Hace varios meses recibí un encargo para hacer una entrada. M. y G. pedían insistentemente un post en el que se cantaran sus excelencias. Pero ¿Cómo hacer para retratarlas sin caer en la burda adulación? Ciertamente, escribí varias versiones pero ninguna me satisfizo totalmente. Hasta que a mi padre se le ocurrió la mejor manera de dar una imagen certera sobre cómo son cada una de ellas. Retratar como son “las madres”, precisamente, como madres. Porque no hay mejor indicador observable de lo enormemente diferentes que son entre ellas.
A M.S. siempre la he asociado desde pequeño con “Mary Poppins”, aunque sin saber mucho por qué. Quizás porque es proclive a desplazarse volando de un lugar a otro, a estar en todos los sitios. Su carácter es cooperativo pero a la vez de caminante infatigable. Con disciplina prusiana. Organizada hasta el extremo. Con método. Sus hijos han llevado siempre los más deliciosos manjares al recreo. El bizcocho, la tarta de galletas… que terminaban sirviendo de comida para todos sus compañeros. Otras madres hubieran rebajado el nivel a un bocata de salami. M.S. es de las que dobla la ración para que llegue bizcocho a todo el mundo. Es la misma que confisca el pan a su hijo para que se acabe el rancho. Si un don tiene M.S. es la omnisciencia propia del clan a que representa. Conoce a todos y sabe de todo. Sobre todo, el camino a Préjano.
M. está hecha de otra pasta. Aunque sabe ponerse seria, es la de la risa floja de los “cojoncillos”. Es una confidente silenciosa y leal, infatigable en el crucigrama. Un carácter afable pero que cuando entra en colisión con sus hijos se transforma. Con ellos es el conflicto permanente, un insistente toma y daca. El hijo mayor, por supuesto, es el que más le entra al trapo y cae en sus trampas. Pero no significa que se lleven mal, sino todo lo contrario. Se quieren muchísimo. Sólo que lo expresan picándose entre ellos. Fan de “Estopa”, aunque lo canta con dificultad, es una apasionada de los juegos de ingenio. Ella es urbanita, le gusta la vida de ciudad, el contacto con gente. Pero cuando se ve atrapada por el imperativo rural, cómo le pasa con frecuencia, sabe arrimar el hombro. Le encanta hablar pero, sobretodo, es buena escuchando.
M-M. no tiene nada que ver. Ella vive en una doble dimensión, mágica, entre lo fantástico y lo real. Tan pronto está hablando contigo cómo se abstrae en sabe dios que pensamientos. No es que le falte cobertura, sólo que tiene línea directa con “Los Mundos de M.”. Pero siempre está sonriendo, de un modo u otro. Loca por cumplir los deseos de la pequeña M., a la que lleva de lado a lado con un orgullo de madre. Puede que crea que la comida se está haciendo pero tenga apagado el fuego. Sí, es despistada. Pero sabe vivir feliz. Aunque ojo el que se crea que no es astuta. Porque sabe encajar muy bien golpes cuando conviene. M-M. es paciente y calma, cómo las mareas. Es de sofá y libro. Es de manta de cuadros. Y sobre todo es de risa contagiosa, de esa risa que tiene que te recuerda a la de una niña y que no puedes evitar acompañar.
G. tiene su qué. Por una parte, le encanta estar metida en todos los sitios, le gusta participar en las cosas. Herce es su ciudad de adopción, pero ya es casi su lideresa. Es una jugadora imbatible de mus, rabino y parchís. Pero por otra parte no es un carácter hogareño. Es más de salir. Es de hacer cosas con los pequeños, es de atracciones, es de viajar. Más que por edad, es por actitud. Con sus hijos no es para nada conservadora, pero los choques que tiene con el pequeño son terribles. En cierta medida, porque son muy parecidos. Su carácter es el de una cartera. Va a su ritmo pero conoce todos los buzones. Y cuantos más conozca, mejor. Le gusta mucho sentirse arropada, le gusta estar siempre con gente. G. es pródiga en generosidad, poniéndolo todo siempre a disposición de los demás, sin pedir nada a cambio. Bueno, quizás un café.
