Muchas veces me he hecho la pregunta de si seré capaz de pasar toda mi vida con una persona. En pareja. ¿Tan poderoso es el cemento del amor que puedes estar dispuesto a compartirlo todo (incluso los genes) con una persona? ¿De verdad eso no se agota nunca? Un amigo mío dice que el amor no dura más de dos años y que el resto, es cariño. Pero sin embargo, hay parejas (quizás, cada vez menos) que duran más de un par de años. Y, es cierto, no todas las parejas se aman. Sin embargo, hay algunas que, incluso con sienes canosas, aún respiran amor en sus acciones. O falla algo en la teoría o falla algo en las personas.
Hay una historia excepcionalmente inspiradora que me hace pensar que, aunque se vacile a veces, eso del amor debe existir. Hubo una vez un joven de La Rioja que, junto con otros compañeros, bajó a la Bahía de Cádiz a estudiar formación profesional. De familia sin dinero (cómo la mayoría de entonces) se decidió a hacer fortuna en donde “El Dorado” de Astilleros era garantía de sustento. Allí, en una parte borrosa del cuento, parece ser que conoció a una nativa “liberal” para la época; de aquellas que tocaban la guitarra, luchaban contra el franquismo y llevaban minifalda. Todo indica que se enamoraron mucho el uno del otro. Durante el tiempo en el que él estuvo estudiando, todo eran alegrías. Pero llegó un momento en el que, agotada ya toda oportunidad de trabajar en astilleros, al muchacho no le quedaba más alternativa que volver. Él le pidió tiempo a ella para ganar la suficiente para bajarse a vivir con ella. Ella, con un “cuatro-latas” amarillo se subió a buscarle. Cómo el cuento del príncipe en el blanco corcel, pero versión “made in Spain”.
Se casaron, un día 2 de abril, en un humilde juzgado de pueblo. Era algo innovador para la época. De Luna de Miel, a chiflar a la vía. A Galicia. Las tour-operadoras no pasaban entonces de Torrevieja. ¡Qué periplos los de las parejas de entonces! Aunque parezca increíble, no se quedaban hasta los 30 en casa de los padres. Vivían por su cuenta, al principio en una casa, pero después cambiando a otras. Eran los tiempos en los que se tenían hijos aunque no hubiera dinero suficiente para pagarles hasta el Ipod. Y llegó el primero, y ocho años después, el segundo. Y trabajaron juntos y separados. Y pusieron tierra de por medio. Y la desazón de la rutina y las riñas de fin de semana. La vida les dio golpes. Perdieron y ganaron. Pero es algo extraño…
Porque cuando parece que todo se les echa encima, que es imposible seguir así, rebrota algo singular. Cuando ella se enferma, él vela su reposo. Agobiado por todo, él sólo con ella encuentra consuelo. Es como si el mundo se empeñara, con sus problemas diarios, en ahogarlos. Y ellos se apoyaran siempre el uno en el otro para siempre salir a flote. Con un extraño e incomprensible magnetismo, lo saben. Se tienen el uno al otro. Y aunque él siga sacando el cuchillo y ella, pidiendo un bocadito nada más, eso extraño que los ata debe de ser amor. Porque si eso no lo es, es que de verdad el amor no existe.
Hoy han cumplido 25 años juntos, toda una vida. Muchísimas felicidades. ¡Y ojalá que vengan muchos más!
Hay una historia excepcionalmente inspiradora que me hace pensar que, aunque se vacile a veces, eso del amor debe existir. Hubo una vez un joven de La Rioja que, junto con otros compañeros, bajó a la Bahía de Cádiz a estudiar formación profesional. De familia sin dinero (cómo la mayoría de entonces) se decidió a hacer fortuna en donde “El Dorado” de Astilleros era garantía de sustento. Allí, en una parte borrosa del cuento, parece ser que conoció a una nativa “liberal” para la época; de aquellas que tocaban la guitarra, luchaban contra el franquismo y llevaban minifalda. Todo indica que se enamoraron mucho el uno del otro. Durante el tiempo en el que él estuvo estudiando, todo eran alegrías. Pero llegó un momento en el que, agotada ya toda oportunidad de trabajar en astilleros, al muchacho no le quedaba más alternativa que volver. Él le pidió tiempo a ella para ganar la suficiente para bajarse a vivir con ella. Ella, con un “cuatro-latas” amarillo se subió a buscarle. Cómo el cuento del príncipe en el blanco corcel, pero versión “made in Spain”.
Se casaron, un día 2 de abril, en un humilde juzgado de pueblo. Era algo innovador para la época. De Luna de Miel, a chiflar a la vía. A Galicia. Las tour-operadoras no pasaban entonces de Torrevieja. ¡Qué periplos los de las parejas de entonces! Aunque parezca increíble, no se quedaban hasta los 30 en casa de los padres. Vivían por su cuenta, al principio en una casa, pero después cambiando a otras. Eran los tiempos en los que se tenían hijos aunque no hubiera dinero suficiente para pagarles hasta el Ipod. Y llegó el primero, y ocho años después, el segundo. Y trabajaron juntos y separados. Y pusieron tierra de por medio. Y la desazón de la rutina y las riñas de fin de semana. La vida les dio golpes. Perdieron y ganaron. Pero es algo extraño…
Porque cuando parece que todo se les echa encima, que es imposible seguir así, rebrota algo singular. Cuando ella se enferma, él vela su reposo. Agobiado por todo, él sólo con ella encuentra consuelo. Es como si el mundo se empeñara, con sus problemas diarios, en ahogarlos. Y ellos se apoyaran siempre el uno en el otro para siempre salir a flote. Con un extraño e incomprensible magnetismo, lo saben. Se tienen el uno al otro. Y aunque él siga sacando el cuchillo y ella, pidiendo un bocadito nada más, eso extraño que los ata debe de ser amor. Porque si eso no lo es, es que de verdad el amor no existe.
