martes, 9 de marzo de 2010

¿A quién corresponde el espacio público?

Hay un tema que me preocupa un poco, porque no se exactamente cual es mi opinión sobre el tema. Así que más que pontificar, como hago normalmente, me gustaría lanzar algunas ideas al aire. Toda la reflexión surge a raíz de los recientes abucheos a personalidades públicas (Rosa Díez o Jose María Aznar) y las manifestaciones espontáneas de la ciudadanía.

Primero voy a decir que respecto a los abucheos, ya se sabe perfectamente quienes están detrás de ellos. Ya denuncié en su día cuando se boicoteó la intervención de una diputada popular en la propia UPF. No son más que algunos estudiantes que se apropian del ámbito público retirando carteles que no les gustan o reventando charlas de gente que tenga ideas contrarias son los que van detrás. No creo que sea positivo, ni para la convivencia en la universidad (que entiendo que tiene que ser un espacio de libre intercambio de ideas) ni tampoco para los fines políticos de esos grupos (ya que alienta el victimismo de los perjudicados, que tan poco se preocupan por las libertades de otros). Sólo hay que ver lo poco que ha tardado Rosa Díez en denunciar el “totalitarismo” de los jóvenes catalanes y la “falta de libertad” en Cataluña, como en el “País Vasco”. Ya está pidiendo acciones legales y actuación policial.

Precisamente con eso se liga mi preocupación. Por ejemplo, si un día ves a un político que no te gusta, no creo que sea ningún problema abuchearlo (o aplaudirle). Oiga, es el espacio público, y puedo expresarme como quiera. Los que se rasgan las vestiduras con Aznar no se quejan cuando en el 12 de Octubre abuchean a Zapatero. Bueno, es el espacio público, y parece que es de todos ¿No? El otro día, en la manifestación de los Pro-vida, un grupo de mujeres a favor del aborto colgaron pancartas frente a ellos. Dejando de lado la reacción de los Pro-vida (que, al menos los que estaban allí, estaban por la vida pero no por la no-violencia): ¿Es ilícito hacerlo? Parece que hay dos argumentos enfrentados. Uno podría decir: “Mira, frente a la apropiación del espacio público por parte de algunos grupos hace falta una ciudadanía activa que no les deje. Y, por eso mismo, uno puede hacer aquellas actividades no violentas donde quiera y como quiera”. Pero otro podría argumentar: “Como la manifestación es un derecho individual, lo apropiado es respetar ese derecho. No es ni justo ni inteligente el intervenir: generarás follón y conculcas el derecho a expresarse de los demás”. Parece que entre estos dos polos hay una tensión imposible de resolver.

Está claro que en el caso del político que va a la universidad, por ejemplo, es poco grave. El sujeto saca tajada política (incluso saca un dedito) y dispone de unos medios de comunicación que dan continuado altavoz a su discurso. Sus ideas andan lejos de estar en peligro (siempre, por descontado, con el respeto a la vida). Pero muchos otros ni siquiera tienen un espacio para sus ideas en el ágora pública. ¿No pueden expresarse fuera de los canales institucionales? No se. Insisto, no tengo una posición clara sobre el tema. No simpatizo con reventar conferencias, y menos con quienes lo hacen, pero, por ejemplo: ¿Ante una manifestación de ultra-derecha, debemos quedarnos impasibles? ¿No corresponde al ciudadano coger el testigo ante un estado que tiene el deber de garantizar que todas las ideas se puedan expresar?

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