Retomo el blog después de las fiestas de Arnedo con cierto alivio. Estas han sido unas fiestas un poco extrañas. Por una parte, no me lo he dejado de pasar en grande durante 7 días (quizás con la excepción del viernes, que estaba un poco mocoso) pero por la otra hemos tenido una afluencia de público un poco irregular. Hagamos una pequeña crónica con retazos sueltos de la noche arnedana.
Mi inicio de fiestas, directo desde Málaga y de paso por Barcelona, fue el domingo a las 4:00 tras algunos problemas con el manos libres. Tecnología y sueño son mala combinación. Las estrellas de ese día y del siguiente fueron el señor L. (ahora sí, con estudios) y sus respectivas invitadas. Y no tanto por el juego que pudieran dar como por la reacción de nuestro querido J. L., que nos deleitó con algunos de estos momentos que hacen historia. La mítica noche de las “Jotas” fue el canto poético de un corazón despechado y, a la vez, el cálculo estratégico del chacal que acecha en el desierto. “Ya se cansará de él y vendrá conmigo”. ¡Qué estoico reconocimiento del lugar que ocupa uno en el juego! ¿No es digno de mención? Porque la impaciencia se adueñó de la parroquia, ante la aparente indiferencia del león de la manada. ¿Será nuestro carácter del norte? Los tiempos, siempre tan medidos. Las jugadas, siempre tan calculadas. Ya lo dijo el filósofo: “Nunca hay que decir la verdad, a veces”. Y eso que se reveló ante nosotros la famosa Maru, fantasma de amores pasados. Eso sí, acompañada de un “garrulopovich” de camisa fucsia y crucifijo de oro. El tiempo no perdona.
Por primera vez en mucho tiempo, hemos vuelto a ver al P. en buenos momentos, acompañado por la primera dama Lo., martillo por igual de herejes y cristianos. Eso sí, hemos cumplido una función social haciéndonos cargo de la pobre S., convaleciente tras una operación. Que, por cierto, debe de haberse quedado sorprendida de nuestro desparpajo (ay, la sombra de Logroño es alargada). El Ch. se nos marchó el jueves para cumplir ante la parienta, igual que A. se nos sumó tras la partida de la suya a Germania. Las obligaciones conyugales nunca habían estado tan presentes. ¿Bueno o malo? Diferente. Por desgracia para el equipo de los solteros, M. vuelve como fichaje de nueva temporada. Eso sí que es inequívocamente malo. Porque cada año pierde el equipo del que forma parte. La maldición del “pillado” tenía que traducirse en algo. ¡Ay, pobres 23, que se han marchado para no volver! Pero que no desespere, que vendrán años mejores. El abuelo Y. es la prueba más evidente de que al hígado aún le queda mucho por sufrir. Por su parte, con C. sólo he estado estos dos últimos días, pero ayer demostró ser un corredor de fondo. Todo el mundo veía el cierre temprano pero hubo guerra hasta las 7 de la mañana, kebab mediante y rodeado de beldades vascas. ¿En qué habrá terminado la cosa?
Han sido unas fiestas extrañas, quizás en las que menos hemos estado y con mayor irregularidad. Pero, aunque he terminado destrozado, me lo he pasado en grande y creo que, aunque quizás no han sido las mejores, han dado juego. En fin. Dejemos la política y la academia para mañana. Hoy toca descansar.
2 comentarios:
Pablo, una qüestió: de qui és la frase del filòsof? :P
Hola Pablo, aqui estamos la Lo., P. y C. acordándonos de ti en el nirvana.
Nos dice Lo. que faltan adjetivos en este texto, ya sabes
Besitos
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