Hoy han cumplido 25 años juntos, toda una vida. Muchísimas felicidades. ¡Y ojalá que vengan muchos más!
5 comentarios:
Me has hecho llorar!!! Tienes razón al decir que este tipo de parejas son ahora la excepción! lo cual nos lleva a pensar si es posible tenerlas y vivirlas en este tiempo.
Para mi resulta muy complicado, porque como todos, mi esquema metal de "pareja" se remite a la de mis padres y me parece que es casi perfecta. Ellos este anio, cumplen 30 de casados!!!! y solo al verlos, constanto que el amor (ese de cuento) sí existe... cómo se hace? eso si no lo sé! A lo que voy es que cuando tienes ejemplos que pueden resultar inalcanzables, hace que las relaciones de pareja actuales siempre sean vistas como imperfectas.
Es como si tu padre fuera uno de los mejores polítologos del mundo! Podrías sentirte satisfecho contigo mismo como polítologo? Seguro que si, pero va a ser más difícil que si no lo fuera...
De cualquier forma, es mejor tener ejemplos (aunque inalcanzables) que no tenerlos.
Felicidades para mis padres...Que sepas que de vez en cuanto entro a echar un vistazo a esto y tambien leo lo que pones pero no pongo comentarios porque probablemente estarias continuamente riendote de me forma de expresarme.
Por cierto,me las estoy ingeniando bastante bien por aqui,en el fondo me gusto que estubieras aqui 3 o cuatro dias pero entiende que mi libertad era mas limitada estando tu.
No quiero desviarme del tema.
Conclusión:un gran texto y cuando lo lean papa y mama se emocionaran como lo he hecho yo tambien.
Cuidate por barcelona.Un beso.
Ey!
Gracias por vuestros comentarios. Por cierto, Sara, que no dudes en hacerlos siempre que quieras. ¡Jamás me reiría de cómo escribes, pues lo haces muy bien!
Cuídate mucho también.
Canijo, para ser un tercio riojano, un tercio andaluz y un tercio catalán te ha salido muy bien.
Lo que yo no recordaba era lo del 4 latas.
Saludos desde Pto. Real
Molt maco i, sí, esperançador. La temàtica i el seu tractament m'ha recordat, en part, una columna de Rosa Montero, publicada a EP el 3.5.2008, que decora la nevera de casa meva (us deixo amb ella al final).
En general, un blog molt currat: enhorabona!
EL LÍO, de Rosa Montero (El País, 3 de mayo del 2005)
“Corren malos tiempos para el mito amoroso. En las últimas semanas han caído dos altas torres de la eternidad sentimental, a saber: se han separado David Bisbal y Chenoa, tras tres años de relación, y se han divorciado Brad Pitt i Jennifer Anniston, tras cinco años de matrimonio. Hoy tengo ganas de escribir de algo frívolo, a saber, del amor, que es esa menudencia por la cual la mayoría de los seres humanos hemos sentido alguna vez ganas de morirnos. Y es que la pasión amorosa es un movimiento del alma tan extraño que solemos recordar con más agudeza los dolores sentimentales que los éxtasis. Los desamores se nos graban como un tatuaje en la memoria, mientras que las etapas de dicha tienden a desteñirse y emborronarse, hasta el punto de que a veces nos topamos con el otro o la otra por quien algún día perdimos la cabeza y no conseguimos recordar qué diantres le veíamos. De hecho, con el tiempo solemos creer que nuestros amores más intensos son aquellos en los que más hemos sufrido, cuando es muy probable que, en lo real, no fuera así.
Estamos en la estación de los amores, esto es, en la primera embestida de los calores primaverales, que ponen la sangre tan espesa y ardiente como la lava y provocan toda una pirotecnia de feromonas. Como cuenta Luisgé Martín en su estupendo libro Los amores confiados, estudios realizados en los años noventa en una universidad norteamericana parecen demostrar que el deseo erótico desaparece al cabo de tres años de convivencia. Sé de otras investigaciones que hablan de cinco años, que es el periodo necesario para que la cría de los humanos adquiera cierta autonomía. Luego hay parejas afortunadas que consiguen seguir amándose de otro modo: tal vez más profundo, pero distinto. Y no todo el mundo es capaz de amar así, en la perseverancia del cariño: hay personas tan apasionadas que siempre sentirán la añoranza de la droga amorosa, del subidón frenético. Y lo que los investigadores no nos dicen es qué se puede hacer una vez se acaba el amor eterno. De ahí las infinitas chapuzas sentimentales: rupturas repetitivas, convivencias tediosas, triángulos, cuadrángulos e infidelidades. Sálvese quien pueda. Que lío esto de amarse”.
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