Creo que en España no se tiene medida cuando nos quejamos de lo mal que van las cosas. Bien, creo que el ejemplo de Italia es ilustrativo de un país al borde del colapso. Y así me llega, no sólo a través de los medios de comunicación, también del profundo abatimiento de algunos compañeros del doctorado. Un país padre de la Unión Europea, miembro del G-7, de gran capital humano y cultural, que está en una crisis sin precedente.
Decía el amigo florentino que cuando la corrupción alcanza al cuerpo del Estado es muy difícil restaurar su perdida virtud, pues se necesita de medios extraordinarios que pocos saben aplicar y ninguno querría tolerar. Tal es el caso de Italia. Las mafias (5 organizaciones diferentes) forman parte del entramado vital del país. Sus actividades criminales regulan la vida del sur del país y sus inversiones en blanqueo de capitales espolean a la economía del norte. Se estima que el PIB de estas mafias juntas excede con mucho al del conjunto del país, contando que sus inversiones no se limitan a Italia, sino que tienen lazos transnacionales. Y ello se traduce en sinergias inmediatas sobre el mundo de la política, de la sociedad y el tejido empresarial.
Sobre el campo de la política, tras el colapso de la Democracia Cristiana a principios de los 90 por casos de corrupción, el sistema de partidos se des-institucionalizó. Volatilidad máxima, ejecutivos inestables… hasta la llegada del populismo y la “berlusconización” de la política italiana. Un empresario ambicioso que controla todos los canales de televisión y casi todos los periódicos en un abrazo del oso a la libertad civil. No es sólo que el personaje sea un fantoche de la peor calaña; además es que está imputado por corrupción en una infinidad de causas abiertas contra él. Su mandato político, su lucha en la que no existe alternativa (El Partido Demócrata es un espejismo que ya se ha llevado por delante a su líder) pasa por subvertir los principios de la república. Una suerte de transición imparable a una dictablanda. ¿Os imagináis a Jesús Gil de presidente del gobierno en un sistema ultra-atomizado de partidos en los que toda alternativa es corrupta o insignificante? Hasta con los escándalos de los últimos años de González estábamos a años luz.
La relación entre mafia y política está plasmada en cada maletín que cambia de manos, en cada juez que mira para otro lado. Pero es que hasta la sociedad termina por aceptar la conllevancia. Y atenazada por el miedo, miedo a perder su empleo, miedo a los inmigrantes, termina por caer en las garras del populismo de Berlusconi. Todo es parte de un sistema que se articula y retroalimenta con precisión, y que hunde a Italia en la miseria. Si omitiera mis referencias al país, alguien podría pensar que hablo de un estado del Tercer Mundo. No es el caso. Lo más terrible es que la situación es tan complicada que no parece haber luz al final del túnel. Y quizás eso sea lo más deprimente de todo.
Decía el amigo florentino que cuando la corrupción alcanza al cuerpo del Estado es muy difícil restaurar su perdida virtud, pues se necesita de medios extraordinarios que pocos saben aplicar y ninguno querría tolerar. Tal es el caso de Italia. Las mafias (5 organizaciones diferentes) forman parte del entramado vital del país. Sus actividades criminales regulan la vida del sur del país y sus inversiones en blanqueo de capitales espolean a la economía del norte. Se estima que el PIB de estas mafias juntas excede con mucho al del conjunto del país, contando que sus inversiones no se limitan a Italia, sino que tienen lazos transnacionales. Y ello se traduce en sinergias inmediatas sobre el mundo de la política, de la sociedad y el tejido empresarial.
Sobre el campo de la política, tras el colapso de la Democracia Cristiana a principios de los 90 por casos de corrupción, el sistema de partidos se des-institucionalizó. Volatilidad máxima, ejecutivos inestables… hasta la llegada del populismo y la “berlusconización” de la política italiana. Un empresario ambicioso que controla todos los canales de televisión y casi todos los periódicos en un abrazo del oso a la libertad civil. No es sólo que el personaje sea un fantoche de la peor calaña; además es que está imputado por corrupción en una infinidad de causas abiertas contra él. Su mandato político, su lucha en la que no existe alternativa (El Partido Demócrata es un espejismo que ya se ha llevado por delante a su líder) pasa por subvertir los principios de la república. Una suerte de transición imparable a una dictablanda. ¿Os imagináis a Jesús Gil de presidente del gobierno en un sistema ultra-atomizado de partidos en los que toda alternativa es corrupta o insignificante? Hasta con los escándalos de los últimos años de González estábamos a años luz.
La relación entre mafia y política está plasmada en cada maletín que cambia de manos, en cada juez que mira para otro lado. Pero es que hasta la sociedad termina por aceptar la conllevancia. Y atenazada por el miedo, miedo a perder su empleo, miedo a los inmigrantes, termina por caer en las garras del populismo de Berlusconi. Todo es parte de un sistema que se articula y retroalimenta con precisión, y que hunde a Italia en la miseria. Si omitiera mis referencias al país, alguien podría pensar que hablo de un estado del Tercer Mundo. No es el caso. Lo más terrible es que la situación es tan complicada que no parece haber luz al final del túnel. Y quizás eso sea lo más deprimente de todo.
2 comentarios:
Análisis perfecta, Pablo. Sabes que podría hablar de esto tema por días - visto que lo conozco bastante bien - pero me limito a aconsejarte unos libros interesantes sobre el tema:
"EL OLOR DEL DINERO: ORIGEN Y MISTERIO DE LA FORTUNA DE SILVIO BERLUSCONI" di Marco Travaglio ed Elio Veltri, Rustica ed., 2002;
"COMPLICES: LOS HOMBRES DE PROVENZANO. DE CORLEONE AL PARLAMENTO" di Lirio Abbate e Peter Gomez, Peninsula, 2008;
"Regime" di Peter Gomez e Marco Travaglio, Rizzoli, 2004
Podria continuar, pero estos ya me parecen bastante!
Gracias y enhorabuena por tu post, muy bien hecho.
Gracias Federico, por tus recomendaciones. Estoy bastante interesado por la situación política de tu país, aunque creo que es difícil ser optimista. Aún así, la esperanza es lo último que se pierde.
Publicar un comentario