En breve se cumple una efeméride de la que la prensa dará buena cuenta. Me refiero al primer año del segundo gobierno de Zapatero. En general, el balance de este primer año de ejecutivo ha sido bastante pobre y es algo que va más allá de la coyuntura en la que nos encontramos. Pero descompongamos la situación para verla más clara.
En primer lugar, tras la victoria del PSOE las pasadas elecciones se insistió en marcar distancias respecto de los nacionalistas haciendo que el presidente fuese investido en segunda vuelta. Esto se ha traducido a efectos prácticos en la falta de apoyos del ejecutivo en el Congreso. Los siete escaños que le faltan para la mayoría absoluta están muchísimo más caros que en la legislatura anterior, en la que se pactó con las izquierdas la primera mitad (IU y ERC) y con los conservadores en la segunda (CiU y PNV). Esto se traduce en que la producción normativa del ejecutivo haya sido de las más bajas de nuestra historia reciente, y más si la comparamos con el primer año de la legislatura anterior. Y a ver quien se sube al barco del gobierno ahora para compartir su desgaste…
En segundo lugar, merece la pena centrarse en la composición del ejecutivo. Sobre los nuevos ministerios creados, han tenido muchas dificultades para desarrollar competencias autónomas ante la inercia burocrática del cambio en las carteras. I+D tiene roces continuos con Industria, capitaneada por Sebastián (que nos lo han colado sí o sí) e Igualdad sigue teniendo sus dificultades para despegarse de medidas que no sean propagandísticas. Sobre la política de personal, sostenimiento de ministros quemados (Bermejo y Álvarez), de algunos que no quieren seguir (Un Solbes que pide el relevo en un contexto tan sensible) y algunas fotos para la prensa (Carme Chacón). En Justicia ya ha habido cambios y en breve se baraja una remodelación. Lo terrible es que en Economía no hay relevo a la vista y hace falta un timón firme y creíble.
Un tercer punto es que, si el gobierno no se ha hundido en la vorágine de la crisis es porque el Partido Popular está con sus grescas internas, por más que ahora su líder tenga un (merecido) respiro tras las elecciones gallegas. Pero es evidente que ha faltado músculo y resolución. El deterioro rapidísimo de la economía ha cogido al gobierno en pañales. Primero, porque se negó la crisis para lograr evitar problemas en las elecciones. Pero, sobre todo, porque se insistió en esta estrategia tras ganar. El tema de las pasadas elecciones fue más ETA y el Estatut, así que los electores podrían perdonar al PSOE su disimulo inicial si, llegado al poder, Zapatero hubiera dicho: “Hay este problema, pero nos ponemos desde ya a trabajar”. Se ha tardado por ello en reaccionar. Tal ha sido la percepción de la ciudadanía. Por otra parte, echarle coraje es una estrategia que se premia. Que se lo digan si no a Gordon Brown, que mejoró notablemente en las encuestas cuando encaró la crisis con medidas de alcance (ahora está algo peor).
En general ha faltado pericia política. Lo principal debería haber sido buscarse apoyos estables de legislatura, más aún sabiendo la que se venía encima. Por otra parte, es evidente que Solbes se había apalabrado como vicepresidente. Sin embargo, quizás hubiera sido positivo meter otro peso pesado en el gobierno en la cartera de Industria o desgajar Economía y Hacienda. Alguien legitimado para poder tomar el timón en caso de ser necesario, alguien con suficiente credibilidad. Desde luego, las fotos de las ministras (Bibiana y Chacón) están bien para un rato, pero sostener a pesos muertos como Fomento y Justicia ha sido un clamoroso error. Y si no, mirad donde está el cazador ahora.
Las crisis económicas no desgastan per se a los gobiernos. Todo depende de cual sea la gestión y, principalmente, de la imagen que se proyecte de esa gestión. Desde luego, el gobierno ha sido incapaz de tener otra imagen que la de improvisación (¿Cuántos planes anti-crisis llevamos ya?) y la de escurrir el bulto. Así lo avala el último CIS y, lo que es peor, nuestra velocidad de crucero hacia los 4 millones de parados.
