miércoles, 14 de enero de 2009

Los bárbaros están dentro

“El español medio sabe desde la escuela que el acueducto de Segovia es una construcción romana, y no sólo es probable que lo haya visto decenas o centenares de veces en postales o en la televisión, ya que no en libros, sino que hasta es muy posible que lo haya contemplado en un viaje a la ciudad. Sin embargo, no protesta cuando se le dice –en la prensa, sin ir más lejos– que "los árabes" introdujeron la hidráulica y los sistemas de desagüe en España. Si se detuviera a considerar el asunto, tal vez empezara a sospechar que esa alteración en el orden de los acontecimientos no es un producto de la ciencia histórica que se ocupa del pasado, sino del relato político del presente, que nos quiere aliados a una civilización con la que tenemos tradicionales lazos de enemistad desde hace trece siglos” (Horacio Vazquez- Rial).

Estos últimos meses he estado reparando cada vez con mayor preocupación lo enormemente racista que es la sociedad española. Por más que las encuestas oficiales lo enmascaren, lo cierto es que a pie de calle se puede notar el desprecio existente hacia lo extranjero. Por supuesto, de manera muy selecta, hacia el inmigrante que es más pobre; hacia el latinoamericano, el magrebí, el sudafricano o el de Europa Oriental. Hacia el comunitario no, por Dios, que aún dependemos mucho del turismo para subsistir. Sigamos ahondando la cuestión con un ejemplo. Cuando llegué estas Navidades a mi pueblo, el primer debate en el que me vi involucrado era si un inmigrante tenía derecho a cobrar la lotería. Había un sujeto, un corto de mente, que entendía que por más que hubiera comprado su boleto (por lo tanto, participado en pié de igualdad), no debería cobrarla. De hecho, no deberían ni poder participar. Al final ante presión de la discusión tuvo que modificar su postura inicial. Aún así, él seguía reconociendo un regusto amargo por “darle el dinero de mi lotería a ese moro” (sólo le faltó añadir “de mierda”).

Luego me encuentro por internet con perlas de pseudo-intelectuales de la extrema derecha militante que trata de legitimar el odio a lo islámico. Véase el primer párrafo. Todo ello justificado en que, ante la existencia de un integrismo islámico (cómo si no hubiera integrismo católico) que es una ideología totalitaria, son una amenaza para la libertad de Occidente. Así, se construye un discurso ideológico que pasa por la reinterpretación de la Historia. Por ejemplo, sosteniendo que hubo una “Reconquista cristiana” en España ( así se enseñaba en tiempos de Franco) cuando en realidad no hubo un movimiento unificado sino que fueron guerras independientes entre reinos cristianos y musulmanes, muchas veces con alianzas entre ellos con independencia de su religión. O tratando de negar (como en el extracto presentado) el legado andalusí como si los musulmanes de la península no se estuvieran bañando diariamente cuando los belicosos reyes del norte no sabían ni quien había sido Platón. O como si hubiera una intencionalidad política, de buenismo zapateril, por endulzar nuestra “histórica enemistad”. De hecho, en aquel tiempo los musulmanes presentaron más tolerancia a la libertad de culto, aunque también con etapas de represión, que la de los Reyes Católicos que organizaron expulsiones masivas.

Por desgracia, la cultura hispánica es profundamente racista; en parte lastrada por el haber sido un país que nunca ha sido receptor de inmigración y por un legado de fuerte integrismo católico. Ese discurso impregna la sociedad, tanto en la base como en la legitimación del mismo por parte de la intelectualidad ultra-conservadora. Una de las cosas que admiro de los EEUU es el haber construido un país desde la mezcolanza de diferentes razas y etnias, apreciando a un hombre más por su valía que por su piel. Es evidente que ha sido una lucha dura la que ha habido al otro lado del Atlántico, pero los avances han sido notables. Mañana hablaré sobre lo que no se ve de Oriente, los verdaderos problemas que tiene esa sociedad para emanciparse de la religión y construir una sociedad libre. Pero hoy, preocupado más por mi país, lanzo una pregunta retórica: ¿Estaría España preparada para tener un presidente con raíces musulmanas?

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