Recientemente se ha anunciado por parte del Ministerio de Sanidad la intención de endurecer la legislación anti-tabaco. Me imagino que todo el mundo recuerda que hubo cierta polémica sobre el tema que prohibía directamente fumar en algunos espacios públicos y que obligaba a los bares a partir de determinado tamaño a habilitar una zona de fumadores independiente. Las críticas a esta ley vinieron de dos sectores; por una parte las autonomías del PP intentaron rebajar la ley por considerarla intervencionista. Por la otra, las asociaciones de hosteleros alegaron que les perjudicaría económicamente.
Mi opinión es que se debe avanzar hacia una prohibición total del tabaco en lugares públicos y de ocio. El argumento tiene una base liberal muy simple. El tabaco genera unas externalidades (productos no deseados) negativas que afectan a personas que no han decidido fumar. Aunque yo decida ser no fumador, por el hecho de estar junto a uno, fumo, afectando negativamente a mi salud. Con esto se me genera un daño no voluntariamente asumido y puesto que los poderes públicos tienen que amparar a la parte más débil, lo lógico es que fumar sea una actividad restringida.
Se me han planteado dos tipos de argumentos en contra de mi posición. El primero es que nadie obliga al no fumador a estar en la zona de fumadores. Hecho que sería cierto si de verdad existiera una zona de fumadores, pero la verdad es que en la mayoría de los pequeños y medianos locales de ocio no las hay. Por lo tanto, el no fumador en muchos casos debería quedarse en casita para no perjudicar su salud, pese a que son el 75% de la población española. El segundo es que si se segrega por fumadores o no, al final tendría que dividirse los espacios públicos en tantos compartimentos como preferencias haya en el consumo. Sin embargo, esto es falaz, porque olvida que la clave es que fumar objetivamente perjudica la salud de quien no fuma. Puesto en términos radicales, me perjudica menos alguien que se mete una raya de coca (que es su problema) que alguien que se echa un pitillo al lado mío (que hace que su cigarro también sea mi problema).
Cuando el gremio de hostelería se queja de que la prohibición de fumar en sus locales generaría un impacto negativo, lo hace sin valorar que todo depende de cómo se aplique la ley. Si se hace que a partir de un tamaño menor, deban existir zonas especiales para fumadores, eso sería perjudicial. Los fumadores dejarían de ir a los pequeños locales a favor de los grandes, donde pueden tener un área para fumar y tomarse un café. Sin embargo, si se prohíbe fumar en todos los locales, el impacto económico no es diferencial. Es poco razonable pensar que alguien dejará de tomarse un café porque no pueda fumar en el local. La gente seguirá yendo a sus mismos locales, si bien cambiarán los hábitos de consumo y el pitillo se lo echarán antes y después del café (en la calle). Esta sería la línea a seguir para homologar a España con la legislación que hay en otros países europeos y que es menos restrictiva que la de muchos países occidentales.
¿Es una ley intervencionista? Todas las leyes lo son sin excepción. Lo que ocurre es que aquí la administración no está pre-juzgando a los fumadores. Ellos pueden seguir consumiendo tantos cigarrillos como siempre. La diferencia es que no se podrá fumar donde se quiera, sino que se tendrán que acomodar a la existencia de los no fumadores. Cuando alguien se enciende un cigarrillo en una sala, lo educado sería pedir permiso a las personas que no fuman. El que no se haga es la prueba más evidente de hasta que punto se coarta la libertad de los que no fuman. Por eso todas las medidas que liberen los espacios comunes de humo contarán con mi pleno apoyo.
Mi opinión es que se debe avanzar hacia una prohibición total del tabaco en lugares públicos y de ocio. El argumento tiene una base liberal muy simple. El tabaco genera unas externalidades (productos no deseados) negativas que afectan a personas que no han decidido fumar. Aunque yo decida ser no fumador, por el hecho de estar junto a uno, fumo, afectando negativamente a mi salud. Con esto se me genera un daño no voluntariamente asumido y puesto que los poderes públicos tienen que amparar a la parte más débil, lo lógico es que fumar sea una actividad restringida.
Se me han planteado dos tipos de argumentos en contra de mi posición. El primero es que nadie obliga al no fumador a estar en la zona de fumadores. Hecho que sería cierto si de verdad existiera una zona de fumadores, pero la verdad es que en la mayoría de los pequeños y medianos locales de ocio no las hay. Por lo tanto, el no fumador en muchos casos debería quedarse en casita para no perjudicar su salud, pese a que son el 75% de la población española. El segundo es que si se segrega por fumadores o no, al final tendría que dividirse los espacios públicos en tantos compartimentos como preferencias haya en el consumo. Sin embargo, esto es falaz, porque olvida que la clave es que fumar objetivamente perjudica la salud de quien no fuma. Puesto en términos radicales, me perjudica menos alguien que se mete una raya de coca (que es su problema) que alguien que se echa un pitillo al lado mío (que hace que su cigarro también sea mi problema).
