
Eso lo noto un poco, también, sobre mi propio campo de estudio: los sistemas electorales. A veces partimos de asunciones teóricas que nos sitúan en un plano bien lejos de la utilidad práctica del tema o, a veces, incluso de la realidad. Los sistemas mayoritarios fomentan un sistema de dos partidos dice la Ley de Duverger cuando se cumplen sus supuestos… ¿Cómo va a ocurrir esto si son los de racionalidad a corto plazo de los votantes e información perfecta? ¿Cómo se ha de cumplir la teoría si en la práctica los votantes tienen de todo menos información y racionalidad (en el buen sentido)? Supongo que son dos debates distintos los que mezclo aquí: la traducibilidad del conocimiento generado por la Academia a la sociedad (el plano de Irene) y la propia consistencia de las teorías para explicar la realidad sobre la que, se supone, queremos de alguna manera influir (para mejorar). Publicar, claro está, es importante. Pero, ¿Quién lee nuestras publicaciones fuera del mundo de los académicos? ¿No es lícito el pretender que nuestro conocimiento (y pasión por la ciencia política) mejore la sociedad? Desde luego para esto último como está configurada la cosa no vamos bien…
Pero hay una pequeña válvula de escape para esta frustración, que aunque muchos no se toman en serio, para mí es un balón de oxígeno. La docencia. Para mí hay pocas cosas tan realizadoras como estar transmitiendo conocimientos para que ellos sí apliquen lo que aprenden a la vida real. Para que sean más libres para pensar por sí mismos, creciendo en conocimientos sustantivos tanto como en actitudes frente al trabajo. Luego, claro, hay que luchar en el aula contra esas pequeñas cosas de cada día, a veces sinsabores pero otras alegrías. Pero es un reto de verdad estimulante. De hecho, aunque salgo agotado de las clases, también salgo con el cerebro echando chispas. Plenamente activo. Y eso me gusta.
Las universidades hasta hoy se basaban en la investigación y la docencia. Ahora se nos pide que nuestro conocimiento tenga también una traslación a la sociedad. ¿A través del mundo privado? ¿Organismos semi-públicos? ¿Participando en foros sociales? ¿Desde la base de movimientos sociales, asesorando a partidos o normativas? ¿Escribiendo libros divulgativos? ¿Enseñando? Algún día tendremos que afrontar este debate. Pero de momento, me voy a clase.
4 comentarios:
Muchos ánimos. Yo sali de la academia en 2006. Ahora sigo escribiendo en mi tema de tesis, seguramente contenidos menos académicosm pero seguramente más actuales. Tienes razón, hay algunos contenidos excesivamente académicos que dan alergia en el mundo "real".
Bajo mi punto de vista hay un debate claro: en qué medida la sociedad espera de los académicos, financiados públicamente, les ayuden a resolver sus problemas? En biología difícilmente alguien de aquí estudiaría una bactería que hay en un río de Malasia...
Buen análisis Pablo. Dale un beso muy fuerte a Irene de mi parte, la recuerdo con mucho cariño y hace mucho que no la veo. Por cierto, yo que soy de primero de carrera, estoy muy muy interesado en leer vuestras tesis, sobre todo la de sistema de partidos, que me apasiona. La ley de Duverger se centra en las primeras vueltas, no?
Muy bien Pablo, es verdad que deberiamos saber como llevar lo teórico a lo práctico y los que solo hemos sido estudiantes también lo tenemos que tener en cuenta. Es decir, como llevamos los que salimos con estudios de ciencias políticas a la sociedad: ¿Entramos en la política?¿Nos hacemos políticos?¿Comunicadores?¿Escritores?¿nos metemos en una consultoria?¿Periodistas?¿Analistas?
Son muchas las salidas que nos ofrece la carreray cada uno decide que hacer con esa teória. Seguramente hasta ahora la docéncia ha sido teoria y los estudiantes los que debemos llevar a la práctica lo aprendido.
Enhorabuena por todo Pablo me gusta verte tan entusiasmado.
Por una vez, y sin que sirva de precedente ;), me voy a permitir matizar una de las afirmaciones que haces en éstas tus "reflexiones". Me refiero a la que dice: las universidades "hasta hoy" se basaban en la investigación y la docencia. "Ahora" se nos pide que nuestro conocimiento tenga también una traslación a la sociedad (las comillas son mías). Pues bien, esa petición de trasposición a la sociedad debe de ser, cuanto menos, cíclica, porque yo la recuerdo como uno de los ejes fundamentales de nuestra militancia estudiantil, junto con la de democratizar la universidad, en la que empecé un mes antes de la muerte del dictador. Lo que me sorprende (será que vivo en la calle de la piruleta, como dice Eduard) es que a estas alturas sigamos en las mismas y que continúe habiendo “sumos sacerdotes” que postulan la desconexión entre la realidad práctica de la ciudadanía y “los grandes temas de la literatura” (académica, supongo).
Y a tu pregunta sobre si ¿No es lícito el pretender que nuestro conocimiento (y pasión por la ciencia política) mejore la sociedad?, te respondería con otra: ¿Acaso existe un objetivo mejor y más lícito para el conocimiento (en la materia que sea) que el de mejorar la sociedad?
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