A.M. tiene esa salsa de los andaluces que prodiga en reuniones sociales. Y aunque eso le da la gracia que les es propia, no le salva de ser, quizás, la más indiscreta de las 5 madres. Nadie se salva de un interrogatorio amoroso que deja caer con sutiles comentarios de “¿Ya tienes novia?”. Parecería que quiere casarnos a todos. Y sobre todo a su hijo mayor, al que trae loco con el tema. Tiene un don a la hora de caer bien a la gente. Y eso que sus hijos son de carácter fuerte y colisionan con frecuencia, sobretodo con la adolescente. Así, A.M. sufre más la procesión por dentro que por fuera, pues nunca da un desplante o pone un mal gesto. Es una caja de sorpresas, pues cuando menos te lo esperas, sabe tocar la guitarra. Y también es de firmes convicciones, que defiende con vehemencia. Y sin embargo, con ella la discusión es fácil de evitar. Si media un merengue.
Son cinco madres. Son formas diferentes de entender la maternidad y la vida. Y sin embargo, en cierta medida, nos han criado todas juntas desde bien pequeñitos. Ellas son, quizás, nuestras cinco madres.
A M.S. siempre la he asociado desde pequeño con “Mary Poppins”, aunque sin saber mucho por qué. Quizás porque es proclive a desplazarse volando de un lugar a otro, a estar en todos los sitios. Su carácter es cooperativo pero a la vez de caminante infatigable. Con disciplina prusiana. Organizada hasta el extremo. Con método. Sus hijos han llevado siempre los más deliciosos manjares al recreo. El bizcocho, la tarta de galletas… que terminaban sirviendo de comida para todos sus compañeros. Otras madres hubieran rebajado el nivel a un bocata de salami. M.S. es de las que dobla la ración para que llegue bizcocho a todo el mundo. Es la misma que confisca el pan a su hijo para que se acabe el rancho. Si un don tiene M.S. es la omnisciencia propia del clan a que representa. Conoce a todos y sabe de todo. Sobre todo, el camino a Préjano.
M. está hecha de otra pasta. Aunque sabe ponerse seria, es la de la risa floja de los “cojoncillos”. Es una confidente silenciosa y leal, infatigable en el crucigrama. Un carácter afable pero que cuando entra en colisión con sus hijos se transforma. Con ellos es el conflicto permanente, un insistente toma y daca. El hijo mayor, por supuesto, es el que más le entra al trapo y cae en sus trampas. Pero no significa que se lleven mal, sino todo lo contrario. Se quieren muchísimo. Sólo que lo expresan picándose entre ellos. Fan de “Estopa”, aunque lo canta con dificultad, es una apasionada de los juegos de ingenio. Ella es urbanita, le gusta la vida de ciudad, el contacto con gente. Pero cuando se ve atrapada por el imperativo rural, cómo le pasa con frecuencia, sabe arrimar el hombro. Le encanta hablar pero, sobretodo, es buena escuchando.
M-M. no tiene nada que ver. Ella vive en una doble dimensión, mágica, entre lo fantástico y lo real. Tan pronto está hablando contigo cómo se abstrae en sabe dios que pensamientos. No es que le falte cobertura, sólo que tiene línea directa con “Los Mundos de M.”. Pero siempre está sonriendo, de un modo u otro. Loca por cumplir los deseos de la pequeña M., a la que lleva de lado a lado con un orgullo de madre. Puede que crea que la comida se está haciendo pero tenga apagado el fuego. Sí, es despistada. Pero sabe vivir feliz. Aunque ojo el que se crea que no es astuta. Porque sabe encajar muy bien golpes cuando conviene. M-M. es paciente y calma, cómo las mareas. Es de sofá y libro. Es de manta de cuadros. Y sobre todo es de risa contagiosa, de esa risa que tiene que te recuerda a la de una niña y que no puedes evitar acompañar.