En primer lugar, tras la victoria del PSOE las pasadas elecciones se insistió en marcar distancias respecto de los nacionalistas haciendo que el presidente fuese investido en segunda vuelta. Esto se ha traducido a efectos prácticos en la falta de apoyos del ejecutivo en el Congreso. Los siete escaños que le faltan para la mayoría absoluta están muchísimo más caros que en la legislatura anterior, en la que se pactó con las izquierdas la primera mitad (IU y ERC) y con los conservadores en la segunda (CiU y PNV). Esto se traduce en que la producción normativa del ejecutivo haya sido de las más bajas de nuestra historia reciente, y más si la comparamos con el primer año de la legislatura anterior. Y a ver quien se sube al barco del gobierno ahora para compartir su desgaste…
En segundo lugar, merece la pena centrarse en la composición del ejecutivo. Sobre los nuevos ministerios creados, han tenido muchas dificultades para desarrollar competencias autónomas ante la inercia burocrática del cambio en las carteras. I+D tiene roces continuos con Industria, capitaneada por Sebastián (que nos lo han colado sí o sí) e Igualdad sigue teniendo sus dificultades para despegarse de medidas que no sean propagandísticas. Sobre la política de personal, sostenimiento de ministros quemados (Bermejo y Álvarez), de algunos que no quieren seguir (Un Solbes que pide el relevo en un contexto tan sensible) y algunas fotos para la prensa (Carme Chacón). En Justicia ya ha habido cambios y en breve se baraja una remodelación. Lo terrible es que en Economía no hay relevo a la vista y hace falta un timón firme y creíble.
Un tercer punto es que, si el gobierno no se ha hundido en la vorágine de la crisis es porque el Partido Popular está con sus grescas internas, por más que ahora su líder tenga un (merecido) respiro tras las elecciones gallegas. Pero es evidente que ha faltado músculo y resolución. El deterioro rapidísimo de la economía ha cogido al gobierno en pañales. Primero, porque se negó la crisis para lograr evitar problemas en las elecciones. Pero, sobre todo, porque se insistió en esta estrategia tras ganar. El tema de las pasadas elecciones fue más ETA y el Estatut, así que los electores podrían perdonar al PSOE su disimulo inicial si, llegado al poder, Zapatero hubiera dicho: “Hay este problema, pero nos ponemos desde ya a trabajar”. Se ha tardado por ello en reaccionar. Tal ha sido la percepción de la ciudadanía. Por otra parte, echarle coraje es una estrategia que se premia. Que se lo digan si no a Gordon Brown, que mejoró notablemente en las encuestas cuando encaró la crisis con medidas de alcance (ahora está algo peor).
En general ha faltado pericia política. Lo principal debería haber sido buscarse apoyos estables de legislatura, más aún sabiendo la que se venía encima. Por otra parte, es evidente que Solbes se había apalabrado como vicepresidente. Sin embargo, quizás hubiera sido positivo meter otro peso pesado en el gobierno en la cartera de Industria o desgajar Economía y Hacienda. Alguien legitimado para poder tomar el timón en caso de ser necesario, alguien con suficiente credibilidad. Desde luego, las fotos de las ministras (Bibiana y Chacón) están bien para un rato, pero sostener a pesos muertos como Fomento y Justicia ha sido un clamoroso error. Y si no, mirad donde está el cazador ahora.
Las crisis económicas no desgastan per se a los gobiernos. Todo depende de cual sea la gestión y, principalmente, de la imagen que se proyecte de esa gestión. Desde luego, el gobierno ha sido incapaz de tener otra imagen que la de improvisación (¿Cuántos planes anti-crisis llevamos ya?) y la de escurrir el bulto. Así lo avala el último CIS y, lo que es peor, nuestra velocidad de crucero hacia los 4 millones de parados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario