Aunque iba a escribir una entrada sobre el divorcio entre PP y UPN, creo que la dejaré para otro momento. Sobretodo porque van a machacarnos con la noticia durante los próximos días y no creo que pueda aportar ninguna opinión novedosa al respecto. Sin embargo, ha habido una noticia que me ha llamado mucho la atención. Corinne Diserens, directora del Museo de Arte Moderno Bolzano ha sido despedida por exponer una obra de Martin Kippenberger en la que aparece una rana crucificada. Así que, un poco como las caricaturas de Mahoma, volvemos al tema de la relación entre libertad y religión.
Sinceramente, me sorprende la mojigatería con la que, desde algunos sectores intelectuales de la izquierda, se aborda el tema. “No, bueno. Hay que ser respetuosos con todas las religiones/ ideologías. Así que es normal auto-censurarse en algunas cosas”. ¡Ah, bueno! Entonces no hay problema. Uno tiene que medir sus críticas y evitar el arte provocativo (como en este caso) para no herir sensibilidades. No hay que complicarse en esos temas. Pues yo soy un poquito más agitador. Me atrevo a decir que la libertad de expresión debe estar por encima de cualquier ideología o valor religioso. No hablo de ataques personales, que faltan a la dignidad y respeto de particulares. Hablo de que no se puede sacralizar espacios intocables a la crítica y opinión. Hay gente que ciertamente tiene la sensibilidad a flor de piel, y considera que criticar sus principios es criticarle a ellos mismos. Sin embargo, suelen ser los mismos que aplican la ley del embudo. La Iglesia Católica dice que los homosexuales son enfermos mentales. Toda una opinión respetable. Ahora bien, ojito con criticarles a ellos, o te convertirás en un laicista radical (¿?).
Las ideas tienen que disponer de un espacio libre en el foro público, donde se contrapongan entre sí. Con respeto a las formas, sí, pero sin sacralizar ninguna. Si no te gusta algo, pues no vayas a verlo. Si consideras que una obra te ofende, pues no compres la entrada. Si un libro te parece detestable, no lo leas. Pero no trates de imponer la censura. O como en el caso de las caricaturas a Mahoma, amenaces de muerte. O como en el caso del “Jueves”, no secuestres la publicación. Cualquiera de estos retrocesos es un abuso, un paso atrás en la libertad y un avance hacia le totalitarismo de lo “políticamente correcto”. Y he hecho varios post refiriéndome a este tema. Pero no me importa ser reiterativo en algo que considero crucial. Precisamente porque debe haber esta vocación vigilante de los ciudadanos para garantizar nuestros derechos. Y volviendo al tema concreto; al fin y al cabo, es arte. El arte busca provocar, remover conciencias, plantear conflicto. Pero para Benedicto XVI está claro que esta obra “ha herido el sentimiento religioso de muchas personas, que consideran que la cruz (…) merece reconocimiento y devoción religiosa”.
El otro día ya recibió el programa de Polonia (TV3) una crítica de Jordi Pujol por hacer del Papa uno de sus personajes. Para él, debería estar exento de toda sátira. Supongo que no es diferente a cómo nuestro Código Penal guarda a la Corona. Es sabido que ahora tiene mucha polémica por las quemas de fotos, las declaraciones de alcaldes papanatas… Sin mebargo, creo que la crítica es sana en una sociedad madura. Tal como yo lo veo, en el mundo de los mortales hasta Dios está por debajo del derecho de libertad de expresión. Amen.
Sinceramente, me sorprende la mojigatería con la que, desde algunos sectores intelectuales de la izquierda, se aborda el tema. “No, bueno. Hay que ser respetuosos con todas las religiones/ ideologías. Así que es normal auto-censurarse en algunas cosas”. ¡Ah, bueno! Entonces no hay problema. Uno tiene que medir sus críticas y evitar el arte provocativo (como en este caso) para no herir sensibilidades. No hay que complicarse en esos temas. Pues yo soy un poquito más agitador. Me atrevo a decir que la libertad de expresión debe estar por encima de cualquier ideología o valor religioso. No hablo de ataques personales, que faltan a la dignidad y respeto de particulares. Hablo de que no se puede sacralizar espacios intocables a la crítica y opinión. Hay gente que ciertamente tiene la sensibilidad a flor de piel, y considera que criticar sus principios es criticarle a ellos mismos. Sin embargo, suelen ser los mismos que aplican la ley del embudo. La Iglesia Católica dice que los homosexuales son enfermos mentales. Toda una opinión respetable. Ahora bien, ojito con criticarles a ellos, o te convertirás en un laicista radical (¿?).
Las ideas tienen que disponer de un espacio libre en el foro público, donde se contrapongan entre sí. Con respeto a las formas, sí, pero sin sacralizar ninguna. Si no te gusta algo, pues no vayas a verlo. Si consideras que una obra te ofende, pues no compres la entrada. Si un libro te parece detestable, no lo leas. Pero no trates de imponer la censura. O como en el caso de las caricaturas a Mahoma, amenaces de muerte. O como en el caso del “Jueves”, no secuestres la publicación. Cualquiera de estos retrocesos es un abuso, un paso atrás en la libertad y un avance hacia le totalitarismo de lo “políticamente correcto”. Y he hecho varios post refiriéndome a este tema. Pero no me importa ser reiterativo en algo que considero crucial. Precisamente porque debe haber esta vocación vigilante de los ciudadanos para garantizar nuestros derechos. Y volviendo al tema concreto; al fin y al cabo, es arte. El arte busca provocar, remover conciencias, plantear conflicto. Pero para Benedicto XVI está claro que esta obra “ha herido el sentimiento religioso de muchas personas, que consideran que la cruz (…) merece reconocimiento y devoción religiosa”.
El otro día ya recibió el programa de Polonia (TV3) una crítica de Jordi Pujol por hacer del Papa uno de sus personajes. Para él, debería estar exento de toda sátira. Supongo que no es diferente a cómo nuestro Código Penal guarda a la Corona. Es sabido que ahora tiene mucha polémica por las quemas de fotos, las declaraciones de alcaldes papanatas… Sin mebargo, creo que la crítica es sana en una sociedad madura. Tal como yo lo veo, en el mundo de los mortales hasta Dios está por debajo del derecho de libertad de expresión. Amen.
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