lunes, 25 de enero de 2010

Polémicas lingüísticas

Hace poco ha saltado a la palestra una polémica sobre una niña que ha sido suspendida en un examen por contestar en castellano. A raíz del asunto, el Partido Popular, la Asociación para la Libre Elección de Lengua y los medios de la órbita han dado publicidad al caso a través de una carta remitida al Ministerio de Educación. En la misiva la apenada niña ha escrito con una preciosa caligrafía digna de un cuadernillo de Lamela una petición al ministro para “que le devuelvan el sobresaliente que le han robado”, constatando el asombro de sus compañeros franceses por no poder escribir “en español en España” y pidiendo un pacto educativo (curiosa reivindicación de una niña tan pequeña) para que “todos los niños tengan la misma educación en España”.

La verdad es que ha trascendido información dispar sobre el asunto, pero empezaré yendo de lo particular a lo general. Primero y extraño, no se especifica en que asignatura le han puesto el suspenso. Asumo que la asignatura no era valenciano, porque sino sería el asunto sería de traca. Del mismo modo, noto excesiva seguridad en sí misma de la niña sobre su calificación, así que recomiendo a los verdaderos redactores (que son sus padres) que en futuras cartas sería más bonito rebajar el tono de arrogancia. Digamos mejor aprobado que sobresaliente. Igualmente, recomendaría a los padres a que se dirigieran al órgano competente: la Consellería de Educación del gobierno valenciano. Por si no lo saben, es ésta quien tiene las competencias de educación, de modo que si no están contentos con el asunto, supongo que el conseller del ramo ya habrá recibido más cartas que Papa Noel en Navidad. Sobre todo porque ha sido el propio gobierno valenciano quien ha habilitado un sistema con diferentes vías (libremente elegidas) en función de las asignaturas que quiere recibir en valenciano. ¿Y le mandan una carta al pobre Gabilondo?

Hablemos un poco más en general de la política lingüística en la escolarización. De manera general, hay dos opiniones confrontadas sobre el tema. Una es la de que sean los padres lo que elijan de manera voluntaria cual es la lengua en la que quieren que sus hijos reciban clase. La otra es que los infantes reciban la mayoría de clases en la lengua minoritaria para procurar que sean competentes en ambas (la razón de dar más peso a la menor es por el predominio social del castellano). Hay una razón crucial avalada por la experiencia por la que prefiero la última a la primera y se vincula con la discriminación. Si los padres pueden elegir la lengua de sus hijos, lo lógico es que aquellos que son de fuera del territorio elijan por sistema el castellano, mientras que los autóctonos tiendan a hacer por la propia del lugar (así pasaría en Cataluña, al menos, con la inmigración de otras comunidades que se instaló allí). Esto generaría que hubiera dos perfiles, los propios del lugar, generalmente en una posición económica mejor, con una lengua propia (además de ser competentes en el castellano) mientras que los otros, los de otras comunidades, generalmente con una posición económica peor de partida, sólo competentes en castellano. Así, nos encontraríamos con una potencial fuente de discriminación: la lengua como filtro para camuflar posibles prejuicios.

Quizás el ejemplo más paradigmático sobre los efectos adversos que tiene permitir la división lingüística en una sociedad es Bélgica. Hasta los años 70, las lenguas oficiales eran el flamenco y el francés de manera paritaria. Sin embargo, desde ese momento el país se fracturó en función de las lenguas. Y esto no sólo ocurrió al nivel educativo o cultural, sino que hasta los partidos se dividieron en función de si operaban en el área flamenca o valona. Esta división se solapó a las diferencias entre flamencos (más ricos y protestantes) y los valones (algo más pobres y católicos), dando pié a que el país que está en el corazón de Europa esté al borde de la desaparición por sus tensiones nacionales.

La caverna, que tiene de todo menos perspectiva, no es consciente del coste social que implica hacer que los ciudadanos de un territorio no sean competentes en las lenguas oficiales del lugar. La constitución y el propio TC han avalado el modelo lingüístico de inmersión, por más ataques que se le hace desde la caverna. Pero es que además de ajustarse a la legalidad, es la decisión que entiendo más inteligente para no discriminar entre los autóctonos con pedigree y los forasteros, evitando fracturas sociales. Así que, mi querida niña, te recomiendo que cambies los términos de tu carta en:

“Querido Conseller:
He tenido un examen y me han suspendido por usar el castellano. Mis padres eligieron que me escolarizara con esta asignatura en valenciano, pero no he podido aprobar porque no conozco la lengua. ¿Por qué voy a ser menos que mis compañeros de clase? Me gustaría que pusieras todos los medios para que pueda leer, escribir y hablar perfectamente el valenciano y el castellano ya que me asiste ese derecho en la Constitución y la ley.”

¡Ah! ¡Por cierto! Yo hice todos los exámenes de la carrera en castellano y, por lo visto y a diferencia de lo que dicen muchos tertulianos de la caverna, me dejaron ir al baño a hacer pis, no me suspendieron los exámenes, no me pegaron mis compañeros y no vino Carod Rovira a ponerme una multa. Curiosamente, terminé con un expediente brillante. ¡Cosas que pasan!

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