martes, 2 de marzo de 2010

Si fuera Vicepresidente Económico...

Hablemos un poco más de economía. Hoy acabamos de conocer el último dato del paro, que ha vuelto a subir en unas 82.000 personas. Evidentemente, se trata del paro registrado, ya que el real está en torno a los 5 millones (si sumamos el paro estacional y el coyuntural). Y es seguro que volverá a subir, por más que suba menos. La razón es que las medidas de estímulo a la compra del automóvil han caducado, con lo que esa industria se resentirá y el incremento del IVA detraerá moderadamente el consumo (a partir del segundo trimestre, cuando entra en vigor).

El gobierno Zapatero de esta legislatura ha cometido una serie de errores muy dignos de mención, pero me quedaré sólo con el que hace referencia a la economía, de los que citaría tres como los principales: la lentitud, la descoordinación y la improvisación. Sobre la lentitud, lo que se ha tardado en reconocer la crisis (inevitable, por otra parte, habida cuenta de los débiles pilares sobre los que se asentaba nuestra economía) ha hecho que reformas de las que se habla hoy se hayan demorado un año como poco. Por ejemplo, la reforma de mercado de trabajo o la reestructuración del sector bancario, de las que hoy se habla con normalidad y se asumen con urgencia, eran hace poco una especie de tabú. (“No abarataré el despido” o “Nuestro sector financiero es el más sólido de Europa”, consignas tan dudosas como habituales). Segundo error, la descoordinación. Especialmente grave cuando las percepciones son tan importantes. Ahora subiré la edad de jubilación, pero luego va al Pacto de Toledo, ahora digo que congelo sueldos a funcionarios, ahora no, luego amplio la base de cotización en un informe a la UE, luego digo que era broma. Hombre, un poco de seriedad. Y por último, la improvisación, más ligado a las percepciones que a probablemente, la realidad. Cuando no se plantea un plan de reforma estructurado, cuando las propuestas se hacen a salto de mata y se cambian las políticas de la noche a la mañana (hasta ayer gasto público a espuertas y ahora contención del deficit, ¿Alguien me lo explica?) al final uno acaba pensando que no tienen ni idea de cómo salir de esta.

Pero criticar es siempre muy fácil, por eso yo también quiero aprovechar para mojarme y detallar que medidas económicas ejecutaría poniendo en valor algunas que ya se aplican. Primera, mantener el gasto social es un punto muy positivo, por dos razones; 1) es más equitativo y 2) es más eficiente (si los desempleados cobran, no sólo no caen en la pobreza, también compran más y estimulan la economía). Pero con un paracaídas sólo se cae más lento, pero no remontamos el vuelo. Segundo, estoy a favor de políticas de estímulo de la demanda. Es decir, como los privados no compran y producen, sustituirlos temporalmente con gasto público (ya he criticado anteriormente lo inútil de las bajadas de impuestos). Sin embargo, aunque el gobierno ha hecho esto, hay luces y sombras. Lo crucial debe ser que el gasto se realice en inversiones productivas. Por eso, no estoy a favor ni: a) del recorte en el presupuesto de I+D (que debía mantenerse, por haber sido una gran aportación de este gobierno en el pasado), b) el Plan E debería haberse gestionado para que la inversión sea productiva (suelo y parques industrial, infraestructuras físicas y energéticas…) y no simplemente destinado a emplear albañiles en levantar y tapar aceras. c) No estoy a favor de incrementar las aportaciones a los parados sin reformar antes el funcionamiento del INEM o que todo vaya a políticas activas de empleo (políticas de reciclaje). Tercer elemento, el control del déficit. Es evidente que este se genera ante la caída de la recaudación y el sostenimiento de gasto, pero discrepo de la reforma fiscal realizada. Yo hubiera; a) reducción del gasto corriente inmediata, congelar sueldos de altos cargos y de funcionarios por encima de determinado tramo de ingresos e incluso reducir algún ministerio (por cuestión más estética que real). b) Incremento muy menor del IVA pero reformar a fondo el IRPF, elevando los tramos e incrementando al menos en un punto y medio (fijaros si soy tibio) la tributación a las SICAV, combinada con desgravaciones a PYMES. Al fin y al cabo, esas rentas altas no generan empleo pero las pequeñas empresas si. c) Seguir las recomendaciones de las asociaciones de Inspectores de Hacienda y articular un plan de lucha contra el fraude fiscal serio.

Cuarto, las reformas. Sobre la jubilación ya he hablado en otras ocasiones, pero empecemos por prohibir las prejubilaciones (especialmente en los sectores poco intensivos en mano de obra, le pique a quien le pique). Para salir de la crisis entiendo que no es una prioridad, aunque sea importante su sostenibilidad a futuro, así como el de las cuentas públicas. Sin embargo, más urgente son dos reformas. Por una parte, la readaptación del sector financiero español, que tiene más problemas de lo que parece (micro-cajas inviables, tasa de morosidad…) y la más importante, la del mercado de trabajo. Aunque digan que nuestro modelo productivo es el culpable de la temporalidad, eso es algo difícil de creer si no miramos a la regulación actual (¿Cómo es que Portugal o Italia tienen menos paro aunque su sistema productivo es parecido al nuestro?). Las reformas deberían ir dirigidas a reducir el coste de contratación de los trabajadores para reducir la temporalidad, evitando la dualidad del mercado de trabajo. Luego ya si un tipo de contrato único o no, es más discutible, pero desde luego no podemos dejar a una masa de trabajadores precarios a merced de la coyuntura económica, sin protección de nadie (porque, a efectos prácticos, su coste de despido es 0 ¡No les renuevan el contrato!). Y de paso, pensando en la vivienda, no sólo quitaría la desgravación (que ya se ha suprimido) sino que obligaría a que toda la vivienda protegida fuera de alquiler y arrendada directamente por el Estado.

Es evidente que no hay varitas mágicas y que cada decisión tiene costes y ventajas. Pero desde luego no podemos seguir como hasta ahora, por más que nos saquemos de la chistera el Pacto (que acabará en acuerdos puntuales, como debe ser). Tenemos que ponernos las pilas, y limpiar la casa siempre caerá mal a no pocos y abonará el terreno para la demagogia. Porque si uno pierde las elecciones pero al menos ha hecho lo que debía para garantizar la recuperación del país, puede retirarse tranquilo. El problema es que, de momento, el gobierno no sólo no ha sentado las bases de la recuperación, es que hasta perdería las elecciones. Y la alternativa puede ser mucho peor…

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