Algo que está en boca de todos los medios de comunicación estos días es la situación de crisis interna que existe en el Partido Popular. Tras la revalidación del PSOE de Zapatero en el poder, la tesis de que su triunfo fue en exclusiva debido a los atentados del 11-M se ha desmoronado. Aquella dulce derrota del PP que le arrojó a la estrategia de la oposición frontal confiando en la debilidad del PSOE ha llegado a su fin. Y no hace falta ser un lince para verlo: el PSOE logró aglutinar el miedo al regreso del PP. Ahora tenemos que en el Partido Popular se abre la reflexión interna que no se abrió en su momento. Cambian caras y se postulan críticas
Los dos famosos adalides del radicalismo mediático de los populares, Zaplana y Acebes, desaparecen de escena. El primero se marcha a Telefónica y el segundo, aún está por ubicar. Todo son incógnitas respecto del futuro equipo directivo que saldrá del Congreso de Valencia a la par que se sobreponen diferentes conflictos. Un primer enfrentamiento es el ya clásico en los partidos entre la nueva generación y la vieja guardia. Los primeros buscan un relevo de calado en el seno del partido, mientras que los segundos exigen un puesto acorde a las responsabilidades políticas que han tenido en el pasado. A su vez, se desarrolla la pugna entre las diferentes baronías del PP por ganar poder.
Una lucha que se desarrolla al menos en tres dimensiones El de los feudos tradicionales, que quieren controlar de manera más directa la dirección nacional. El de los partidos sistemáticos perdedores (La rama catalana, vasca…) que presionan por una estrategia general que los haga más viables en sus territorios. Y tercera, la que hay dentro de cada rama autonómica por el control de la dirección. En Cataluña pugnan Sirera, Fernandez Díaz y Nebreda. En Alicante aún existe un zaplanismo por reconvenir. En Madrid, Gallardón y Esperanza siguen con las espadas en alto. La segunda, por cierto, algo tocada tras sus amagos de presentarse contra Mariano. Con este panorama, es comprensible que notables del partido llamen a Rajoy a despejar lo antes posible la composición de su equipo. De momento, el líder popular se dedica a recabar apoyo de compromisarios. Las restricciones internas a la presentación de una candidatura independiente (formalmente, muy difícil) juegan a su favor. Pero quizás sea un flaco favor, porque si Rajoy venciera en un Congreso a una alternativa, podría ver reforzado su propia legitimidad, emancipándose definitivamente de la sombra del dedo de Aznar.
Y, además, se hace una reflexión no sólo sobre el equipo sino también sobre la estrategia. Puede pensarse dos cosas. O bien la estrategia de la tensión al máximo está agotada y hay que reconvenirse hacia la moderación o bien la estrategia era la correcta, pero ha fallado su ejecución. La primera llama a un retorno hacia el centrismo moderado, a la vuelta a la travesía que Aznar inició en su idea. Sin embargo, si lo que falló fue la ejecución de la estrategia, el relevo en el liderazgo es obligado. La primera reflexión parece ser la de Mariano Rajoy. La segunda, la del ala dura (y mediática) el Partido. En suma, parece que existirá que la situación interna del PP copará muchos titulares de prensa todavía. Algo que le puede venir bien, por cierto, al PSOE, por más que impida consensos. Para gestionar la crisis, le conviene el silencio…
Los dos famosos adalides del radicalismo mediático de los populares, Zaplana y Acebes, desaparecen de escena. El primero se marcha a Telefónica y el segundo, aún está por ubicar. Todo son incógnitas respecto del futuro equipo directivo que saldrá del Congreso de Valencia a la par que se sobreponen diferentes conflictos. Un primer enfrentamiento es el ya clásico en los partidos entre la nueva generación y la vieja guardia. Los primeros buscan un relevo de calado en el seno del partido, mientras que los segundos exigen un puesto acorde a las responsabilidades políticas que han tenido en el pasado. A su vez, se desarrolla la pugna entre las diferentes baronías del PP por ganar poder.
Una lucha que se desarrolla al menos en tres dimensiones El de los feudos tradicionales, que quieren controlar de manera más directa la dirección nacional. El de los partidos sistemáticos perdedores (La rama catalana, vasca…) que presionan por una estrategia general que los haga más viables en sus territorios. Y tercera, la que hay dentro de cada rama autonómica por el control de la dirección. En Cataluña pugnan Sirera, Fernandez Díaz y Nebreda. En Alicante aún existe un zaplanismo por reconvenir. En Madrid, Gallardón y Esperanza siguen con las espadas en alto. La segunda, por cierto, algo tocada tras sus amagos de presentarse contra Mariano. Con este panorama, es comprensible que notables del partido llamen a Rajoy a despejar lo antes posible la composición de su equipo. De momento, el líder popular se dedica a recabar apoyo de compromisarios. Las restricciones internas a la presentación de una candidatura independiente (formalmente, muy difícil) juegan a su favor. Pero quizás sea un flaco favor, porque si Rajoy venciera en un Congreso a una alternativa, podría ver reforzado su propia legitimidad, emancipándose definitivamente de la sombra del dedo de Aznar.
Y, además, se hace una reflexión no sólo sobre el equipo sino también sobre la estrategia. Puede pensarse dos cosas. O bien la estrategia de la tensión al máximo está agotada y hay que reconvenirse hacia la moderación o bien la estrategia era la correcta, pero ha fallado su ejecución. La primera llama a un retorno hacia el centrismo moderado, a la vuelta a la travesía que Aznar inició en su idea. Sin embargo, si lo que falló fue la ejecución de la estrategia, el relevo en el liderazgo es obligado. La primera reflexión parece ser la de Mariano Rajoy. La segunda, la del ala dura (y mediática) el Partido. En suma, parece que existirá que la situación interna del PP copará muchos titulares de prensa todavía. Algo que le puede venir bien, por cierto, al PSOE, por más que impida consensos. Para gestionar la crisis, le conviene el silencio…
No hay comentarios:
Publicar un comentario