árabes, recurrir a la contra-inteligencia y el espionaje. Pero el mal ya está hecho y España se ve arrastrada, como media Europa, a una guerra que no es la suya ni conviene al fin último con la que se pensó. ¿Tiene salida este callejón? Que alguien me lo diga, porque yo no la veo…