Lo primero que se puede decir sobre el tema es que Cercanías en Barcelona presta un servicio deficiente desde hace, por lo menos hasta que yo conozco, 5 años. Retrasos de hasta media hora sin justificación ninguna, cambios en destinos y paradas o incluso detenerse varias horas en trayectos cortos son una constante. Montarse en un cercanías es una lotería. Y sobre este elemento añadir que es evidente que es necesario una inversión mucho más importante en este medio de transporte (por volumen de usuarios, es crucial para conectar el área metropolitana) y que, de forma evidente, la competencia de tal inversión corresponde al Estado, dueño de RENFE. Un segundo elemento que se añade a este primero son las obras del AVE. Estas suponen, dado el erróneo empecinamiento de hacer llegar hasta la estación de la capital la vía, obras de gran importancia. Obras que suponen la alteración del funcionamiento de unos cercanías que ya por sí tenían problemas.
Si a esto le sumamos las prisas por inaugurarlo antes de las próximas elecciones y los imprevistos propios de semejantes obras (con socavones de por medio) el desaguisado está servido. Este elemento funcional se combina con otro de carácter estructural, y es el déficit inversor del Estado en Cataluña, que ha tendido a primar a Madrid. Esto parece lógico si se correlaciona con la demografía pero no lo es si consideramos la aportación de Cataluña en términos de PIB. Para no perdernos en detalles técnicos ¿Se le ocurre a alguien la posibilidad de un apagón de casi dos días con coletazos de dos meses en Madrid? En Barcelona aún se guardan velas…
Pero pensemos ahora un poco en las reacciones de los partidos políticos ante esta situación. En una legislatura viciada hasta los topes por el debate estatutario, se ha tildado desde algunos sectores de la derecha nacionalista a Cataluña de insolidaria y desvertebradora de España. Por otro lado, desde las instancias catalanas se ha echado toda la culpa a Madrid, como si fuera el único responsable. Bueno, considerando lo dicho, no parece que lo primero tenga mucho sentido, al menos, no si nos interesa España (que por cierto, Cataluña también integra,¿no?) Otro cantar es si se quiere desgastar al Gobierno de Zapatero. Pero analicemos con detalle las responsabilidades, porque a veces un árbol no nos deja ver el bosque.
En la legislatura pasada, en la que el PP tuvo una cómoda mayoría absoluta, el gobierno Aznar realizó un deje inversor en Cataluña evidente frente a Madrid. En esta presente, le gobierno Zapatero ha tenido que apoyarse en grupos catalanes para gobernar, luego el dinero y las inversiones han fluido en cada presupuestos. Es evidente que el efecto de las inversiones no se notará ahora, pero en algunos años si que se percibirán. La propia CiU que ahora se manifiesta, es la misma que negoció con el PP en su momento el traspaso de competencias y gestionó los recursos de infraestructuras durante la legislatura 1996-2000. Pero claro, eso no se recuerda porque ahora no conviene. Y mientras Montilla habla de desafección Cataluña- España, todos los partidos políticos pierden en votos en cada elección (solo subió Ciutadans) con una ciudadanía que se ha aburrido de tanto Estatuto y que ve que, al fin y al cabo, este no le ayuda a llegar al trabajo. Luego es evidente que la clase política catalana tiene algo que ver en el déficit en infraestructuras, porque el autogobierno también pasa por asumir responsabilidades. La corresponsabilidad es necesaria, porque no podemos esperar que los logros siempre sean de Cataluña y los fracasos culpa de España.
Por lo tanto, quiero distinguir varias cosas con claridad. La primera, que el responsable del mal funcionamiento de Cercanía es el Estado. Es quien tiene la competencia, es quien ha decidido hacer pasar el AVE por Barcelona, quién ha priorizado esta infraestructura. Y sólo por ello, merecería la pena una manifestación con el lema “Menos AVE, más Cercanías”. Al fin y al cabo, el AVE es un puente aéreo dos, y los curritos de a pié no lo cogen diariamente, sino los más pudientes. Menudo socialismo.
La segunda es que el déficit inversor en Cataluña es cierto que ha existido, pero también es cierto que los partidos catalanes han tenido la llave de más de un gobierno y han sabido mercadear para conseguir más para los suyos (competencias, financiación, recursos). Me parece justo en el juego democrático. Pero tampoco olvidemos que quien gestiona y licita no pocas infraestructuras es la Generalitat, y también marca las prioridades de inversión. Ahora la competencia en Cercanías se a transferido. Esperemos que funcionen tan bien como los de la Generalitat… Pero no olvidemos que la responsabilidad global en las inversiones en infraestructuras no estriba solo en el que da (cierto, una parte el Estado) sino también en quien decide como gastarlo (en gran parte, la Generalitat)
Por último, la ciudadanía en Cataluña está bastante agotada por un debate estéril generado por un Estatuto de Autonomía que no interesó apenas y que frustró a no pocos. Fue un impulso de las élites catalanas para marcar un debate de máximos donde luego se compitió por ver quien salía antes con el pan debajo del brazo como ganador. Artur Mas ganó y Maragall ya no está. La agenda política en España entera vino marcada por la lucha entre un rancio centralismo que atacó Cataluña sin cesar y un gobierno central que pecó de imprevisión y falta de rumbo. Ahora todos tratan de aparcar el asunto, al menos hasta que el Tribunal Constitucional le meta mano. Y entonces, se volverá al ataque. Pero ojo, puede ser peligroso hablarle a la ciudadanía de cosas que no le interesa porque luego se quedan en casa en las municipales…
Cataluña ha sido puntera en muchas cosas, y en otras lo sigue siendo. Pero para lograr recuperar el terreno perdido, se hace necesario que se imponga el seny. Se habla ahora de derecho a decidir, el que se debería conceder a aquel que no tenga ninguna autonomía ni responsabilidad sobre su destino. Pero, señores, Cataluña no pude llorar siempre que tenga un problema, sobretodo porque los problemas de la política de aquí no competen siempre a Madrid. Señores míos, digamos las cosas como son. Cataluña ya es mayorcita.
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