sábado, 16 de febrero de 2008

Lo que merece leerse...

Últimamente he estado trasteando por la red en busca de citas interesantes de personajes históricos. La última en la que reparé era una de Plinio el Viejo que decía: “La verdadera gloria reside en hacer aquello que merece escribirse y en escribir aquello que merece leerse”. Creo que es una buena forma de introducir esta entrada, que se la quiero dedicar al la lectura. Se que hay lectores de todo tipo, y que se enganchan antes o después, o que lo hacen con un género o con otro. Pero si algo he aprendido desde que leo es que lo importante es que un libro te llene, aunque no sea un best-seller o esté escrito con la mejor prosa. Lo mágico es que un poco, creo yo, los libros reflejan nuestros sentimientos o nos evocan momentos irrepetibles, paisajes conocidos o nos hacen viajar a otros ignotos. No hay nada que mejor revele cual es la personalidad de alguien que el sumergirse en su lectura.

Yo he leído de mucho, pero pocas veces he leído bueno. En todo caso, lo genial es que algunas imágenes y pasajes de los libros se nos quedan inmortalizados en la mente para siempre. Hay hasta quien conserva algunos cerca de la mesilla de noche para, antes de acostarse, echarles una ojeada. Yo recuerdo algunos pasajes con un cariño especial. En “El Señor de los Anillos” la batalla del Abismo de Helm, antes de la película, cómo aquel épico enfrentamiento entre los riscos escarpados. La discusión entre el Padre Baskerville y el monje español en la abadía, en “El nombre de la Rosa”, sobre el sentido que le daba Aristóteles a la risa. Con McCullough y su pentalogía sobre Roma he conocido a tres generaciones de ilustres patricios en los turbulentos días del final de la República. ¿Y Cómo olvidar el épico encuentro entre Paul Atreides y el Emperador en la llanura de “Dune”, la caída de los Harkonnen? O las imágenes de hermoso progreso humano de Asimov en “La Fundación” (Aquellos libros que devoraba en dos días) y el póstumo triunfo de Henri Seldon. Difícil no querer viajar con Alejo Carpenter al “Siglo de las Luces”, a aquellos turbulentos días de la Revolución Francesa en las islas del Caribe. O sentir el cañoneo de las fragatas españolas en el “Trafalgar” narrado por Galdós, o el pesimismo arrebatador de Pío Baroja tras la pérdida de Cuba en “El arbol de la ciencia”. O el discurso de “El Padrino” ante los otros capos de la mafia. Y me olvido de otros cientos de pasajes arrebatadores, que en un momento dado me obligaron a detener la lectura, a releerlos y alzar la vista para lanzar un suspiro.

Se que cada persona tiene una lista de libros muy cerca de su corazón. La razón es que nos evocan ideas, sentimientos o vivencias con las que nos identificamos o nos querríamos identificar. Porque vivimos a través de ellos, y también los volcamos sobre nuestra vida. ¿Qué libro es bueno? ¿Qué libro merece ser leído? Yo no tengo la respuesta, porque creo que hay tantas personas cómo libros y, más allá de consideraciones estéticas, lo que gusta es vibrar con ellos. Estoy seguro de que tú que me lees, también recuerdas algún pasaje de aquel libro que, a lo mejor no era un best-seller o no es conocido, (o sí) pero que a ti te encantó. Ese libro siempre será un clásico para tí, porque clásico no es aquél que es viejo, sino aquél que lo leas todas las veces que lo leas, lo recuerdes las veces que lo recuerdes, los sentimientos que te genera nunca pasan de moda. Un libro que merece leerse.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Tonto el que No lea" decía aquella fabulosa campaña de la Fnac...

http://farm1.static.flickr.com/123/405905917_1f2c562ac5.jpg

Anónimo dijo...

¡Qué gran entrada!
Estoy totalmente de acuerdo en todo lo que has dicho.
Recuerdo algunos años atrás, en mi éspoca "devora-libros", cuando me leía cualquier libro que cayera en mis manos. Cuando uno de ellos me gustaba me metía tanto en la historia que no podía dejarlo. Muchas veces mis amigas no me entendían, no podían comprender como me podía gustar tanto leer.
Pero había una simple razón: las historias que leía me llenaban tanto que me sentía como un personaje más. Disfrutaba de la lectura como si yo estuviese viviendo la historia en ese instante. Cada noche, antes de dormirme, leía, y al conciliar el sueño, me imaginaba a mí misma en ese mundo mágico. Quizás era una forma de evadirme de la rutina aburrida de cada día, pero por un tiempo podía dejar volar mi imaginación.
Eso es lo que diferencia los libros de las películas: en un libro, tú te imaginas el lugar, como son los personajes, como piensan, etc; en cambio, en una peli, te lo muestran todo muy explícito, ese factor imaginativo no está tan presente y, creo que puede que por eso, yo prefiera leer un "buen" libro (de acuerdo con tu definición) a ver una buena película.
Bueno, me acabo de dar cuenta de todo el tostón que te he escrito. En principio, mi intención era dejarte una pequeña opinión, pero ya ves.
Ahora es cuando entiendo que escribieses posts tan largos...
Si es que cuando te interesa el tema empiezas a escribir y podrías no acabar nunca.
Espero que no me lo tengas demasiado en cuenta... jeje
Un besito!

Anónimo dijo...

Cuando alguien me pregunta si yo leía mucho de pequeña, siempre utilizo la misma referencia para cuantificarlo.
Un verano, allá por los 15, mi padre me castigó sin leer. Y por poco me muero.
Aquello me enseño a no encerrarme en los libros, pero también a valorarlos mucho más.

Al crecer me he dado cuenta de que no soy la única que ama leer, y eso me ha hecho sentirme menos sola, menos bicho raro.

Muy buen texto, como siempre.

Besos!!