Demoscópicamente, parece claro que ha ganado Zapatero. Así lo reconocen todas las encuestas, con más o menos margen para tal victoria. Sin embargo, yo disiento sobre tal valoración y me apunto a otra tesis; no se trató de ni siquiera de un empate, sino de un combate nulo. Trataré de argumentar por qué soy de tal opinión, dejando un poco de lado el triunfalismo de los medios de uno u otro signo político. Lo bueno de ver el debate en directo es poder formarse una opinión propia. Esta es la mía.
En primer lugar, se trató de un debate muy encorsetado por reglas fijadas de antemano. En ocasiones, se parecía más a mítines dispersos que a un intercambio de ideas. Es cierto que a medida se avanzó, el debate fue más ágil y dinámico, pero se partía por ambos partidos de una estrategia fijada de antemano; Rajoy haría de fiscal sin concesión ninguna. Zapatero tenía preparadas réplicas sobre temas previsibles. Pero evaluemos la habilidad dialéctica de los candidatos. En este sentido, para mí Rajoy fue claramente superior, siguiendo algunas de las reglas conocidas. Primero centraba el tema a conveniencia, luego atacaba a fondo y terminaba cada intervención con cuatro o cinco preguntas a espera de desconcertar al candidato socialista. Zapatero fue lento en la reacción frente a los ataques (con su retórica mitinera tan solemne) y pausaba en exceso. No sabía atraer el agua a su molino y terminaba jugando en terreno poco favorable. Ni siquiera su apelación al pasado (11-M o Irak) le dio un respiro. El debate fue una repetición del terrible síndrome de esta legislatura: el PP le marca el terreno al PSOE, lo critica sin concesiones y los socialistas no sabían vender sus logros.
Respecto de los temas tratados, el PP se centró en la economía e inmigración (cómo en la campaña) y en ETA y el Estatut (cómo durante la legislatura). Incluso hubo la típica alusión de traición a las víctimas del terrorismo, cómo lo ha habido toda la legislatura. Nada nuevo. Zapatero se escudó en cifras para la economía y en la política social frente a la inmigración. Con ETA recurrió a la deslealtad del PP en la tregua y con el Estatut a la incoherencia de los populares respecto al de Andalucía. La primera parte, la de economía y sociedad, Zapatero no supo sacar chicha de la parte de la que más podía presumir. Y aunque a la vuelta de publicidad los asesores le recordaron que potenciara más lo social, ya era tarde. En general los argumentos de Zapatero estaban más elaborados, aunque peleaba cuesta arriba, porque el terreno se lo marcó Rajoy. Si al final Zapatero generaba más empatía era más por lo implacable de los ataques del popular que por la solidez en la exposición de los argumentos. El cierre de Rajoy fue francamente malo (¿La niña?) y el de Zapatero fue aceptable. Así quedaron las cosas. No hubo propuestas ni retos de futuro, sólo un cruce de reproches con mayor habilidad del fiscal que del defensor.
Para mí el resultado es de un combate nulo, ni siquiera empate. Rajoy manejó la dialéctica mejor que Zapatero, aunque este contara con argumentos sólidos para rebatirle. El popular se pasó de duro, el socialista, de blando. Por más que nos lo vendan desde los medios, el debate no creo que afectara en exceso, porque aún queda media campaña y uno más. Pero si el combate fue nulo es porque nadie ganó por K.O. (cómo Solbes sí hizo) ni cometió errores de bulto. Hasta las encuestas se sitúan en el empate técnico de nuevo. Fue una réplica de la legislatura en hora y media. Mucho dependerá de cómo se enfoque el próximo debate. ¿Hará Rajoy propuestas de futuro, aún sabiendo que su único activo esta legislatura son los errores imputados al PSOE? ¿Sabrá manejar Rajoy un discurso en positivo? ¿Reaccionará Zapatero con más energía y contraatacará con más saña? ¿Logrará algún día Zapatero controlar lo que se trata en el debate y justificar su gestión? Ya veremos.
Pero acabar con un punto. Desde medios conservadores se dice que Zapatero gana en las encuestas (incluidas las que le dan por ganador del debate) porque el PP suscita un mayor rechazo entre IU y nacionalistas, que jamás votarán a Zapatero (si no a sus siglas) pero valoran mal a Rajoy. Dos cuestiones básicas: primero, que existe algo que se llama voto útil, y cuanto más asuste el PP, más probable es que esos otros votantes apoyen al PSOE (aunque no sea una traducción total de apoyo, si puede haber un trasvase variable de votos). Y segundo, Rajoy dice querer, a diferencia de un Zapatero que excluye y divide, gobernar para todos. Si salvo en su partido, en todos los demás genera máximo rechazo… ¿Es que España es sólo el PP?
