Hoy mismo ha entrado el verano oficialmente en nuestras vidas. Realmente, los pobres moradores de Barcelona llevamos unas cuantas semanas comprobando en nuestra piel sus efectos. Yo mismo he estado tres días sin dormir la semana pasada del calor tan agobiante que hace por las noches. Bueno, podía ser peor. De todas maneras, lo bueno es que los días son más largos, hace solecito bueno y en un par de días llega la noche de San Juan. Tanto petardo me molesta un poco, pero al menos aprovechamos la excusa para reencontrarnos con viejos amigos.
Estos días han sido un poco ajetreados, y la semana que entra aún será peor. Sin embargo, he visto que en facebook han colgado algunas fotos de cuando empecé la carrera, allí por el año 2003-2004. Madre mía, lo que ha llovido desde entonces. Físicamente me puedo reconocer pero, tirándome algunas flores, he mejorado con la edad. Pero cuando intento recordar las sensaciones con las que empecé la carrera, ya si que no hay punto de comparación. ¡Cuanta seguridad y aplomo tenía cuando vine a Barcelona! Es curioso, porque tengo la sensación de que sabía menos de lo mío pero bastante más de todo. Ahora me miro y siento que mi cerebro es bastante más esclerótico, aunque me consuela que mis compañeros están peor. Mi vena freaky me salva un poco de llevarme a la playa libros de comportamiento político: siempre queda la opción de “Canción de Fuego y Hielo”. La transición entre la adolescencia y la juventud ocurre en estos años universitarios. Quizás por eso todo el mundo los recuerda con tanta añoranza, aunque dudo que muchos hayan completado esta transición. Ni a los cuarenta años.
Mis amigos también han cambiado. Ya casi nadie estudia y todo el mundo se dedica a sacarse los cuartos como puede. Algunos están en el paro, otros opositando. Ya no toleramos el alcohol como antes y nos entra el sueño a partir de las cuatro. No se sale todos los días del fin de semana, porque las consecuencias de una resaca son catastróficas. Ya la mayoría va teniendo pareja. ¡Algunos que sorprende imaginarlos así hace un año! Los tenemos incluso con hipotecas, con negocios, con canas y con entradas. Los tenemos con jornadas de 8 horas, de 12 horas, de 24 horas. Y luego te acuerdas de cómo era cuando te ibas en bicicleta por la vía verde, con un enorme bocadillo de jamón serrano envuelto en papel albal a tirar piedras a las ranas. Si, aquello también era verano. Cuando te ibas a las piscinas municipales a jugar a las cartas y a pegarte un chapuzón. Cuando tenías que hacer los cuadernillos de Rubio y los deberes para el próximo curso. Cuando te ibas de colonias y campamentos a pasar algunos días a no se que pueblo perdido en la sierra. Y jugabas con tus amigos al balón prisionero, a fútbol, a la cadena, a polis y cacos…
Hoy ha empezado el verano, otro verano, y todo el mundo tiene nuevas responsabilidades. Ya no son los mágicos veranos de antaño, los de los meses de vacaciones (que a veces se te hacían hasta largas). Ni los veranos son iguales que antes, ni nosotros lo somos. Pero que bueno que sigue habiendo amigos para disfrutarlos. Ojala, muchos veranos más.
Estos días han sido un poco ajetreados, y la semana que entra aún será peor. Sin embargo, he visto que en facebook han colgado algunas fotos de cuando empecé la carrera, allí por el año 2003-2004. Madre mía, lo que ha llovido desde entonces. Físicamente me puedo reconocer pero, tirándome algunas flores, he mejorado con la edad. Pero cuando intento recordar las sensaciones con las que empecé la carrera, ya si que no hay punto de comparación. ¡Cuanta seguridad y aplomo tenía cuando vine a Barcelona! Es curioso, porque tengo la sensación de que sabía menos de lo mío pero bastante más de todo. Ahora me miro y siento que mi cerebro es bastante más esclerótico, aunque me consuela que mis compañeros están peor. Mi vena freaky me salva un poco de llevarme a la playa libros de comportamiento político: siempre queda la opción de “Canción de Fuego y Hielo”. La transición entre la adolescencia y la juventud ocurre en estos años universitarios. Quizás por eso todo el mundo los recuerda con tanta añoranza, aunque dudo que muchos hayan completado esta transición. Ni a los cuarenta años.
Mis amigos también han cambiado. Ya casi nadie estudia y todo el mundo se dedica a sacarse los cuartos como puede. Algunos están en el paro, otros opositando. Ya no toleramos el alcohol como antes y nos entra el sueño a partir de las cuatro. No se sale todos los días del fin de semana, porque las consecuencias de una resaca son catastróficas. Ya la mayoría va teniendo pareja. ¡Algunos que sorprende imaginarlos así hace un año! Los tenemos incluso con hipotecas, con negocios, con canas y con entradas. Los tenemos con jornadas de 8 horas, de 12 horas, de 24 horas. Y luego te acuerdas de cómo era cuando te ibas en bicicleta por la vía verde, con un enorme bocadillo de jamón serrano envuelto en papel albal a tirar piedras a las ranas. Si, aquello también era verano. Cuando te ibas a las piscinas municipales a jugar a las cartas y a pegarte un chapuzón. Cuando tenías que hacer los cuadernillos de Rubio y los deberes para el próximo curso. Cuando te ibas de colonias y campamentos a pasar algunos días a no se que pueblo perdido en la sierra. Y jugabas con tus amigos al balón prisionero, a fútbol, a la cadena, a polis y cacos…
Hoy ha empezado el verano, otro verano, y todo el mundo tiene nuevas responsabilidades. Ya no son los mágicos veranos de antaño, los de los meses de vacaciones (que a veces se te hacían hasta largas). Ni los veranos son iguales que antes, ni nosotros lo somos. Pero que bueno que sigue habiendo amigos para disfrutarlos. Ojala, muchos veranos más.
2 comentarios:
Te parecera bonito meterme toda esa presión diciendo que ya casi ninguno estudia. ¡Que mañana tengo examen!
No te quejes, que al menos no estas liado con magisterio. Por cierto ¡Mucha suerte!
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