Ayer me detuve un rato a ver el debate entre los dos principales candidatos a las Elecciones Europeas, Mayor Oreja por el Partido Popular y López Aguilar por el PSOE. En general el debate estuvo muy centrado en España y poco en Europa, además de desinflarse a medida iba transcurriendo. Estos encuentros televisados, tan pausados y encorsetados, se basan en el solapamiento de dos discursos alternados. Normal que terminen siendo tediosos. Que envidia dan los debates de otros países, en comparación.
Lo que me ha hecho más gracia es una peculiar simetría entre los candidatos que generaba que cuando la cuestión se tornaba incómoda, abandonaban los datos y pasaban a hablar en términos ideológicos. Para que luego digan que han muerto. Cuando se hablaba de economía, ahí estaba Mayor Oreja repitiendo “la realidad es la que es”, y hablando con gráficos de caída del PIB, de los 4 millones de parados, etcétera. En ese momento, Aguilar rastreaba las causas de la crisis internacional en la codicia desmesurada del modelo especulativo, la desregulación de los mercados financieros y, en suma, las recetas neo-liberales. No les falta razón a ninguno de los dos, aunque hubo la diferencia de que Aguilar dio como receta un cambio de modelo productivo (que no se concreta en nada) y Oreja iba a echarle todas las culpas al gobierno. En el momento de hablar de derechos sociales, entonces se giraba la tortilla. Aguilar comenzaba hablando de la subida de pensiones mínimas, salarios, Ley de Dependencia, de Igualdad… pero Oreja empezaba a abstraer refiriéndose a la importancia de “la familia y la vuelta a los valores tradicionales del esfuerzo. Y Mayor Oreja volvía a la carga con la nación española.
Esta peculiar simetría muestra en cierta medida donde saben los partidos que están sus núcleos de valores. Es evidente que Mayor Oreja es una persona que podemos sin ningún problema calificar de liberal- conservadora. Liberal, porque está a favor de que los mercados se regulen a sí mismos, con una mínima participación del Estado (de aquí las bajadas de impuestos, reforma laboral, congelar salario mínimo…). Conservador, porque considera que en el núcleo de la vida privada deben prevalecer los valores tradicionales de la familia (tradicional, porque otras no existen) y de la cultura del esfuerzo y la disciplina (en una especie de cruzada moral). Por el otro lado, Aguilar se ha mostrado su antagonista en ambos polos. Es intervencionista en la economía, porque considera que los mercados deben estar regulados por el Estado (aunque nunca terminen de intervenirse del todo). Por el otro, es liberal en derechos sociales, porque no considera una moralidad como la prevalente y no intervienen en el campo de lo privado (aunque Oreja diga lo contrario, a nadie le ponen una pistola en la sien para abortar, casarse con alguien del mismo sexo, etcétera).
Por supuesto, nadie puede decir que los candidatos se limiten a ser caras de carteles electorales. Sin duda, son personas de fuertes convicciones políticas, y verdaderamente antagónicas en sus propuestas. Aunque, sinceramente, no sabía que la familia estuviera en peligro y que hubiéramos perdido los valores del esfuerzo y el trabajo. Ni siquiera sabía que la gente de izquierdas dinamitaba la unidad familiar y fueran todos vagos y perezosos. Viendo que Mayor Oreja, como europarlamentario, es de los últimos en el ranking de asistencias a Plenos y mociones presentadas, uno no puede desear otra cosa que invitar al candidato a que empiece a predicar con el ejemplo.
Lo que me ha hecho más gracia es una peculiar simetría entre los candidatos que generaba que cuando la cuestión se tornaba incómoda, abandonaban los datos y pasaban a hablar en términos ideológicos. Para que luego digan que han muerto. Cuando se hablaba de economía, ahí estaba Mayor Oreja repitiendo “la realidad es la que es”, y hablando con gráficos de caída del PIB, de los 4 millones de parados, etcétera. En ese momento, Aguilar rastreaba las causas de la crisis internacional en la codicia desmesurada del modelo especulativo, la desregulación de los mercados financieros y, en suma, las recetas neo-liberales. No les falta razón a ninguno de los dos, aunque hubo la diferencia de que Aguilar dio como receta un cambio de modelo productivo (que no se concreta en nada) y Oreja iba a echarle todas las culpas al gobierno. En el momento de hablar de derechos sociales, entonces se giraba la tortilla. Aguilar comenzaba hablando de la subida de pensiones mínimas, salarios, Ley de Dependencia, de Igualdad… pero Oreja empezaba a abstraer refiriéndose a la importancia de “la familia y la vuelta a los valores tradicionales del esfuerzo. Y Mayor Oreja volvía a la carga con la nación española.
Esta peculiar simetría muestra en cierta medida donde saben los partidos que están sus núcleos de valores. Es evidente que Mayor Oreja es una persona que podemos sin ningún problema calificar de liberal- conservadora. Liberal, porque está a favor de que los mercados se regulen a sí mismos, con una mínima participación del Estado (de aquí las bajadas de impuestos, reforma laboral, congelar salario mínimo…). Conservador, porque considera que en el núcleo de la vida privada deben prevalecer los valores tradicionales de la familia (tradicional, porque otras no existen) y de la cultura del esfuerzo y la disciplina (en una especie de cruzada moral). Por el otro lado, Aguilar se ha mostrado su antagonista en ambos polos. Es intervencionista en la economía, porque considera que los mercados deben estar regulados por el Estado (aunque nunca terminen de intervenirse del todo). Por el otro, es liberal en derechos sociales, porque no considera una moralidad como la prevalente y no intervienen en el campo de lo privado (aunque Oreja diga lo contrario, a nadie le ponen una pistola en la sien para abortar, casarse con alguien del mismo sexo, etcétera).
Por supuesto, nadie puede decir que los candidatos se limiten a ser caras de carteles electorales. Sin duda, son personas de fuertes convicciones políticas, y verdaderamente antagónicas en sus propuestas. Aunque, sinceramente, no sabía que la familia estuviera en peligro y que hubiéramos perdido los valores del esfuerzo y el trabajo. Ni siquiera sabía que la gente de izquierdas dinamitaba la unidad familiar y fueran todos vagos y perezosos. Viendo que Mayor Oreja, como europarlamentario, es de los últimos en el ranking de asistencias a Plenos y mociones presentadas, uno no puede desear otra cosa que invitar al candidato a que empiece a predicar con el ejemplo.
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