martes, 29 de junio de 2010

Prohibir el burka no soluciona nada

La polémica sobre la prohibición del burka y el niqab está de rabiosa actualidad y el tema continuará coleando a medida nuevos municipios continúen vetando su uso en las instalaciones públicas. De hecho, fuentes ministeriales han asegurado que en la “Ley de Libertad Religiosa” se realizará una limitación de su uso. Incluso el Partido Popular, que siempre va un paso más allá en estos temas, ha planteado incluso la completa supresión del burka en las calles. La medida de la prohibición ha suscitado, por tanto, un consenso entre partidos de muy diferentes ideologías. Pese a esto, y sin querer entrar en el fondo del significado que tiene el burka y el niqab dentro y fuera del Islam, creo que la prohibición tiene poco fundamento y hasta puede ser contraproducente.

El primer argumento por el que se debería prohibir el burka en las instalaciones públicas es, según sus promotores, el de la seguridad. Entiendo por lo tanto que se refiere a dos dimensiones. Por una parte, al hecho de que los ropajes puedan facilitar el camuflaje de armas, explosivos u otras sustancias peligrosas que no puedan ser detectadas por las autoridades. La segunda dimensión es la de la identificación de la propia persona, que resulta prácticamente imposible con el atuendo islámico. Sin embargo, la prohibición del burka y niqab tiene difícil cabida aquí. Respecto al primer elemento: ¿Por qué un burka es más fácil transportar y esconder armas que, por ejemplo, en una gabardina, un hábito de sacerdote o una mera mochila? Si este es el problema; ¿No es más lógico hacer controles en los accesos, como en cualquier estación de tren o aeropuerto, que prohibir una tipo muy concreto de prenda? De hecho, el burka o niqab es mucho más minoritario en comparación con las personas que entran con mochila en un ayuntamiento y que podrían potencialmente podrían transportar sustancias peligrosas. Y respecto a la identificación de los ciudadanos, creo que no sería nada difícil el hacer a la portadora del burka que mostrara el rostro cuando tiene que identificarse ante el funcionario público. Porque un policía puede pedirte que te identifiques en cualquier momento, y no pasa nada. Para eso no hace falta prohibir el burka.

Hay un segundo argumento, que es el de los laicistas, que piensan que es lógico que quien esté en una instalación pública no exhiba ningún tipo de símbolo religioso. Este argumento tendría su cabida si se tratase de un modo ecuánime a todas las confesiones religiosas, pero como sabemos no es el caso. ¿No tenemos a los concejales yendo en las procesiones de semana santa y la guardia civil escoltando el Sepulcro? De hecho, se prohíbe el burka pero no se prohíbe el portar ningún otro símbolo religioso, como los sombreros negros del judaísmo o los crucifijos de los cristianos. Ya me he posicionado un montón de veces a favor de la separación Iglesia-Estado, pero dudo que esta medida vaya en esta dirección. A mi modo de ver sólo se pude justificar en base a dos principios. O el individuo es Estado, y por lo tanto, no puede llevar ningún distintivo religioso (sería el caso de los funcionarios, que deberían ir uniformados). O bien el individuo está bajo un régimen de tutela especial por parte del Estado (como en los niños en las escuelas, por ejemplo, en el que el Estado ejerce de tutor). Este último punto sería más polémico, pero desde luego no se ajusta a la prohibición actual.

El último argumento es el de que el burka debe ser prohibido por ser un símbolo de explotación y dominación de la mujer. Aunque prohibir los símbolos es relevante, en este caso puede ser muy peligroso. Si se prohíbe el burka, la mujer es probable que termine sin salir de casa por presión del marido y no vaya ni a la escuela, ni al mercado y a las oficinas de atención al cliente. En resumen, que no se soluciona el problema, sino que se lo invisibiliza. ¿No será mejor mantener interlocución con los miembros moderados de esas comunidades? ¿No será mejor hacer obligatoria para estas mujeres la educación, así como talleres especiales de adaptación? ¿No será mejor ofrecerles ayudas a la emancipación si así desean hacerlo, en la línea de lo que se hace con las mujeres maltratadas? Desde luego, la prohibición es una estrategia que lejos de solucionar nada, sólo oculta el problema y de paso, permite arañar algunos votos xenófobos.


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