
Como llevo ya unos años de vida en el blog, uno puede ir viendo como evoluciona a la largo de su vida. Nosotros nos vemos siempre igual en el medio plazo, pero ¡ay! Cambiamos un montón. Yo hace unos años era de los del criterio de que lo importante en la vida son los hechos y no las palabras. No importaba las cosas que se dijeran sino las que se hacían. Eso tiene un punto de cierto, por descontado. Si te tiran una pedrada en el ojo, el mal ya está hecho. Te podrán pedir perdón, pero ya te ha dejado molido. Por eso la contención es una práctica prudente. Pensárselo dos veces antes de hacer algo que puede dañar a otra persona. Sin embargo, no me daba cuenta de que las palabras también son importantes, porque son una acción en sí misma. Como la realidad la construimos a partir del lenguaje y los significados, lo que se dice es en cierta medida, lo que se hace y se es. El daño o el placer emocional son invisibles al ojo humano. No se lo puede distinguir como una pedrada o un abrazo. Sin embargo, son cruciales.
Este tipo de errores te pueden arrastrar a un cierto analfabetismo emocional, que creo que prolifera en nuestro entorno (y en el académico ni te cuento). Las relaciones humanas necesitan de un cuidado exquisito. Un comentario desfortunado un día en que estemos de mal humor puede dejar a un tercero, inocente, hecho polvo el resto del día. Una crítica destructiva, el sarcasmo… emponzoñan el corazón de los que nos rodean. Y todos somos más susceptibles de ser afectados por estas cosas de lo que nos gusta reconocer. Un piropo completamente sincero es la mejor manera de alegrarte una mañana de trabajo y el mejor antídoto contra el estrés. Por eso creo que tenemos que poner un poco más de atención al lenguaje. Es lo que llaman la revolución de los pequeños gestos. A partir de ahora voy a intentarlo. ¿Por qué no decir con franqueza las cosas buenas de la gente? No hace falta caer en la adulación. Sólo que a veces también apetece sentirse querido. Sentir que aunque la cosa se ponga cuesta arriba, bueno, al menos tienes gente a tu lado que te empuja con ánimo...
7 comentarios:
Creo que voy a aportar mi grano de arena a la revolución de los pequeños gestos (ya se sabe que las revoluciones empiezan así). Así que hay va: Reflexiones muy interesantes, redacción exqisita y con una ironia fina. Son austeras pero espero que valga.
De joven era fan de Punset,cuando miraba Redes tomaba apuntes. Hasta que leí su libro...
Muy bueno Pablo, tengo que reconocer con mucha ilusión que me ha sorprendido muy gratamente tu artículo y hasta me he emocionado.
Muy bien explicado. Me intentaré aplicar el cuento.
Cuánta razón tenéis, tanto Punset como tú. Las palabras afectan más de lo que la gente suele creer. Me ha gustado mucho este post, sinceramente.
Un beso!
Hola, Pablo :)
Seguramente ésta es la ocasión perfecta para que te diga que me gustan mucho tus artículos. Y lo es básicamente por dos razones: porque el protagonista es el lenguaje (en su función más esencial, la auténtica comunicación interpersonal) y yo soy filóloga; y porque estoy absolutamente de acuerdo con lo que sostienes.
Y me alegra que me hayas dado pie con este "post", porque hacía tiempo que me apetecía comentarte cuánto me gustan tus artículos (especialmente los de reflexión política y análisis de actualidad).
Enhorabuena, sigue dándonos alimento para el cerebro, que falta hace en los tiempos que corren.
(Llegué a tu blog a través de http://obertperreforma.blogspot.com)
Fenómeno.
Guau. Gracias por todos los buenos comentarios que me habeis hecho. Espero que este ejemplo cale. Ahora, con los compañeros del departamento mantenemos la regla. una falta = 5 piropos.
(Aunque cuando alguien lanza un piropo dice, "bien, me quedan 4 para poder insultarte" ;) )
Espero que, al menos, haya servido para reflexionar sobre pensar lo que decimos. Quizás, para que lanzemos algún halago gratuito de vez en cuando...
y tu chacha que??
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