jueves, 4 de marzo de 2010

La reforma del mercado laboral

Tras el asunto aquel del contrato que propone la CEOE sin indemnización por despido para los jóvenes (ya, teóricamente, retirado) y discutiendo con Luis Ortiz (sociólogo del departamento) vía Facebook de en que iba a quedar el mercado laboral español tras toda esta crisis. Y ciertamente el panorama es bastante desolador, aunque Luis dio bastante en el clavo con su diagnóstico.

Primero, el estado de la cuestión. El mercado laboral español es un mercado que denominamos dual. Por un lado hay un grupo de trabajadores con pleno reconocimiento de derechos laborales, contratación fija, con fuertes costes de despido generalmente concentrados en empresas públicas, semi-públicas o multinacionales. Por el otro hay un colectivo de trabajadores en condiciones precarias con una baja remuneración, con empleos temporales o de obra y servicio, sin apenas derechos y sin coste efectivo de despido (basta con no renovar el contrato), que se encuentran en todos los sectores y subcontratas imaginables. Los primeros coinciden normalmente con la generación del baby- boom (años 60) mientras que los segundos son mayoritariamente jóvenes de menos de 30 años, mujeres o inmigrantes. Los primeros tienen estudios de FP o ni siquiera. Entre los segundos hay miles de licenciados universitarios. Por supuesto, la crisis ha golpeado más duramente a los más desprotegidos. No es lo mismo no renovar un contrato que tener que hacer un ERE. Tasas de desempleo del 42% entre los menores de 28 nos da una idea aproximada de lo que digo.

Segundo, los actores que juegan. Es evidente que la patronal española, que siempre busca competir en bajo coste de la mano de obra, presiona para abaratar el despido y reducir sus cotizaciones. Hasta aquí nada nuevo. Pero el papel más pernicioso a mi juicio lo realizan aquellos que, en teoría, hablan por los trabajadores: los sindicatos. Como estos actores dependen en las elecciones sindicales del voto de los trabajadores de las empresas grandes y por ello, los intereses que mayoritariamente defiende es el de los trabajadores protegidos. Es decir, defiende los intereses de los insiders del sistema. ¿En cuantas empresas pequeñas hay sindicalistas? ¿Cuántos trabajadores en contratos de 6 meses se afilian? ¿Cuántos delegados sindicales inmigrantes hay? Más allá de lo que pueda hacer un delegado sindical en particular, los incentivos están claros a favor de un tipo de trabajador. El gobierno, por su parte, ha decidido que no quiere enfrentarse a los sindicatos de ninguna de las maneras y remolonea con hacer una reforma laboral. La culpa es del modelo productivo, dice, como si la legislación laboral no tuviera nada que ver en las tasas de paro. Grave error.

La solución que valoro consiste en lo que ya he argumentado otras veces: algún tipo de contrato único con un coste de despido menor, que permita incluir a más personas como fijas rebajando la protección de las que ya lo son. Sin embargo, es un dilema del prisionero. Los resultados globales son sub-optimos porque ningún actor quiere colaborar. El gobierno no quiere tocar el tema, porque valora en exceso la “paz social”. Los sindicatos no quieren rebajar la protección de los que ya están fijos, pero siguen apostando por la prejubilación sin saber como reducir la precariedad. Y la CEOE presiona para que, ya que no se puede empeorar a los que están mejor, al menos se precarice más a los más desprotegidos. Resultado: Paro y precariedad para los mismos. Aunque, también hay otro escenario posible. Una abultada mayoría del PP en 2012 y una evolución a la baja en la indemnización para protegidos y desprotegidos. Y a ellos no les va a temblar el pulso.

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