La vida de la Resa

Ningún año como este se había salido tanto, organizado tantas fiestas y conocido a tanta gente en la residencia Resa. Ahora que se acercan los exámenes ha bajado el ritmo, como es natural. Pero esta claro cual es la proyección para lo que queda de curso. No sólo es un año particular por las circunstancias especiales en las que yo mismo estoy (licenciado, con post-grado a cuestas...) sino también por la cantidad nueva de actores que han entrado en escena. Como siempre, la mayoría son del entorno, desde las Baleares hasta Zaragoza, desde País Vasco hasta Alicante. Y desde luego los nuevos tienen muchas ganas de marcha... (Aquí menos estudiar...)

La vida en la cuarta planta es propia de una comuna. Las puertas están abiertas de par en par todo el día y la gente circula entre habitaciones a placer. Se toma café a las cuatro y se acompaña de una partida de cartas (¡Por fín jugadores de Mus!) Se cena hacia las diez y se alarga la sobremesa hasta cerca de las dos de la mañana. Por supuesto, Manolo (nombre en clave "Segurata subnormal") nos manda callar en sus rondas intermitentes y nos amenaza de muerte, cagándose en su difunta madre e invitándonos a pelearnos en la calle. Todo inteligencia el muchacho. Por las mañanas, algunos duermen hasta las doce, otros se despiertan pero no van a clase, unos pocos acuden puntualmente y en mi caso, me voy a rondar la biblioteca a una hora prudente.

Este trimestre hemos tenido el cumpleaños de Héctor, Eugenia, Audrey, Julio, Jorge y Cristina (Los últimos en un combo triple) Se han hecho fiestas en consonancia con visitas, sobretodo, a RazzMataz, aunque también a Otto, Costa Breve, Enfants... Y el ineludible Wellington, bar de birra obligada. Desde luego, por nosostros no pasará hambre Golfo, el perro de Rickie. En resumen, un trimestre muy agitado, pero sobretodo entretenido. Una buena manera de empezar el curso... ¿O no?