domingo, 6 de julio de 2008

Crónicas de Barcelona

Si de verdad existe un Infierno, desde luego tiene las puertas debajo de Barcelona. El calor que hace en la ciudad, pegajoso y asfixiante induce al suicidio. Y si a eso le sumas que en la residencia no corre ni un poquito de viento, pues vamos buenos. Este mes de julio me quedo en Barcelona, pero creo que en Agosto me tomaré unas vacaciones lejos de la Ciudad Condal. Si esto ya es insoportable, no me quiero ni imaginar como estará la cosa cuando avance más el verano.

Tengo poco tiempo últimamente, aunque lo vaya ajustando a la rutina. Este verano trabajo en el aeropuerto del Prat, de comercial de venta de American Express. Es un trabajo que no recomendaría a mi mejor amigo, pero que tiene algunas ventajas. La primera, que en el aeropuerto hay aire acondicionado. Así que, aunque nos obliguen a ir de traje y corbata, se puede sobrevivir. Segunda ventaja, que te da una imagen muy clara de tu posición en la vida. Ver como te desprecian altos ejecutivos perdonavidas no es precisamente edificante. No es que te enseñe lecciones de amor propio, pero al menos aprendes a tomártelo con filosofía. Y aparte de ver algún famoso diario, siempre hay gente amable que se para contigo a charlar. Pese a que había más retrasos cuando estaba en Spanair, siempre hay alguna oportunidad para conocer gente interesante. Incluso he visto ya pasar por allí a Requejo, Bernadí o Carrascosa, así que profesores tampoco me han faltado. Eso sí, mirándolos camuflado. Porque tampoco me veo vendiéndoles una tarjeta…

Pero claro, este trabajo no está ausente de sus problemas. Empecé los primeros quince días trabajando con la tarjeta de Spanair, pero a principios de mes cerraron el stand. Por ello estamos la mitad de los compañeros aprendiendo un nuevo producto y eso hará que me retrase más en vender. Y es que el gran problema es que, pese a un salario base dentro del mínimo legal, el bocado del león van en las comisiones. Comisiones que se obtienen por la venta de tarjetas a partir de un mínimo. Así que te ves obligado a dejar de lado tu vergüenza en el trato con desconocidos y echarle todo el morro posible para vender en tres frases una de las tarjetas de crédito más selectas y caras del mundo. Pero se venden, porque hay compañeros (más veteranos) que lo hacen. Y de paso, siempre aprendes habilidades en el trato con la gente, aunque vuelves a casa en el tren deseando exterminar a la humanidad. Así que así me paso este mes, como poco. El trabajo de comercial es una verdadera basura como para vivir solo de ello, pero ya se sabe, grano no hace granero, pero ayuda al compañero.

Entre tanto, en el tiempo restante me tengo que dedicar a intentar tener los trabajos de las asignaturas del ya agotado trimestre listos lo antes posible. A día de hoy; pendientes siguen trabajos sobre metodología de investigación, diseño de cuestionarios y competición electoral. Y eso sin mencionar que aún no he tocado la tesis del master. Pero supongo que acabando los trabajos el mes de julio y dejando la tesis para todo agosto iré bien de tiempo. Tampoco estoy especialmente agobiado, la verdad. La vida en la residencia está más apagada desde que se nos han ido casi todos. Nunca había estado aquí para poder ver como las plazas libres son ocupadas por estudiantes de otros países. ¡Esta mañana me ha despertado una mujer de la limpieza que creía que me marchaba ya! Menos mal que cuando estoy dormido ni me entero. Me he cagado en Mordor y me he ido a dormir otra vez. Que, por cierto, ocurre lo increíble. Laura está trabajando hasta las 9 de la noche cada día. O se han vuelto muy currantes de repente o son unas desorganizadas sin parangón. Tengo claro que es más posible.

Sin embargo, no estoy solo en Barcelona. Jorge sigue por aquí, al igual que Talia, que sigue en su régimen de explotación. Julio y su encantadora pareja siguen rondando por Barcelona, como Hector, aunque son más difíciles de ver, por razones obvias. Marina ni la nombro (está enmarcada) Con Audrey si se puede contar más. Ya se sabe que se apunta a un bombardeo. En fin, que los supervivientes vamos haciendo piña. Estos días hemos intentado quedar cada tarde para tomar una caña después del trabajo. El fin de semana si que recuperamos el tiempo y salimos de fiesta. Quizás se echa en falta un poco salir por el pueblo en verano. Esas plácidas noches de verano donde las terrazas son las reinas de la tarde. Bueno, no se puede todo. Aunque bien cierto es que hay una cosa que todo el mundo tiene en esta ciudad, quiera o no quiera. Un calor infernal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pos llavors no trobo a faltar la vida a BCN... encara que per les Terres de l'Ebre també fa una calda...
Espero que en tornar no us trobi a tots derretits!

Records!

Adrià