miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Refundar el capitalismo? (II): Lecciones europeas

Esta crisis financiera quizás sea la que marque el final de la Unión Europea como potencia global. La lentitud en la reacción por parte de las autoridades de la UEM ha revelado algunas de las deficiencias más claras que tiene el proyecto comunitario, a saber, que no existen instituciones eficaces de gobernanza. Como es conocido, la Unión Europea dista mucho de ser una mesiánica labor de federalización de Europa. Se trata, más bien, de una unión entre los débiles y muy venidos a menos países de la vieja Europa, un proyecto puesto en marcha para intentar mantener una cierta preeminencia política y, sobre todo, económica. Aunque con medio siglo a sus espaldas y avanzando a golpe de cesión de soberanía en momentos críticos, la “tragedia griega” nos puede dar muchas lecciones.

Cuando se hizo la Unión Económica y Monetaria (el Euro, vamos), se reconocieron sus indudables ventajas y suponían, de hecho, el reconocimiento de facto de la soberanía del marco alemán tras la crisis monetaria de principios de los 90. Ni más ni menos que una moneda común fuerte, un encarecimiento de los servicios y de la inflación (pasó a haber más masa monetaria), abaratamiento sin precedentes de los intercambios dentro de la UEM, pero también renuncia a la capacidad de devaluación. Junto con este paquete mixto, el Pacto de Estabilidad, que obliga a un mínimo de 3% de déficit. Sin embargo, esta área económica común se caracteriza sobre todo por la gran disparidad de sus integrantes. Diferentes aparatos productivos, diferentes políticas fiscales. Se haga lo que se haga (tipos de interés, por ejemplo) tiene un impacto asimétrico sobre la UEM. Era por lo tanto, esperable, que en algún momento uno de los miembros descarrilara. Tampoco sé si esto podría haberse hecho mejor…


Pero claro, cuando uno de los miembros oculta sus datos macroeconómicos de deuda y déficit, y lógicamente tiene problemas para financiarse, hay que tratarlo como a un hijo descarriado. Es decir, tírale de las orejas después de sacarlo del apuro. Pero la lentitud en sacarlo ha puesto de relieve como hace falta un verdadero Directorio Europeo que pueda tomar decisiones con rapidez, y que, por lo tanto, asuma soberanía en la UEM. Las instituciones europeas, que son oscuras y recargadas, tienen el problema añadido de que quienes parten la pana son los gobiernos nacionales, que se resisten a ceder sus prerrogativas. Pero estamos en un dilema del prisionero. Cuando hay que hacer regulaciones a nivel global para, por ejemplo, poner coto al desmedido poder que tienen las empresas de “Rating”, cualquier acción individual carece de sentido. Ahora el capital es libre de moverse, así se ha decidido que funcione el sistema. Pues bien, no tiene sentido que se regule desde el nivel nacional, sino que tiene que hacerse desde el supranacional. O quedas a la merced de los leones. O quedas como Grecia. O quedas como casi acaban Portugal y España.


Es más, la falta de regulación de los mercados internacionales hace que no se modifique ni un ápice los orígenes de este meollo, las causas de la crisis global, en suma, que no se sancionen aquellas prácticas desleales empleadas por gente que tiene mucho dinero para ganara muchísimo dinero. Por lo tanto, podemos aprender de la crisis y reaccionar rápido para poner coto a esta situación. La presidencia imperial de los EEUU ya ha empezado y, aunque con oposición de su contrapoder en el Congreso, ha empezado a sentar en el banquillo de los acusados a Goldman Sachs y muchos otros. En China, el coloso no ha necesitado más que usar sus métodos tradicionales de represión y corrupción para repartir un pastel creciente. Y mientras, en Europa, la comitología opaca y los delicados equilibrios de poder pueden hacernos perder una oportunidad de oro. ¿Se dará el paso adelante?

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