viernes, 4 de junio de 2010

Cocó-aventuras en Quebec (I)

Lo reconozco, yo soy fan de dos tipos de animales domésticos. O bien de los perros, esos babosos, dependientes y fieles bichos, o de los peces, que no dan ninguna molestia y son tan idiotas que si les das comida de más se matan de empacho (claro, con memoria de 3 segundos no se acuerdan de si tienen hambre o no). Pero de todos los animales domésticos, con los que peor experiencia he tenido ha sido con los felinos. Esas bolas de pelo, ingratas y rebeldes, sólo son simpáticas cuando son domésticas del todo. Y ni siquiera del todo. De los varios gatos que he tenido a lo largo de mi vida ninguno ha durado más de tres meses. Así que, puestos en antecedentes con total sinceridad, hablamos de Cocó.

Cocó es el miserable y gordo gato que tenemos en Montreal. Las condiciones eran de hacernos un “descuento de gato” si nos quedábamos a cargo de la bestia mientras los dueños se van a dar vueltas por el país. “Vale” nos dijimos “No puede traer ningún problema. Le damos de comer y no molestará mucho”. Craso error. El primer día, tras apenas verlo, se puso a maullar a las 4 de la mañana. “Como el bicho entra y sale de la casa” nos dijimos “Le abrimos y ya volverá”. Error número dos. El bicho salió pero ya no quiso volver a entrar. No al menos las veces que volvíamos de la universidad y le esperábamos con la puerta abierta. Empezamos a dejarle la comida en la terraza, generando un efecto positivo y uno negativo. El positivo, claro, es que teníamos la certeza de que Cocó no se moría de hambre. El negativo es que nos convertimos en el bufet libre de todos los gatos y pájaros del vecindario. ¡Pasen y vean, que estos dos idiotas nos dan de comer por la patilla!


Cuando le comunicamos a los dueños que el bicho no estaba en casa, empezó el bombardeo. Marc, el oficial de enlace, empezó a recibir prácticamente correos electrónicos diarios de Stephanie (la dueña del piso y que quiere al gato como un hijo, glups). “Intentemos arreglar esto”, nos dijimos tras un mes ininterrumpido en el que nos daban la tabarra. Estrategia 1: Dejar la comida y, entrando desde el patio por la escalera de incendios, emboscar al gato en la terraza. Casi lo logramos en un movimiento envolvente cuando, cogido del pescuezo, se me escurre de las manos y se precipita al vacio. El mundo se detuvo por unos segundos y me imaginé un estupendo puding de gato, pero el bicho aterrizó bien, aunque varios pisos más abajo. Fracaso. Y tres días después, una nevada. ¿Estará el bicho hecho un cubito de hielo? Estrategia 2: Marc, en un arrebato de ingenio, tiene un plan. Como la puerta de detrás es corredera, atamos un cordel y nos escondemos. Apagamos las luces y dejamos la comida dentro. Cuando entre el bicho pegamos un tirón y ¡Zas! Cocó capturado. Comienza el periodo de guardias. Durante varias semanas, tras la cena, a sentarse a oscuras en un sucio sillón, sujetando con fuerza el cordel para capturar al gato.


¡Éxito! Menuda alegría cuando capturamos al gato, tras interminables noches quedándonos fritos en el sillón. Foto a los dueños y tranquilidad, por fin… Pero lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. ¡No era el gato correcto! ¡Habíamos capturado a un gato de la zona, muy parecido! ¡Un falso Cocó! Tras dejarnos la casa llena de meados lo mandamos a freír espárragos y reiniciamos el plan. Si ya había funcionado una vez… Pues nada. Capturamos al mismo gato otra vez y a uno pelirrojo medio-persa. Ya empezamos a pasar del tema. ¿Qué podíamos hacer? Le seguíamos dejando la comida fuera, pero no había rastro del bicho. Como de verdad se haya convertido en un helado de Cocó… Ah, pero ahí no acaba la cosa. Los dueños vienen de visita, y están al corriente de la situación. ¿Lograrán meter al gato o encontrarán su cadáver y nos echarán del piso? La respuesta a estas preguntas, en el siguiente episodio. Continuará... (¡Para mi desgracia!)

2 comentarios:

Plopesc dijo...

José Luis Ortega,también conocido como el Superviviente del Juncal seguro que por un modico precio os caza a vuestro gato y le da su merecido...ya conocemos su delicadeza con los animales

Kanciller dijo...

Que bien me vendrían sus brutales servicios. Iba a durar el gato menos que un caramelo en la puerta de un colegio...