Viendo ayer el fatídico programa de las “mañanas de Cuatro” y la tertulia de mis queridas gallinitas (con la laudable excepción de Fernando Ónega, hombre de buen juicio), salió el tema de los disturbios en La Mojonera (Almería). El presunto asesinato de un ciudadano de Mali a manos de un marroquí generó un ánimo de venganza por parte de los compatriotas del primero. Alegando la lenta intervención de la policía, subsaharianos incontrolados se dedicaron a quemar contenedores y asaltar comercios magrebíes. Contextualizada la historia, volvamos al programa de televisión.
Una reportera de Cuatro, para dar una introducción sensacionalista a la historia, se acercó en directo a un locutorio que había sido asaltado por los vándalos. El edificio mostraba su deterioro y el aparador tenía las señales de las piedras que habían arrojado contra él. Desde fuera del local, la reportera se dirigió a su dueño, un tal Ahmed. La conversación transcurrió algo así:
Reportera: Estamos con Ahmed, propietario de este local. Él se encontraba dentro cuando los inmigrantes subsaharianos (nótese la agresividad del lenguaje) comenzaron a atacar su local. ¿Cómo viviste esos momentos?
Ahmed: Tranquilo.
Reportera: (Con sorpresa) ¿No te asustaste ante el ataque?
Ahmed: No. Sólo es un cristal y se puede arreglar.
Reportera: (Algo descolocada) Bueno, Ahmed. Y dinos, ¿Tienes miedo a que haya nuevos enfrentamientos entre tus compatriotas y la gente subsahariana?
Ahmed: No. Los que hicieron todo esto no son más que unos gamberros que irán a la cárcel. La gente de Mali son buenas personas. Tengo mucho amigos entre ellos y sé que son buena gente.
En este punto, la reportera devolvió apurada la conexión a los estudios. A partir de aquí, empezó la discusión en la tertulia. Que si Almería es un polvorín, que la política de inmigración, que si contrato o no contrato... Pero parece que ninguno reparó en las declaraciones de Ahmed. ¡Que sensatez y aplomo! Lo que realmente me sorprende de la historia es la pugna que se dio entre el buen juicio y el periodismo amarillista. Por más que la periodista intentaba hacer aflorar sentimientos de miedo, de crisis, lo cierto es que no era más que un episodio violento de unos incontrolados. Y puesto en sus términos certeros, el miedo no tiene cabida. A partir de aquí, los medios se encargarían de intentar magnificar el episodio, para que aquellos que no lo han vivido directamente se formaran una idea equivocada. Unos clichés propios de titular, forzando una imagen de la realidad que a ellos les de mayor tirada y a nosotros, mayores prejuicios.
Pero, sirviéndome en este caso concreto como ejemplo, no les sale siempre bien. Porque siempre hay gente sensata, gente que no se deja llevar por sus instintos más primarios. Gente como el propietario de ese locutorio. Y mientras esa gente exista, seguirá habiendo esperanza. Por cierto: ¿Cómo creéis que hubiera respondido a esas preguntas un habitante autóctono de La Mojonera? Me reservo mi opinión.
Una reportera de Cuatro, para dar una introducción sensacionalista a la historia, se acercó en directo a un locutorio que había sido asaltado por los vándalos. El edificio mostraba su deterioro y el aparador tenía las señales de las piedras que habían arrojado contra él. Desde fuera del local, la reportera se dirigió a su dueño, un tal Ahmed. La conversación transcurrió algo así:
Reportera: Estamos con Ahmed, propietario de este local. Él se encontraba dentro cuando los inmigrantes subsaharianos (nótese la agresividad del lenguaje) comenzaron a atacar su local. ¿Cómo viviste esos momentos?
Ahmed: Tranquilo.
Reportera: (Con sorpresa) ¿No te asustaste ante el ataque?
Ahmed: No. Sólo es un cristal y se puede arreglar.
Reportera: (Algo descolocada) Bueno, Ahmed. Y dinos, ¿Tienes miedo a que haya nuevos enfrentamientos entre tus compatriotas y la gente subsahariana?
Ahmed: No. Los que hicieron todo esto no son más que unos gamberros que irán a la cárcel. La gente de Mali son buenas personas. Tengo mucho amigos entre ellos y sé que son buena gente.
En este punto, la reportera devolvió apurada la conexión a los estudios. A partir de aquí, empezó la discusión en la tertulia. Que si Almería es un polvorín, que la política de inmigración, que si contrato o no contrato... Pero parece que ninguno reparó en las declaraciones de Ahmed. ¡Que sensatez y aplomo! Lo que realmente me sorprende de la historia es la pugna que se dio entre el buen juicio y el periodismo amarillista. Por más que la periodista intentaba hacer aflorar sentimientos de miedo, de crisis, lo cierto es que no era más que un episodio violento de unos incontrolados. Y puesto en sus términos certeros, el miedo no tiene cabida. A partir de aquí, los medios se encargarían de intentar magnificar el episodio, para que aquellos que no lo han vivido directamente se formaran una idea equivocada. Unos clichés propios de titular, forzando una imagen de la realidad que a ellos les de mayor tirada y a nosotros, mayores prejuicios.
Pero, sirviéndome en este caso concreto como ejemplo, no les sale siempre bien. Porque siempre hay gente sensata, gente que no se deja llevar por sus instintos más primarios. Gente como el propietario de ese locutorio. Y mientras esa gente exista, seguirá habiendo esperanza. Por cierto: ¿Cómo creéis que hubiera respondido a esas preguntas un habitante autóctono de La Mojonera? Me reservo mi opinión.
1 comentario:
muy bueno!!!! como se nota que los medios de comunicación solamente existen para vender... vaya panda!
Debería volver el periodismo autentico y más en televisiones como Cuatro que venden ser una tele sin sensacionalismo!!
Viva el periodismo de calidad!!!
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