miércoles, 13 de febrero de 2008

La desconfianza hacia la política

Hoy he tenido la inmensa suerte de disponer de tiempo para asistir a las “III Jornadas de Reflexión de la Fundación Ernest Lluch”. En este caso, se centraban sobre el sugerente tema de la desconfianza política y la relación entre el rendimiento de cuentas, los medios de comunicación y la ciudadanía. La apertura del simposio ha venido de manos del periodista y filósofo Josep Ramoneda (conocido colaborador de El País y la SER) con una radiografía general de la situación en España. Desde una perspectiva empírica, el profesor Mariano Torcal, catedrático de la UPF, ha sintetizado su teoría de la desafección política en España, mientras que Jordi Sanchez, de la UAB, ha tratado más la perspectiva de los medios de comunicación. Desde una perspectiva económica, Muriels Casals ha relatado su experiencia dentro de la Corporación Audovisual de Cataluña y Antoni Doménech, de la UB, ha dado una visión más normativa sobre la democracia en su conjunto.

Aunque algunas intervenciones han sido más interesantes que otras, en general el tratamiento de la desconfianza política ha reiterado algunos análisis conocidos desde la ciencia política. De una manera sintética, se viene a decir que dada la escasa tradición democrática de España y la propia desmovilización subsiguiente a la Transición, el interés por la política y la desconfianza hacia sus dirigentes es generalizada. La sombra del pasado es alargada… Se han citado puntos de inflexión, como fue el Referéndum de la OTAN o los principios de los 90 para ver cómo las élites no han contribuido sino a reforzar la pesada herencia del Franquismo que supone el desprestigio de “lo público”. Pero ojo, cómo nos recuerdan con acierto, eso no significa que la gente no esté satisfecha con la democracia (El apoyo al régimen democrático es abrumadoramente mayoritario). Lo que ocurre simplemente es que hay un desapego que se traduce en el que los ciudadanos ni se interesen ni se informen sobre la política. ¿De quién es la responsabilidad de esta desconfianza?

Pues de las élites, por una parte, pero también de los medios y los ciudadanos. De los medios, porque sólo resaltan los aspectos negativos de la gestión pública (que es lo que vende) y no los positivos. “¡Los diputados no van al Pleno, que vergüenza!” Perdone, pero es que el 80% está trabajando en las comisiones, que se desarrollan en paralelo… Y no es poca la responsabilidad que tenemos nosotros. Por dos razones, cómo bien decía Torcal. Primera, porque asignamos la etiqueta de ladrones a todos los políticos (¡Todos son iguales!) y no esta claro si no hay los mismos ladrones y vagos en política que en otras profesiones. Y segunda, ¡Es que nosotros votamos a esos ladrones! No les hacemos rendir cuentas, luego no tienen incentivos a cambiar su comportamiento: “Si haga lo que haga me votan, ¿Qué más da?” Y sumemos una población desinformada a la hora de ejercer su derecho a voto. Menudo coktail abierto a la manipulación, la demogagia y el populismo.

Sí, las instituciones son muy mejorables, y las élites y medios tienen no poca culpa de esta desconfianza. Pero nosotros no somos menos responsables. Si en vez de alegrarnos por las detenciones de los corruptos (¡El sistema funciona!) la reflexión es que son todos iguales, que no merece la pena interesarse, informarse, votar, participar… Prepárate. Si no te informas y te interesas, otros decidirán por ti. Y no te creas que la política no afecta a la vida, porque es la vida misma.

Hazte a la idea: ¡Es la democracia, estúpido!

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Y no te creas que la política no afecta a la vida, porque es la vida misma."
Amén.

Gracias. No pude ir (y eso que formaba parte del programa de Arregui) porque estaba muy atareada estudiando derecho, asi que me ha gustado poder leer algo sobre ello.

Besos!!!