domingo, 16 de mayo de 2010

Ottawa: la ciudad de los tulipanes

Empezaré con la presentación de la ciudad. La capital de la federación canadiense se encuentra enclavada entre los estados de Quebec y Ontario, en la nada casual frontera entre las dos comunidades lingüísticas del país. De hecho, a la ciudad de accede desde el puente que conecta Gatineau (provincia de Quebec) y Ontario. ¿Por qué es la capital federal frente a otras ciudades? La leyenda dice que la reina Victoria marcó un punto al azar en el mapa para enclavarla, aunque sus ricos bosques y difíciles accesos serían la justificación estratégica de tal decisión. No sé por qué, pero me creo más la primera versión. Allí está el Parlamento federal, la casa de la Gobernadora General (su jefa de Estado, representante de la Reina de Inglaterra), varios museos de interés y hermosos parques aledaños al río.

La razón para visitar la ciudad este fin de semana era por el Festival de los Tulipanes. Esta fiesta tiene una historia peculiar detrás. Durante la II Guerra Mundial, la princesa heredera de Países Bajos estuvo exiliada en Canadá y fueron precisamente estas tropas las que liberaron su país del yugo nazi en 1943. En agradecimiento, la familia real holandesa envía desde entonces 10.000 bulbos de tulipán al año, que están plantados por toda la ciudad en un hermoso baile multicolor. Es en este hermoso ambiente, acompañado por el buen tiempo, en que hemos pasado dos días. La primera tarde la dedicamos a pasear por la ciudad, en especial en torno a la zona del Parlamento, un imponente edificio de factura británica. Nuestro alberque no estaba muy lejos de la zona del “By Market”, aunque el ambiente no era demasiado acogedor en la zona. Las cervezas lo fueron más.


Al día siguiente madrugamos para visitar el Parlamento por dentro y el Museo de las Civilizaciones. El primero era muy grande y tuvimos la suerte de que, al ser fin de semana, íbamos a poder ver la sala de los Comunes y el Senado. La Sala de los Comunes era el típico hemiciclo cuadrado de Westmister, con alrededor de 450 miembros. El Senado aquí, por el contrario, es de designación por las provincias, aunque no tiene muchos poderes y sus miembros los designan las provincias. Hace falta tener un mínimo de 30 años para ser senador, reiterativo en un cementerio de elefantes…Visitamos allí mismo la Torre de la Paz, donde inscriben los nombres de todos los caídos en conflictos bélicos y subimos para tener una hermosa vista de la ciudad. En general, un edificio muy bonito. Valga destacar su preciosa biblioteca, circular e imponentemente guardada por la estatua de la Reina Victoria.


El Museo de las Civilizaciones estaba en la otra orilla, en Gatineau. All,i vimos principalmente dos exposiciones. La primera versaba sobre los nativos indígenas. Me quedo con la frase (más o menos textual) de una de las comunidades: “Creado cada hombre con un talento, Dios le obliga a comerciar con su don…”. Máscaras, trajes rituales, leyendas y tótems en unas salas muy bien ambientadas. Os podeis imaginar como han acabado los propietarios originales. La segunda exposición me gustó más aún, que era la de historia del Canadá. Allí, partiendo desde los vikingos y los balleneros vascos, pasabas por la genial revuelta de los patriotas por el gobierno representativo (MacKenzie y Papineau, mis personajes favoritos), la expansión de Canadá hacia el Este y la modernización del país. En suma, me quedé con la impresión de que Canadá es un país que está en vías de construcción todavía…


Para terminar la jornada, paseamos por los parques, rodeados de tulipanes, árboles y naturaleza. Me quedo con un momento tierno; una pareja de patos, que llevaba a todos sus patitos al río, se olvidaron de uno de sus retoños. Los dos patos se pusieron entonces a graznar como locos hasta que el despistado se incorporó con sus hermanos. El país está precioso…¿Será la primavera?

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