jueves, 1 de abril de 2010

24 horas en Canadá

Aún afectado por el cambio de horario (que genera que esté a horas intempestivas con hambre o a media tarde con sueño) empiezo a narrar las crónicas de mi estancia en Montreal. Empecemos por el viaje. Es la primera vez que hago un vuelo trasatlántico y los provincianos, ya se sabe, somos muy impresionables. Tras la visita de algunos “duendes” durante la noche, todo arranca con el vuelo Barcelona- Ginebra. El padre de Marc nos acercó al aeropuerto, cosas muy de agradecer y, tras una hora y diez de vuelo, nos preparamos para montar en el boing canadiense que nos lleva para Montreal. 8 horas tienen la culpa, pero la verdad es que saben como entretenerte. Te ponen frente al asiento unas mini-pantallas táctiles con películas, series, música… y te van dando de comer, aunque tampoco de una manera espléndida. Como volamos a favor del sol terminamos ganando día. Salimos a las 12:45 y llegamos a las 14: 30 del mismo día.


Antes de entrar en Canadá tuvimos que rellenar unos formularios sobre las razones de nuestra entrada, situación financiera, objetos a declarar y demás historias. Después, una “simpática” funcionaria de inmigración te hace un interrogatorio (que te pone nervioso, nunca las tienes todas contigo) sobre a dónde vas, probarlo con papeles… Menos mal que el día de antes me llevé todo tipo de documentos impresos para evitar problemas. Cada vez que se ponía tonta le sacaba otro legajo. Al final, por aburrimiento, entré en Canadá. Tras esta experiencia fuera de la UE, mi plena solidaridad con todos los inmigrantes del mundo. Porque en ningún lugar te sientes tan basura como en una cola de inmigración. Cogimos un taxi que nos dejó cerca de casa, tras algunos problemas con la dirección. Tras ello, un pequeño paseo de exploración.


Hay algunas cosas a considerar. Aquí todo el mundo habla francés, aunque algunos entienden el inglés. Eso hace que tenga que desempolvarlo de mi cerebro, aunque su acento es muy particular. Bueno, en 24 horas no espero milagros. La ciudad tiene unos 1,5 millones de habitantes pero la misma extensión que Barcelona. Es decir, todo es MUY grande, y todo está MUY lejos. Los camiones y coches son los típicos de película americana, y efectivamente parece EEUU de no ser porque hablan otra lengua. Aquí la moneda es el dólar canadiense, con lo que el tipo de cambio me beneficia a razón de 1,30 dólares un euro. Eso está bien. Durante ese paseo aprovechamos para comprar cosas para la casa. Durante la compra vimos que, por ejemplo, un solomillo de 1,3 kg cuesta 9 dólares pero un kilo de tomates casi 6,5 dólares. Tras hacer estos asuntos, cenar un poco, contactar con las familias respectivas e intentar ver al gato (que se llama Cocó pero está gordo infernal) nos fuimos a dormir. La temperatura ayer 5 grados con lluvia.


Hoy hemos madrugado para ir a la université. Tras desayunar mucho (claro, para vosotros era la una de la mañana y nosotros tenemos el estómago todavía en España) hemos pillado el metro. Es relativamente sencillo, aunque no te ponen el tiempo que hay que esperar entre tren y tren. Un solo trasbordo y hemos buscado a André Blais, que estará a nuestro cargo. El tipo es verdaderamente amable, y se ha preocupado por todo. Nos han asignado una oficina, aunque tendremos que traer nuestros portátiles. Su secretariado nos ha dado contraseñas de internet y demás, y ya podemos incorporarnos. Allí hemos conocido a Sabine, argentina, que está acabando la tesis y se ha desvivido por nuestra comodidad. Luego, Pascal, un tipo muy enrollado (parecido físicamente a Jorge con coleta), nos ha llevado a comer con una amiga a un irlandés. Allí he probado el “putan” (así se pronuncia, no se escribe) que son patatas y queso frito con una salsa marrón por encima. Eso, junto a una hamburguesa, ha sido nuestra primera toma de contacto culinaria. Eso, y el sirope de arce, que es una resina pringosa que me ha puesto como un Cristo. Más curiosidades; se deja un 15% aproximado de propina, su deporte predilecto es el Hockey, Montreal y Quebec ville se llevan a matar, y el viernes vamos a una fiesta a casa de Pascal. La cosa da de sí.

Por la tarde hemos ido a la Peña del Barça a ver el partido. La peña está en la Casa Social de España, cerca de la parada de metro con la que vamos a la universidad. Allí hemos conocido al presidente, un jubilado con hijos desperdigados por todo el país y que se ha mostrado muy feliz de poder tenernos allí con frecuencia. El horario del partido era malo (16:00 h. aquí) y casi todo el mundo trabaja. Sin embargo, dice que hay mucho ambiente los sábados. Nos pasaremos a ver. Tras esto, nos hemos vuelto a casa, hemos limpiado todo y hecho una macro-compra. La temperatura: 15 grados y sol. Me he puesto la chaqueta de primavera. Por lo visto este fin de semana se espera unos 20 grados. ¡El tiempo está loco

5 comentarios:

Marc Sanjaume dijo...

Ei companys benvinguts al Canadà! Quina crònica més divertida Pablo. Veig que ja heu fet amistats i quina sort que tingueu oficina a la universitat! Efectivament "poutine" menjar nacional, hahaha. Les hamburgueses són prou bones eh. La setmana passada feia fred però ara sí que sembla que hem arribat a la primavera!

Una abraçada.

Marc Sanjaume dijo...

Per cert, ens diem coses aquest vespre, a veure si puc esbrinar el tema del prefix provincial!

Auroraboreal dijo...

hombreeeeee, encantada de leerte las aventuras por tierras quebecquenses!! ya te avise q el acento se las trae, ya veras lo divertido que sera regresar a europa y hablar frances como ellos (quiero decir divertido para los francofonos europeos que te oigan, q se partiran el culo de ti, jeje). Sigue escribiendo y cuenta q es lo q haces exactamente por alli y cnt tiempo y seras!

Anónimo dijo...

OOOOHHHHHHH, qué envidia me dáis, sucios bastardos!!!
ah, je suis Mariña! (se dice así??) es que je ne sais pas fracés

Anónimo dijo...

Pablo!! Espero que estés genial, y que te esté gustando el país.. seguimos tu vida desde tu blog, por Dios, no te desconectes! jeje :P

Marina.