jueves, 21 de enero de 2010

¿Se colapsan las pensiones?

Declaraciones recientes de Rodrigo Rato han tenido una cierta resonancia en los medios de comunicación. Éstas hacían referencia a la sostenibilidad del sistema de pensiones las cuales, según el criterio del ex-ministro de Economía, quedarán tocadas en 15 años, cuando la Seguridad Social entre en números rojos. Este es un asunto que sale de manera periódica por la lógica preocupación que suscita. Sobre este tema quizás tenga más claro lo que no hay que hacer que la cuadratura del circulo de su solución. Y vaya por delante que no soy experto en el tema.

En primer lugar, si vamos a tener problemas de financiación de la Seguridad Social hay dos cosas que no pueden hacerse: ni aumentarse sus costes (más allá del envejecimiento demográfico) ni reducirse sus ingresos. Por eso lo primero es hacer un crítica furibunda al chollo de las prejubilaciones y a las rebajas en la cotización a la seguridad social. Las prejubilaciones, práctica tan habitual durante los 80, no han hecho mas que sobrecargar el sistema público de pensiones. De esta manera, el Estado (es decir, todos) se ha hecho cargo del coste de despido de muchos trabajadores de los sectores en reestructuración, con la complicidad de empresarios y sindicatos. Y de hecho, de nuevo algunos (sindicatos hasta lo que se) piden la misma solución para muchos de los problemas que hay en la industria del automovil. Está claro que ese no es el camino. Pero tampoco se puede tolerar una merma en la recaudación de la SS. Por eso mismo, la receta que propone la CEOE y el Partido Popular para salir de la crisis, que es una reducción en las cotizaciones a la seguridad social de las empresas, bajo ningún concepto puede aceptarse por su impacto negativo en las pensiones. Es poco probable que esta rebaja genere suficientes puestos de trabajo como para compensar la pérdida de recaudación.

Porque si el sistema de pensiones tiene un problema es el de la jubilación de toda la generación del Baby Boom de los años sesenta, cuando tendremos que sostener las pensiones de más jubilados que trabajadores cotizantes (con las proyecciones actuales de evolución demográfica en la mano). Sin embargo hay algunos elementos que merece la pena considerar. Primero, y contra el alarmismo, que si el sistema de pensiones se hubiera desmoronado tantas veces como se ha pronosticado tendríamos a la mitad de los ancianos del país tirados en las cunetas de la carretera. Segundo, que no hay mejor remedio contra este mal que la inclusión de mayor número de trabajadores cotizando. Por esto mismo, el empleo y la inmigración han tenido un impacto positivo en el superavit de la seguridad social de los últimos años, ampliando la base de cotizantes. Y tercero, que no sólo importa el número de cotizantes, sino también su productividad. Es decir, que cuanto más riqueza se deriva del rendimiento del trabajador, más recauda la seguridad social. Por lo tanto, cualquier medida que aumente la base de la recaudación (sea la inmigración legal, sea con políticas de fomento de nuestra tasa de natalidado empleo) o de nuestro rendimiento en el trabajo (vía productividad) serán positivas.

Algunos especialistas proponen un retraso de la edad de jubilación o su conversión en voluntaria para determinados trabajos. Aunque el primer caso parece la solución que la mayoría de la sociedad asume como inevitable, no por ello será menos traumática. Es evidente que la segunda opción es razonable y terminará por introducirse a no mucho tardar. Aunque hay otra opción posible, aunque aterradora para los ortodoxos en contra de la deuda pública y el intervencionismo estatal. Que los propios presupuestos del estado financien las pensiones de manera complementaria, quizás, subiendo o creando impuestos para no descuadrar las finanzas públicas.

No cabe duda de que habrá que tomar cartas en el asunto, y problablemente combinando diferentes alternativas de las anteriores y otras. Y aunque el pesimismo nos ha llevado a asumir lo inevitable del recorte de las pensiones, también podemos plantearnoslo de otra manera. A saber: ¿Cuánto y qué estamos dispuestos a sacrificar por mantener nuestro Estado de Bienestar?

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