Cuando el gremio de hostelería se queja de que la prohibición de fumar en sus locales generaría un impacto negativo, lo hace sin valorar que todo depende de cómo se aplique la ley. Si se hace que a partir de un tamaño menor, deban existir zonas especiales para fumadores, eso sería perjudicial. Los fumadores dejarían de ir a los pequeños locales a favor de los grandes, donde pueden tener un área para fumar y tomarse un café. Sin embargo, si se prohíbe fumar en todos los locales, el impacto económico no es diferencial. Es poco razonable pensar que alguien dejará de tomarse un café porque no pueda fumar en el local. La gente seguirá yendo a sus mismos locales, si bien cambiarán los hábitos de consumo y el pitillo se lo echarán antes y después del café (en la calle). Esta sería la línea a seguir para homologar a España con la legislación que hay en otros países europeos y que es menos restrictiva que la de muchos países occidentales.
¿Es una ley intervencionista? Todas las leyes lo son sin excepción. Lo que ocurre es que aquí la administración no está pre-juzgando a los fumadores. Ellos pueden seguir consumiendo tantos cigarrillos como siempre. La diferencia es que no se podrá fumar donde se quiera, sino que se tendrán que acomodar a la existencia de los no fumadores. Cuando alguien se enciende un cigarrillo en una sala, lo educado sería pedir permiso a las personas que no fuman. El que no se haga es la prueba más evidente de hasta que punto se coarta la libertad de los que no fuman. Por eso todas las medidas que liberen los espacios comunes de humo contarán con mi pleno apoyo.
4 comentarios:
Como fumador estoy de acuerdo contigo, aunque después en una discoteca me cague en todo!
Querido Kanciller, me ha gustado mucho su post: parsimonioso y sumamente claro en lo conceptual. Sin embargo se me plantea una objeción argumental que no toma en consideración. La cuestión sería plantearse el quién en vez del cómo. Me explico. El problema que nos ocupa es, al fin y al cabo, una cuestión de gestión del espacio público. Lo cual conlleva casi de forma inevitable un dilema del prisionero: que fume uno resulta poco o nada perjudicial para los demás pero que fumen muchos convierte al no fumador en fumador pasivo.
Lo que no tengo claro es que tenga que ser el Estado, mediante una ley, el encargado de resolver la gestión del espacio público. Mis dudas vienen, como supongo que intuyes, de la poca eficacia que están teniendo (y me temo que tendrán) las leyes antitabaco. ¿No sería mejor resolver la gestión de dichos espacios mediante otras instituciones, por ejemplo, la comunidad o el mercado? La primera podría consistir en fomentar la capacidad de entendimiento entre los ciudadanos en vez de obligarlos por ley a abstenerse de fumar. Eso se podría conseguir con el simple rechazo verbal expresado por los potenciales fumadores pasivos. Hablando se entiende la gente. El segundo consistiría en incluir al precio del tabaco el cálculo de los costes de tratamiento en salud del fumador y los pasivos que le rodean.
Saludos muy fríos.
Querido Chamán:
Muchas gracias, como siempre, por tus retadores comentarios. La síntesis que haces sobre el dilema del prisionero es muy oportuna. Sin embargo, no veo tan claras tus ideas.
Cierto que hay alternativas a la solución de que intervenga el Leviatán, pero para este caso en concreto no lo veo claro. Respecto de lo de la comunidad, precisamente hay una tolerancia excesiva y nociva de estos comportamientos. De hecho, si hubiera la sana pcostumbre e preguntar (como antes he dicho), sea pues. Pero a ver quien es el guapo que en una discoteca pide que apaguen los cigarrillos, que te molestan...
Respecto de lo del mercado, a través de los impuestos volvemos a ver actuar al Leviatán odiado. Se trata de internalizar la externalidad en el coste del paquete. De hecho, se hace parcialmente hoy día. Pero ya se sabe que el Estado quiere recaudar, y por eso tampoco se pasa en los gravámenes (no sea que la gente le d epor fumar regaliz)
¿La normativa anti-tabaco no funcionará? Bueno. Esa es una cuestión de gestión. Si, cierto, puesta la ley puesta la "picaresca fascista". Pero habrá que insistir en esa linea, para que al menos formalmente, la ley ampare a la parte débil.
Para este caso me quedo con aquel que dijo "Allí donde no hay buenas costumbres, hace falta de buenas leyes".
Y, por cierto, un abrazo muy fuerte.
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