Se rumorea que esos tipejos son seres humanos. Y yo creo que lo deben ser; con sus familias, sus amigos, su forma de ver la vida y, un poco cómo todos, buscando ser felices. Sin embargo, de alguna manera difícil de entender, han llegado a la conclusión de que para llegar a cumplir con sus sueños no se debe reparar en medios. El pasado viernes, esos “señores” deberían sentirse un poco más cerca de sus sueños. Por el contrario, muchas personas vieron los suyos quebrados.
En Viernes Santo, el Cuartel de Calahorra resistió con pocos daños, pero lo expansivo del fanatismo arrasó con todo lo demás. La guardería cercana quedó completamente destrozada, con los comercios circundantes. Un edificio completo deberá ser demolido. Los daños son difíciles de calcular. Avisaron de que iban a morder y así lo hicieron. No hubo daños colaterales esta vez, pero poco hubieran importado. Lo primero es la causa. Setenta kilos pesaba la carga de su desprecio por la vida. Por la de los demás, claro.
Detrás de cada escombro, una familia sin techo. Donde hay un comercio arrasado, una persona se ha quedado sin forma de vida. Por fortuna no son más que bienes, y aunque hiera su reemplazo, seguir con vida te permite volver a empezar. A la directora de la guardería que lloraba como la Magdalena. A la mujer que sufrió un desmayo al ver su casa tras el atentado. Aunque el zarpazo deje marca, todo cicatriza. Aun así, las heridas más profundas no son las de la piel, sino las del corazón. Mucha gente tendrá desde el viernes problemas para conciliar el sueño…
Huyen siempre, cobardes, en la semi-clandestinidad. Consagrados a la causa. Pero tiene que haber una persona detrás del pasamontañas. Supongo que han perdido el norte, de algún modo. Cuando matas por primera vez, es posible que algo muera también en el interior. Que te atrape la inercia del plomo, del gatillo ágil, de la bomba y el odio. Y sobretodo de ese fanatismo que hace tuerta a la Razón y ciega a la Dignidad. Siempre, sin reparar en medios.
Es triste, pero seguirán. Porque no pararon cuando pudieron, y porque nunca lo quisieron. Ya no saben hacer otra cosa. El viernes no hubo muertos, pero lo hubo en Mondragón y los habrá mañana en otras partes. La serpiente rondará entre nosotros y donde su lengua bífida hablará de ideales, con sus colmillos no dejará de morder.
¿Son personas? No lo se. Pero yo si se quienes lo eran. Todos los que han probado el veneno de la violencia etarra. Como mis vecinos. Pero atención, que se guarden mucho los violentos. Porque igual que al veneno se le pone antídoto, a la serpiente venenosa, se le corta la cabeza.
En Viernes Santo, el Cuartel de Calahorra resistió con pocos daños, pero lo expansivo del fanatismo arrasó con todo lo demás. La guardería cercana quedó completamente destrozada, con los comercios circundantes. Un edificio completo deberá ser demolido. Los daños son difíciles de calcular. Avisaron de que iban a morder y así lo hicieron. No hubo daños colaterales esta vez, pero poco hubieran importado. Lo primero es la causa. Setenta kilos pesaba la carga de su desprecio por la vida. Por la de los demás, claro.
Detrás de cada escombro, una familia sin techo. Donde hay un comercio arrasado, una persona se ha quedado sin forma de vida. Por fortuna no son más que bienes, y aunque hiera su reemplazo, seguir con vida te permite volver a empezar. A la directora de la guardería que lloraba como la Magdalena. A la mujer que sufrió un desmayo al ver su casa tras el atentado. Aunque el zarpazo deje marca, todo cicatriza. Aun así, las heridas más profundas no son las de la piel, sino las del corazón. Mucha gente tendrá desde el viernes problemas para conciliar el sueño…
Huyen siempre, cobardes, en la semi-clandestinidad. Consagrados a la causa. Pero tiene que haber una persona detrás del pasamontañas. Supongo que han perdido el norte, de algún modo. Cuando matas por primera vez, es posible que algo muera también en el interior. Que te atrape la inercia del plomo, del gatillo ágil, de la bomba y el odio. Y sobretodo de ese fanatismo que hace tuerta a la Razón y ciega a la Dignidad. Siempre, sin reparar en medios.
Es triste, pero seguirán. Porque no pararon cuando pudieron, y porque nunca lo quisieron. Ya no saben hacer otra cosa. El viernes no hubo muertos, pero lo hubo en Mondragón y los habrá mañana en otras partes. La serpiente rondará entre nosotros y donde su lengua bífida hablará de ideales, con sus colmillos no dejará de morder.
¿Son personas? No lo se. Pero yo si se quienes lo eran. Todos los que han probado el veneno de la violencia etarra. Como mis vecinos. Pero atención, que se guarden mucho los violentos. Porque igual que al veneno se le pone antídoto, a la serpiente venenosa, se le corta la cabeza.
2 comentarios:
Hola Pablo,
Esta entrada me ha conmovido mucho... estamos tan acostumbrados a ver "malas" noticias, que muchas veces nos olvidados que detrás hay rostros humanos, personas de carne y hueso, que como dices tienen heridas que no solo son físicas.
Entiendo bien lo que dices, lo entiendo porque en mi país el terrorismo cobró cerca de 70.000 vidas... no es poca cosa!! Y no son solo números, son 70.000 familias, historias, rostros. ¿Son personas los que hicieron esto? pues como a ti, a mi también me cuesta creerlo.
Acabo de conocer la notícia del atentado en tu blog, y duele, como cada bomba que nos hace ser más conscientes dela lacra del terrorismo que arrastramos en España. A veces nos llega más, porque lo vemos más cercano, en el pueblo de al lado, en nuestra misma ciudad; porque toca a gente conocida; porque alguien nos recuerda que detrás de cada número de víctimas hay personas.
Publicar un comentario