G. tiene su qué. Por una parte, le encanta estar metida en todos los sitios, le gusta participar en las cosas. Herce es su ciudad de adopción, pero ya es casi su lideresa. Es una jugadora imbatible de mus, rabino y parchís. Pero por otra parte no es un carácter hogareño. Es más de salir. Es de hacer cosas con los pequeños, es de atracciones, es de viajar. Más que por edad, es por actitud. Con sus hijos no es para nada conservadora, pero los choques que tiene con el pequeño son terribles. En cierta medida, porque son muy parecidos. Su carácter es el de una cartera. Va a su ritmo pero conoce todos los buzones. Y cuantos más conozca, mejor. Le gusta mucho sentirse arropada, le gusta estar siempre con gente. G. es pródiga en generosidad, poniéndolo todo siempre a disposición de los demás, sin pedir nada a cambio. Bueno, quizás un café.
A.M. tiene esa salsa de los andaluces que prodiga en reuniones sociales. Y aunque eso le da la gracia que les es propia, no le salva de ser, quizás, la más indiscreta de las 5 madres. Nadie se salva de un interrogatorio amoroso que deja caer con sutiles comentarios de “¿Ya tienes novia?”. Parecería que quiere casarnos a todos. Y sobre todo a su hijo mayor, al que trae loco con el tema. Tiene un don a la hora de caer bien a la gente. Y eso que sus hijos son de carácter fuerte y colisionan con frecuencia, sobretodo con la adolescente. Así, A.M. sufre más la procesión por dentro que por fuera, pues nunca da un desplante o pone un mal gesto. Es una caja de sorpresas, pues cuando menos te lo esperas, sabe tocar la guitarra. Y también es de firmes convicciones, que defiende con vehemencia. Y sin embargo, con ella la discusión es fácil de evitar. Si media un merengue.
Son cinco madres. Son formas diferentes de entender la maternidad y la vida. Y sin embargo, en cierta medida, nos han criado todas juntas desde bien pequeñitos. Ellas son, quizás, nuestras cinco madres.
4 comentarios:
Eres genial y me ha encantado el post... Ninguno de los 9 hijos (aunque la pequeña carece del suficente vocabulario) lo hubiera expresado mejor.
Un gran regalo para ellas,mama me ha dicho que se han emocionado. Enorabuena,has conseguido lo que ellas te exigieron.
Un beso y cuidate.
Hola Pablo: lo prometido es deuda, si tu has cumplido con tu parte de la promesa, yo sigo debiendote la tarta de galletas. De verdad que lo has escrito con mucho cariño, pero a nosotras nos ha llegado a lo más hondo del corazón. No puedes imaginarte el revuelo que se ha organizado en mi trabajo, y casi todos han coincidido en que te debieras dedicar a escribir.
Nosotras seremos vuestras cinco madres, pero vosotros sois nuestros nueve hijos. Os queremos.
Pablito, no hay mejor forma de describir a nuestras cinco madres mejor que como tu lo has hecho. La verdad es que cada una tiene su particularidad pero todas son nuestas madres, y no unas madres cualquiera. No solo has conseguido emocionarlas a ellas, sino que a los hijos también, por lo menos a mi. Un beso, nos vemos pronto
Maria.
Hola Pablo, es bien, es bien, resulta agradable saber que como progenitores, hemos sabido transmitir la buena sintonia y cariño, que nos ha permitido desde hace mas de treinta años en algunos casos, mantener una relacion que sin intromisiones mas alla de que nos hemos autoimpuesto forjar unos vinculos tan fuertes entre los adultos para revertirlas posteriormente en los planos y pequeños, "tas cuenta"
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