jueves, 21 de febrero de 2008

Tres historias sobre hablar a tiempo

El Sultán (de Persia) había sentenciado a muerte a dos hombres. Uno de ellos, sabiendo cuanto amaba el monarca a su semental, le ofreció enseñar a su caballo a volar en un año a cambio de que le perdonara la vida. El sultán, imaginándose cómo el único jinete de un caballo volador en todo el mundo, estuvo de acuerdo. El otro prisionero miró a su amigo con incredulidad: “Sabes que los caballos no vuelan. ¿Qué te ha llevado a proponer una idea tan loca cómo esa? Sólo estás posponiendo lo inevitable”. “No es así” dijo el primero “De hecho, me he otorgado a mi mismo cuatro posibilidades de libertad. La primera, el sultán podría morir durante el año. La segunda, podría morir yo. La tercera, el caballo podría morir. Y la cuarta… ¡Podría enseñar al caballo a volar!”

El Arte del Poder, R.G.H. Siu, 1979



Voltaire estaba viviendo en el exilio en Londres en una época en que el sentimiento anti-francés estaba en su momento culminante. Un día en que andaba por la calle se vio rodeada por una multitud enfurecida. “¡A la horca!¡A la horca con el francés!", gritaban. Voltaire se dirigió a la multitud tranquilo con estas palabras: "¡Hombres de Inglaterra! Queréis matarme porque soy francés ¿No es bastante castigo que Dios no me haya hecho nacer ingles?" El gentío aplaudió sus palabras y le escoltó para preservar su seguridad hasta su alojamiento.

The Little Brown Book of Anecdotes, Clifton Fadiman, 1985


En 1985, el zar Nicolas I accedió al trono de Rusia. Inmediatamente estalló una rebelión encabezada por los liberales que exigía la modernización del país. El nuevo zar la aplastó violentamente (el Levantamiento Decembrista) y sentenció a uno de sus líderes, Kondraty Ryleyev, a muerte. El día de la ejecución, el reo estaba con la soga al cuello y cuando se abrió la trampilla, según se quedó colgado, la cuerda se rompió y cayó al suelo. En aquella época, se consideraba tales sucesos como fruto de la providencia, y ante un caso tal, lo habitual era la amnistía. Cuando Rylevev se levantó, exclamó; "Ven, en Rusia no saben hacer nada bien. ¡Ni las cuerdas!"

De inmediato, un mensajero partió a palacio para comunicar al zar el fracaso de la ejecución. Aunque trastornado, Nicolás tomó su pluma para firmar el perdón. “¿Dijo algo Ryleyev tras este milagro?” “Señor, el reo dijo que en Rusia no saben hacer ni cuerdas”. “En ese caso” dijo el zar “Demostremos que no es cierto”, y rompió la orden del perdón. Al día siguiente colgaron a Ryleyev de nuevo. Esta vez la cuerda no se rompió.

El Arte del Poder, R.G.H. Siu , 1979

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiós...


L'espera ha valgut la pena.

Samuel dijo...

La fecha de la última historia es errónea. Fue en 1825.

Unknown dijo...

No se cual me ha gustado más. Sincillamente, me han encantado :)

Unknown dijo...

s/Sincillamente/Sencillamente/h :P