En el marco de las movilizaciones contra el proceso Bolonia se invitó a dar una charla en la UPF a Josep Ferrer, ex rector de la Universidad Politécnica. En este contexto en el que hay tanta información interesada, creo que su coloquio fue muy ilustrativo ya que se centraba en el futuro de la universidad combinando su experiencia como gestor y cómo profesional de las ciencias “duras”. Me gustaría destacar algunas de sus ideas claves.
Para Ferrer, la universidad estaba en peligro de mercantilización, es decir, que se convierta de un agente (exclusivamente) de orientación hay el mercado laboral y no también un promotor de equidad. Este peligro se canalizaba de dos formas. Una es a través de la regulación de sus órganos internos y otra a través de la financiación. Aunque el es gran conocedor del primero y tiene ciertos escritos sobre el tema, en esta charla quería centrarse sobre todo en el segundo. La financiación de la universidad se realiza desde tres vías. La primera es la de las tasas universitarias de las matrículas. La segunda es mediante los convenios con las empresas y la tercera a través de la subvención pública directa.
Sobre las tasas, planteó los dos argumentos contrapuestos. Por una parte, el enfoque económico de que dado que existe una demanda de educación universitaria, y se traduce en un beneficio individual, es lógico que se pague por el en función de los precios que asigne el mercado. Por el otro, el argumento de que cómo la educación universitaria genera una externalidad positiva, un beneficio social colectivo (nuevos nichos de mercado, sociedad más ordenada, las empresas tienen acceso a mano de obra más cualificada…), las tasas deberían tender a suprimirse ya que el beneficio global excede con mucho al individual. Para Ferrer, lo ideal son las tasas a precios públicos. Pero además, y aquí lanzó una idea interesante, generando corresponsabilidad del alumno. Es decir, que dado que el Sector Público asume el coste del universitario, se debe ser especialmente exigente en que éste cumpla sus compromisos. Para ello, generar una cultura del esfuerzo y de la responsabilidad (no necesariamente a través de la nota).
Sobre los convenios externos con empresas, los plantea como con elementes positivos y negativos. Positivos porque permite que la universidad no se aísle y contacte con la sociedad civil (las empresas también lo son). Pero negativos, porque si no están muy regulados condiciona los esfuerzos del profesor, que al final puede dedicarse más a la empresa que a su actividad docente. Y no es tan extraño si pensamos en los médicos que van a la pública por la mañana y atienden su consulta privada por la tarde. Lo importante para Ferrer es garantizar que la universidad tenga autonomía financiera suficiente para no tener que depender de las empresas. De esta manera, los acuerdos se pueden alcanzar sobre posiciones de igualdad. Y nos desplegó una gran serie de experiencias personales sobre empresas que querían utilizar el paraguas de la universidad para fines poco éticos. El aboga por potenciar a las empresas que quieren de verdad involucrarse en el I+D.
Para Ferrer, la universidad estaba en peligro de mercantilización, es decir, que se convierta de un agente (exclusivamente) de orientación hay el mercado laboral y no también un promotor de equidad. Este peligro se canalizaba de dos formas. Una es a través de la regulación de sus órganos internos y otra a través de la financiación. Aunque el es gran conocedor del primero y tiene ciertos escritos sobre el tema, en esta charla quería centrarse sobre todo en el segundo. La financiación de la universidad se realiza desde tres vías. La primera es la de las tasas universitarias de las matrículas. La segunda es mediante los convenios con las empresas y la tercera a través de la subvención pública directa.
Sobre las tasas, planteó los dos argumentos contrapuestos. Por una parte, el enfoque económico de que dado que existe una demanda de educación universitaria, y se traduce en un beneficio individual, es lógico que se pague por el en función de los precios que asigne el mercado. Por el otro, el argumento de que cómo la educación universitaria genera una externalidad positiva, un beneficio social colectivo (nuevos nichos de mercado, sociedad más ordenada, las empresas tienen acceso a mano de obra más cualificada…), las tasas deberían tender a suprimirse ya que el beneficio global excede con mucho al individual. Para Ferrer, lo ideal son las tasas a precios públicos. Pero además, y aquí lanzó una idea interesante, generando corresponsabilidad del alumno. Es decir, que dado que el Sector Público asume el coste del universitario, se debe ser especialmente exigente en que éste cumpla sus compromisos. Para ello, generar una cultura del esfuerzo y de la responsabilidad (no necesariamente a través de la nota).
Sobre los convenios externos con empresas, los plantea como con elementes positivos y negativos. Positivos porque permite que la universidad no se aísle y contacte con la sociedad civil (las empresas también lo son). Pero negativos, porque si no están muy regulados condiciona los esfuerzos del profesor, que al final puede dedicarse más a la empresa que a su actividad docente. Y no es tan extraño si pensamos en los médicos que van a la pública por la mañana y atienden su consulta privada por la tarde. Lo importante para Ferrer es garantizar que la universidad tenga autonomía financiera suficiente para no tener que depender de las empresas. De esta manera, los acuerdos se pueden alcanzar sobre posiciones de igualdad. Y nos desplegó una gran serie de experiencias personales sobre empresas que querían utilizar el paraguas de la universidad para fines poco éticos. El aboga por potenciar a las empresas que quieren de verdad involucrarse en el I+D.
