domingo, 16 de marzo de 2008

Arnedo en fiestas

Cuando se baja la cuesta de mi casa, ya se nota el ambiente distinto. Hasta el olor es distinto. El humo de los sarmientos que prenden, de las chuletas en las parrillas, lo invade todo. Las cuadrillas de chavales campan a sus anchas, con las chaquetas de peñistas, rojas y verdes. En las calles, los tablones de los encierros protegen las aceras. El escenario de la Puerta Munillo permanece vacío a la espera de que la peor orquesta de la zona ofrezca un recital de música verbenera. Las parejas entradas en canas aún no han venido. Están haciendo cola en las degustaciones. Y pobre del que se atreva a meterse en una cola con ellos. El marcaje es más intenso que el que le hacen a Messi en el Nou Camp.

En fiestas todo tiene su ritmo, siempre en función del gusto del consumidor. Por las mañanas, el encierro, probablemente la mayor congregación de resacas y borracheras por metro cuadrado. Se sale del desayuno de la Peña, se para en el quiosco para comprar la prensa y se sienta uno en un banco para hacer cómo que le interesan las vueltas de la vaca para arriba y para abajo. Eso sí, si alguien no falla es Don Luis (el cura del pueblo), que con sus 70 años sigue volando cómo un cuervo delante de la vaquilla. De ahí, se abre la plaza y los chulos del pueblo salen a recortar. Si alguien sobrevive al tedio, aún puede irse a dar una vuelta. Si has salido toda la noche, a la cama. Cuando te despiertas, tras unas pocas horas de sueño, conviene echar un bocado. Las comidas son multitudinarias, en bajeras siempre hasta los topes. Cómo poco, una veintena. Para matar la tarde, siempre se organiza alguna timba de mus, o un campeonato de poker. Uno puede tener más o menos suerte, pero lo que no falla es el pacharán. Si, que demonios, de pueblo cómo las amapolas. Y eso que alguno se echa también un farias.

La cena, en cuadrilla. Poco variada (unos pollos, caretas cómo mucho) y luego para la feria. Ya no nos montamos en las atracciones, que son las mismas de todos los años. Pero a la tómbola, con los dardos y carabinas, no paramos. Por cierto, que bien hemos surtido el cuarto de utensilios de cocina. Y a la vuelta, a beber. Con o sin cartas, hasta las tres no practicamos más deporte que el de la botella arriba y abajo. Después, a los bares. Si hay gente, te quedas en la calle, charlando y persiguiendo la charanga. Últimamente hasta elegimos canción. Si hay espacio en el bar, a bailar hasta que el cuerpo aguante. O hasta que nos manden a la calle y nos movamos para buscar el desayuno en la peña. Ya veis, que ciclo virtuoso de fiesta.

Este año, y eso es verdad, ha sido la primera vez que estaba en fiestas de San José desde hacía 4 años. Antes me cuadraba con exámenes, pero esta vez no había limitación y nos hemos podido juntar todos los amigos. Me lo he pasado de cine, cómo suele pasar en fiestas. Sin embargo, se nota que vamos para viejos. Antes no había día que no estuviéramos hasta bien entrada la mañana. Este año, la mitad de la compañía caía antes de ver el sol. Pero bueno, es ley de vida. Eso sí, que nadie lo dude, mientras que nos quede energía (e hígado) seguiremos viviendo las fiestas. Pero todo lo bueno se acaba. Ahora, toca descansar…

3 comentarios:

exekias dijo...

Amén, lo que no se es como sacas fuerzas para escribir el domingo...

Unknown dijo...

Hombre...se hace lo que se puede. El domingo aún pudimos aguantar hasta meternos en la cama a las 11 de la mañana,eso si,todo lo bueno empezo cuando se hizo de dia, mi más merecido pésame a nuestro querido amigo italiano que tomo el relevo de nuestro pillado en ser al que le toca el haba de las fiestas...

Kanciller dijo...

Pobrecillo Jose Luis... Bueno, esta Semana Santa jugamos el partido de vuelta!