En primer lugar, se trató de un debate muy encorsetado por reglas fijadas de antemano. En ocasiones, se parecía más a mítines dispersos que a un intercambio de ideas. Es cierto que a medida se avanzó, el debate fue más ágil y dinámico, pero se partía por ambos partidos de una estrategia fijada de antemano; Rajoy haría de fiscal sin concesión ninguna. Zapatero tenía preparadas réplicas sobre temas previsibles. Pero evaluemos la habilidad dialéctica de los candidatos. En este sentido, para mí Rajoy fue claramente superior, siguiendo algunas de las reglas conocidas. Primero centraba el tema a conveniencia, luego atacaba a fondo y terminaba cada intervención con cuatro o cinco preguntas a espera de desconcertar al candidato socialista. Zapatero fue lento en la reacción frente a los ataques (con su retórica mitinera tan solemne) y pausaba en exceso. No sabía atraer el agua a su molino y terminaba jugando en terreno poco favorable. Ni siquiera su apelación al pasado (11-M o Irak) le dio un respiro. El debate fue una repetición del terrible síndrome de esta legislatura: el PP le marca el terreno al PSOE, lo critica sin concesiones y los socialistas no sabían vender sus logros.
Respecto de los temas tratados, el PP se centró en la economía e inmigración (cómo en la campaña) y en ETA y el Estatut (cómo durante la legislatura). Incluso hubo la típica alusión de traición a las víctimas del terrorismo, cómo lo ha habido toda la legislatura. Nada nuevo. Zapatero se escudó en cifras para la economía y en la política social frente a la inmigración. Con ETA recurrió a la deslealtad del PP en la tregua y con el Estatut a la incoherencia de los populares respecto al de Andalucía. La primera parte, la de economía y sociedad, Zapatero no supo sacar chicha de la parte de la que más podía presumir. Y aunque a la vuelta de publicidad los asesores le recordaron que potenciara más lo social, ya era tarde. En general los argumentos de Zapatero estaban más elaborados, aunque peleaba cuesta arriba, porque el terreno se lo marcó Rajoy. Si al final Zapatero generaba más empatía era más por lo implacable de los ataques del popular que por la solidez en la exposición de los argumentos. El cierre de Rajoy fue francamente malo (¿La niña?) y el de Zapatero fue aceptable. Así quedaron las cosas. No hubo propuestas ni retos de futuro, sólo un cruce de reproches con mayor habilidad del fiscal que del defensor.
Para mí el resultado es de un combate nulo, ni siquiera empate. Rajoy manejó la dialéctica mejor que Zapatero, aunque este contara con argumentos sólidos para rebatirle. El popular se pasó de duro, el socialista, de blando. Por más que nos lo vendan desde los medios, el debate no creo que afectara en exceso, porque aún queda media campaña y uno más. Pero si el combate fue nulo es porque nadie ganó por K.O. (cómo Solbes sí hizo) ni cometió errores de bulto. Hasta las encuestas se sitúan en el empate técnico de nuevo. Fue una réplica de la legislatura en hora y media. Mucho dependerá de cómo se enfoque el próximo debate. ¿Hará Rajoy propuestas de futuro, aún sabiendo que su único activo esta legislatura son los errores imputados al PSOE? ¿Sabrá manejar Rajoy un discurso en positivo? ¿Reaccionará Zapatero con más energía y contraatacará con más saña? ¿Logrará algún día Zapatero controlar lo que se trata en el debate y justificar su gestión? Ya veremos.
Pero acabar con un punto. Desde medios conservadores se dice que Zapatero gana en las encuestas (incluidas las que le dan por ganador del debate) porque el PP suscita un mayor rechazo entre IU y nacionalistas, que jamás votarán a Zapatero (si no a sus siglas) pero valoran mal a Rajoy. Dos cuestiones básicas: primero, que existe algo que se llama voto útil, y cuanto más asuste el PP, más probable es que esos otros votantes apoyen al PSOE (aunque no sea una traducción total de apoyo, si puede haber un trasvase variable de votos). Y segundo, Rajoy dice querer, a diferencia de un Zapatero que excluye y divide, gobernar para todos. Si salvo en su partido, en todos los demás genera máximo rechazo… ¿Es que España es sólo el PP?
3 comentarios:
Para mi, la expresión corporal de Rajoy transmitía nerviosismo y ésto le restaba credibilidad, ¿dónde miraba tanto de reojo?
Y Zapatero, pues tienes toda la razón, en materia de política social no supo sacarle jugo siendo una de sus bazas más fuertes. Una pena, sobretodo teniendo en cuenta que en este debate tenía la ventaja al ser el que tenía las replicas, y por tanto sus intervenciones sonaban con más contundencia.
Un saludo.
Respecto de la expresión corporal de Rajoy, te doy totalmente la razón. Ni siquiera cuando se reía de lo de la regularización vía bono-bus (?) transmitía cercanía.
Tuve la misma percepción, más allá de lanzarse acusaciones, no hubo nada de fondo. Y contrariamente a lo que dicen las encuestas, Zapatero no me pareció superior. Sin embargo, concuerdo en que el final del debate fue la mejor parte y ahí sí el PSOE sacó ventaja. ¿Qué clase de historia es la de la nina?
Esperaré la próxima semana, a ver si han aprendido algo...
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