Por último, sobre las subvenciones públicas establecía que debían de ser las prevalentes, pero se debían conjugar el difícil equilibrio entre la autonomía universitaria y la financiación pública. Aunque la universidad recibe sus ingresos del sector público, había que recordarle al político que en este caso, el que paga no manda. Y esto entroncaba con el debate sobre la regulación interna de la universidad y la necesidad de potenciar unos órganos que fueran principalmente colegiados (no asamblearios), que diferencien las reivindicaciones laborales de sus miembros con la gestión académica, que fuesen democráticos y que integraran a miembros de la sociedad civil en sus consejos sociales.
En suma, Josep Ferrer planteó un debate muy interesante sobre el papel de la universidad en la sociedad y cómo gestionarla. A raíz de las preguntas planteadas, terminó apuntando tres cosas que convenía aclarar. La primera, que Bolonia no establece una metodología de estudio (seminarios y tal). Eso se aplica libremente por las universidades. Segunda, que dado que los profesores son evaluados por su investigación y no por su docencia, su interés en mejorar cómo se hace esta última es cero. Y tercera, que las universidades son el único sostén del I+D en España, ya que el de las empresas es irrisorio. Al final la duda que se me planteó es si las críticas que se hacen a Bolonia están incidiendo en los verdaderos puntos negros del asunto… Me parece que no.
PD: Ni un solo miembro del Sindicato de Estudiantes que ha ocupado la UPF estaba en esa charla. Esto da una idea del verdadero interés que tienen algunos en el proceso Bolonia.
4 comentarios:
Bajo mi humilde punto de vista los puntos que toca el señor Ferrer son los importantes.
Respecto a valorar la investigación, me parece bien, pero puestos a hacerlo, no estaría mal que los profesores que realmente quieran dedicarse a la investigación lo puedan hacer, sobretodo los que no destacan por la calidad de sus clases.
En cuanto al I+D, creo que hay un pelín de proteccionismo desde la universidad. Es decir, plantear los planes "nacionales" de I+D como un coto reservado a la universidad en su ivnestigación básica y la empresa en la aplicada es una barbaridad desde cualquier posicionamiento de economía pública, porque los recursos son públicos y actualmente se dividen en cotos cerrados (las universidades compiten entre sí y las empresas por otro lado). Además, salvo en escasos casos del sector biomédico y farmacéutico, apenas hay vinculación entre empresas y centros universitarios, con lo cual la investigación básica en España no llega a la cadena de aplicarse. Por tanto, Sólo un verdadero sistema donde empresa y universidad entran en el mismo proceso y mismos recursos podría funcionar. Al competir por lo mismo, los proyectos cooperativos público-privados son los que funcionan. Con eso se me puede tachar de querer privatizar la universidad. Antes al contrario,no hay que privatizar la educación, pero como contribuyente tampoco veo bien que la universidad sea un coto cerrado, desde fuera es algo evidente y desde dentro lo he padecido.
Gracias por tus comentarios Andreu!
Lo de los rankings de calificación de los profesores debría revisarse. Estoy convencido de que se debría tender a permitir que el profesorado se especializara en función de su vocación. Si uno es bueno dando clase pero no investigando, que lo potencien como profesor y no como investigador. Y viceversa. Si seguimos manteniendo esta "bicefalia" no creo que vayamos bien.
Por otra parte, me parece muy acertado lo de que las universidades no deben ser cotos cerrados. En este sentido, Ferrer nos puso algunos ejemplos sobre el funcionamiento de parques tecnológicos. Nos los destacó por su potencial de crecimiento (permiete contratar a mucho personal investigador) y por implicar a Sector Público, Empresas y Universidad. Aunque subrayaba algunos riesgos (la universidad como accionista es muy minoritario) si que decía que había que apostar por esta vía. Claro que esto se aplica mucho más a carreras técnicas que a las ciencias "blandas". Pero en todo caso, hay que desarrollar muchas más sinergias entre la universidad y el mundo privado, siempre con respeto a la independencia de la primera.
Comparto vuestras opiniones. Pero me gustaría hablar del tema de la corresponsabilidad del que hablas. No sé como lo hacen otros países europeos pero creo que el sistema de becas tiene que cambiar. No sólo incrementado las ayudas. Esto es evidente. También tendrían que introducirse mecanismos de control (supervisión) que, sin aumentar exageradamente la burocracia, permitiesen tener un control más exhaustivo del dinero prestado.
También estoy de acuerdo en que hay que desarrollar mas sinergias entre el mundo público y privado. Reconozco que antes no pensaba lo mismo, pero al entrar en el mundo privado he visto que realmente, el mundo de "verdad", lejos del país de maravillas de la universidad, está también ahí fuera.
Raelmente lo de bolonia es un tema difícil, dle que me cuesta opinar, porqué he oído cosas muy dispares y ya no sé dónde está la verdad. Lo que si sé es que o lo arreglamos de una vez por todas o la universidad al final llegará a ser igual que la eso...
Solamente quería añadir que más o menos la mitad de los que asistieron a la charla eran miembros de la asamblea de la UPF, también en lucha contra el proceso Bolonia. Creo que esto también da alguna que otra idea del interés que tienen algunos otros...
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