lunes, 1 de marzo de 2010

El encanto del azar

El otro día, mientras que volvía a casa, me leí un artículo de opinión interesante en el que se prevenía de la tendencia que tienen analistas políticos y periodistas de ver planes e intenciones donde no las hay. Envueltos por la lógica de que la acción en política es instrumental y racional, a menudo pensamos (me incluyo) que aquí nadie da puntada sin hilo. Algo parecido denuncia la sátira de política inglesa “In the Loop” cuando muestra lo absolutamente aleatorias y absurdas que son las decisiones que toman nuestros gobernantes. Al final, la improvisación y lo azaroso terminan siendo lo crucial.

Esto es similar a lo que ocurre en todas nuestra vidas, aunque nos empeñemos en negarlo.
Por ejemplo, en “Mach Point”, esa genial película de Woody Allen, se nos alecciona sobre el como un pequeño suceso insignificante termina por cambiar el destino del protagonista. Ponderemos. Bien cierto es que, si uno llevara esta conclusión hasta sus últimas consecuencias, iríamos a para a un nihilismo destructivo. Nos haría pensar que somos completamente irresponsables de nuestro destino. Sin embargo, negar su existencia implica engañarse a uno mismo porque, a efectos prácticos, somos mucho menos racionales de lo que uno podría pensar y controlamos menos el cotarro de lo que nos gustaría. De hecho, lo típico es que pequeños elementos subconscientes (que es el gran motor del asunto) nos haga optar por unas decisiones sobre otras y luego, con posterioridad, lo racionalicemos. Nadie tiene integradas funciones de utilidad en el cerebro. Lo que ocurre es que luego empleamos ese armazón racional para intentar auto-convencernos de que esa decisión es la mejor posible. De hecho, la mayoría de las veces no hay una razón para la mayoría de las decisiones que tomamos (mayores y menores). Quizás tampoco debe haberla. Lo que si hay es mejores y peores razonamientos para convencernos (a nosotros y a los demás) de que algo es lo mejor.

Por azar es cuando te encuentras las mejores cosas de la vida. Un buen amig@ donde menos lo esperas o la persona con la que, al menos por un tiempo, te gustaría pasar el resto de tu vida. Un libro que ni siquiera sabías que existía, pero que te engancha luego como una mala cosa. Esas cositas que la mayoría busca, pero que no se buscan: se encuentran. Cuanto antes lo interioricemos, más libres seremos para entender el devenir de la vida. Es posible que muchos penséis que he escrito esta entrada porque hoy me ha ocurrido algo inesperado y especial. Nada más lejos de la realidad. Simplemente que, aburrido tras intentar escribir algo sobre José Tomás o Chile (a los que, de corazón, deseo lo mejor), Zapatero o Rosa Díez, he terminado recordando como empecé este blog que tantas satisfacciones me da. Un poco por azar…

2 comentarios:

Joana dijo...

Completamente de acuerdo contigo, Pablo. Hace poco escribí algo sobre eso, desde otro punto de vista, y no tan completo, pero en la misma línea.

http://medioporpensar.blogspot.com/2010/02/sobre-la-casualidad.html

Kanciller dijo...

Muy chula la entrada... ¡No sabía que tb tenías un blog! :)